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3. Los seis primeros discípulos (Juan 1:35-51)
JUÁN 1:40-42
40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. 41 Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: —Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo). 42 Luego lo llevó a Jesús, quien, mirándolo fijamente, le dijo: —Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro).
Andrés, hermano de Pedro, era un pescador de Betsaida, a orillas del lago de Tiberias. Había acudido al Bautista para arrepentirse del pecado y esperar la venida del Mesías. Andrés aceptó el testimonio del Bautista y siguió a Jesús. Su corazón se llenó de alegría; no pudo guardar para sí su descubrimiento, sino que buscó primero a su hermano, antes que a los extraños. Así que Andrés, el hermano mayor, al encontrar a su enérgico hermano le dio la buena noticia diciendo: "Hemos encontrado al Cristo y Salvador prometido, al Señor, al Cordero de Dios". Puede que Pedro tuviera sus dudas. Pero Andrés le convenció. Finalmente, Pedro le acompañó y se dirigió a Jesús todavía algo turbado.
Cuando Pedro entró en la casa, le llamó por su nombre. Jesús indagó en sus pensamientos, dándole un nuevo apellido: "la Roca". Jesús lo sabía todo sobre el pasado, el presente y el futuro de Pedro, que era propenso a la imprudencia. Jesús conoce los corazones que se le abren. Pedro comprendió y cedió al instante ante la mirada de Jesús. Jesús comenzó a transformar pacientemente al impetuoso pescador en roca sólida. Se convirtió en Cristo en un fundamento para la Iglesia. Así que, en cierto sentido, Andrés se convirtió en el discípulo pionero.
También otro discípulo contribuyó a guiar a su hermano de sangre. Juan condujo a Santiago, su hermano, a Jesús, aunque oculta ambos nombres en su evangelio, en señal de modestia. De hecho, Andrés y Juan fueron los dos primeros discípulos en la secuencia temporal.
La belleza de estos versos introductorios está en la analogía con la salida del sol: el amanecer de una nueva época. Estos creyentes no eran egoístas, sino que llevaban a sus hermanos a Cristo. En esta etapa no iban por las carreteras y caminos para evangelizar, sino que se centraban en sus familiares y los llevaban a Cristo. No perseguían a los escépticos ni a los políticos, sino que buscaban a los que estaban hambrientos de Dios, con el corazón quebrantado y arrepentidos.
Así aprendemos a transmitir la buena nueva de la gracia, no con exceso de celo, sino con el gozo que brota del contacto con Jesús. Estos primeros discípulos no fundaron escuelas de teología, ni escribieron sus propias biografías, sino que dieron testimonio de boca en boca de su experiencia. Habían visto a Jesús y le habían escuchado, habían tocado su mano y habían confiado en él. Esta comunión íntima era la fuente de su autoridad. ¿Has conocido a Jesús en su evangelio? ¿Has guiado a tus amigos con paciencia y persuasión?
ORACIÓN: Señor Jesús, te damos gracias por el gozo en nuestros corazones. Muévenos por la dulzura de tu comunión, para conducir a otros hacia ti. Concédenos el impulso de evangelizar con amor. Perdona nuestra cobardía y timidez, para que podamos dar testimonio en tu nombre con valentía.
PREGUNTA:
- ¿Cómo difundieron los primeros discípulos el nombre de Jesús?