Home -- Spanish -- John - 004 (The word before incarnation)
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1. La esencia y la obra del Verbo antes de la encarnación (Juán 1:1-5)
JUÁN 1:5
5 Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla.
Con Dios todo está lleno de luz y es puro. Es abierto y hermoso. En su esfera de influencia nada es oscuro. Todo es claro, recto, veraz y santo. La impureza no tiene cabida en su entorno. El Espíritu Santo es puro y la luz del Señor no brilla con dureza, sino con suavidad. Consuela y cura.
Los rayos de la luz de Cristo no se limitan a los cielos. Penetran en las tinieblas y efectúan la redención. Es una gracia maravillosa que Cristo brille hoy en medio de las tinieblas. No abandona a los perdidos, sino que los libera e ilumina.
Tenemos que reconocer la existencia del mundo de las tinieblas en oposición al mundo de la luz. No sabemos en detalle cómo se originó las tinieblas. El evangelista Juan no nos reveló este secreto. Quiso que conociéramos la luz y no nos dejara profundizar en las tinieblas. Todos los hombres y las criaturas cayeron en las tinieblas y el mundo entero ha sido puesto bajo el dominio del maligno.
Tal vez te preguntes: Si Cristo creó el universo en armonía con Dios y como algo bueno, ¿cómo es posible que las tinieblas aparezcan en este universo? Dios creó a la humanidad a su imagen y semejanza, ¿cómo es que hoy no alcanzamos su gloria?
Juan no menciona a Satanás por su nombre, el que desobedeció a su Señor y trató de apagar su luz. Siempre estuvo en contra de Cristo. Por eso, perdió la luz que le fue concedida. Satanás se volvió orgulloso y buscó la grandeza sin Dios. Quiso elevarse por encima de Él para vencerlo. Es entonces cuando se convirtió en el príncipe de las tinieblas.
Querido hermano, ¿cuál es el objetivo de tu vida? ¿Buscas la grandeza, la fama y la autogratificación sin Dios? Si es así, entonces perteneces a los que están en las tinieblas, como el Maligno. Porque él no se quedó solo, sino que atrajo a millones de personas a sus tinieblas. Mira los rostros de las personas que pasan junto a ti en la calle. ¿Percibes luz o tinieblas en sus ojos? ¿Reflejan sus corazones la alegría de Dios o la tristeza de Satanás?
El Maligno odia a Dios porque su luz santa lo juzga. No quiere que la luz descubra su ferocidad. Por eso se esconde y se cubre y trata de vencer a Cristo y a los que siguen su luz. Este traidor no puede soportar la luz del Señor, sino que la odia. Se cubre a propósito el rostro y así no es capaz de percibir la luz. Lo que da miedo es que millones de personas no ven el sol de Cristo cuando brilla en la noche de sus pecados. Sabemos lo que es el sol. No hace falta explicarlo. Está presente, brilla, es claro, irradia. Todo niño pequeño sabe que es la fuente de la vida.
En cambio, hay multitudes que no perciben la gloria de Cristo y su poder, porque no quieren comprenderlo. Las ideologías engañosas les cubren los ojos como con una gruesa manta, por lo que rechazan el verdadero mensaje sobre la divinidad de Cristo. En realidad, no quieren descubrir sus propios pecados. No quieren acercarse a la luz y prefieren permanecer en tinieblas. No se niegan a sí mismos y no confiesan sus propios pecados. Se vuelven arrogantes y orgullosos. Permanecen ciegos a la gracia de la luz de Cristo. Las tinieblas compiten con la luz, pero la luz las vence por amor. Entonces, ¿quién eres tú? ¿Luz del Señor o tinieblas del Maligno?
ORACIÓN: Oh Señor, tú eres la luz del mundo. Te seguimos en la fe y en tu amor. No caminamos en las tinieblas, sino que hemos recibido la luz de la vida. Te damos gracias porque no nos has dejado solos, temerosos de las tinieblas de la ira de Dios, sino que nos has llamado a tu luz pura. Ilumina a millones de personas que nos rodean y que no te ven a pesar de que brillas a su alrededor. ¡Ten piedad de nosotros y danos luz, oh Iluminador!
PREGUNTA:
- ¿Cuál es la diferencia entre la luz y las tinieblas en el sentido espiritual de la palabra?
El pueblo que camina en oscuridad verá una gran luz.
Para aquellos que viven en una tierra de densa oscuridad,
brillará una luz.
(Isaías 9:2)