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JUÁN - La Luz Resplandece En Las Tinieblas
Estudio en el Evangelio de Cristo según Juán
PARTE 3 - La Luz Resplandece Entre Los Apóstoles (Juán 11:55 - 17:26)
A - Preludio De La Semana Santa (Juán 11:55 - 12:50)

1. Jesús ungido en Betania (Juán 11:55 – 12:8)


JUÁN 11:55-57
55 Faltaba poco para la Pascua judía, así que muchos subieron del campo a Jerusalén para su purificación ceremonial antes de la Pascua. 56 Andaban buscando a Jesús, y mientras estaban en el templo comentaban entre sí: «¿Qué les parece? ¿Acaso no vendrá a la fiesta?» 57 Por su parte, los jefes de los sacerdotes y los fariseos habían dado la orden de que, si alguien llegaba a saber dónde estaba Jesús, debía denunciarlo para que lo arrestaran.

La Pascua era la fiesta principal del Antiguo Testamento que celebraba el rescate de los hebreos de la ira divina. Así, vivían bajo la protección del Cordero divino preparado para ellos. Merecían morir, pero la fe los salvó.

Anualmente los judíos visitaban Jerusalén para agradecer a Dios que los protegiera de su ira. Allí mataban miríadas de corderos y se los comían. Muchos solían ir a Jerusalén de antemano para ser purificados a través del arrepentimiento y estar listos para identificarse con el Cordero de Dios. Si alguien había tocado un cadáver tenía que poner en acción una serie de pasos para su purificación durante siete días y así merecer la entrada en el templo de Dios (Números 19:11).

En esta época los peregrinos preguntaban por Jesús, el nazareno: "¿Vendrá o no lo verán?". Después de todo, sabían que el Consejo religioso había decidido en secreto condenarlo a muerte. Pidieron a muchos de la nación que espiaran a Jesús y les informaran de que lo habían visto en alguna parte para apresarlo. Las fauces de la muerte estaban abiertas para tragarse a Jesús.

JUÁN 12:1-3
1 Seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien Jesús había resucitado. 2 Allí se dio una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él. 3 María tomó entonces como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

Jesús no temió la astucia de sus enemigos, sino que siguió su camino hacia Jerusalén de acuerdo con la voluntad de su Padre. No buscó la reclusión, sino que volvió a Jerusalén una semana antes de la Fiesta. Pasó por Betania, a tres kilómetros de la Capital. Llegó a la casa donde había demostrado su poder y glorificado a su Padre venciendo a la muerte. Lázaro siguió comiendo, bebiendo y paseando por el mercado. La gente lo vio, se asombró y a la vez temió la perspectiva de la muerte y la visión de fantasmas.

María, Marta y Lázaro habían experimentado la gloria de Dios y dieron testimonio de ella, a pesar de las amenazas del Consejo. Acogieron a Jesús y a sus discípulos y les ofrecieron un banquete con gran alegría. Lázaro era amigo de Jesús y se sentó al lado de Aquel que lo había resucitado de entre los muertos. ¿No nos dice esta imagen algo sobre el Paraíso? Dios no estará lejos, sino que nos sentaremos con él en la gloria.

Marta, una talentosa ama de casa, abrió los tesoros de su hogar, ofreciendo lo que tenía, sabiendo que Jesús era el verdadero Mesías, vencedor de la muerte.

María, más mística, honró a Jesús a su manera, trayendo un frasco de costoso perfume que valía casi el salario de un año de un obrero. Ansiaba dar a Jesús lo que más atesoraba. Pero se sintió indigna de ungir su cabeza; en cambio, ungió sus pies con los tesoros de su vida. El amor no es mezquino, sino que se sacrifica ampliamente. Después le secó los pies con sus cabellos. Este acto de amor, sincero y santo, llenó la casa de un perfume penetrante. Todos los presentes se llenaron del aroma del sacrificio de María.

JUÁN 12:4-6
4 Judas Iscariote, que era uno de sus discípulos y que más tarde lo traicionaría, objetó: 5 —¿Por qué no se vendió este perfume, que vale muchísimo dinero, para dárselo a los pobres? 6 Dijo esto no porque se interesara por los pobres, sino porque era un ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, acostumbraba robarse lo que echaban en ella.

Judas amaba el dinero más que a Jesús, prefiriendo lo material a la fe genuina. Por ello, trató de explicar el sacrificio en términos de dinero, ignorando la bendición espiritual vinculado a ello. No captó el sentido de la adoración, el agradecimiento y la entrega de María a Cristo. Quien ama el dinero se convierte en un demonio. Extrañamente, ocultó su odio a Jesús con una falsa piedad, como si se propusiera un acto de caridad para aliviar a los pobres. En realidad, no sentía pena por ellos, ni quería darles nada, sino que deseaba adquirir el dinero para sí mismo. La caridad para él era una máscara para robar, guardando más en su bolsillo de lo que daba a los pobres: No era fiel en las cosas pequeñas, sino un ladrón en la intención y el pensamiento.

Jesús no examinó ninguna cuenta de este tesorero, sino que lo soportó hasta el final, aunque conocía su traición y sus fechorías. Judas era un ladrón y un estafador que se amaba a sí mismo y se entregaba a las seducciones de las riquezas y era esclavo de ellas. Hermano, no puedes servir a Dios y al dinero. Amarás a uno y odiarás al otro. No te engañes. ¿Es Dios tu prioridad o la vida fácil?

JUÁN 12:7-8
7 —Déjala en paz —respondió Jesús—. Ella ha estado guardando este perfume para el día de mi sepultura. 8 A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.

Dios no nos pide que seamos extravagantes, que derramemos frascos de perfume en los pies de los demás, sino simplemente que abramos los ojos a las necesidades de los pobres que nos rodean. Ningún partido, religión o ideología puede borrar las palabras de Cristo de que los pobres estarán siempre con nosotros. Nuestro egoísmo es grosero; nuestro amor, escaso. No puede haber un socialismo espiritual en la tierra; ni todos estarán a la altura de los demás en cuanto a dones y riqueza u honor. Encontraremos a los miserables, a los rechazados y a los aislados dondequiera que vayamos, en el este o en el oeste. En cualquier ciudad o pueblo, busca a los pobres y en ellos verás el rostro de Jesús.

Jesús sabía que los corazones de los hombres eran duros como piedra y fríos como hielo. Vino con la calidez del amor para morir por ellos. También sabía que el Espíritu Santo había guiado a María para que le limpiara los pies y lo ungiera para la sepultura. Cuando el amor divino entra en las personas, el Espíritu Santo las guiará para lograr maravillas inesperadas. María se propuso glorificar al huésped divino, por lo que el Espíritu la condujo a ungirlo antes de tiempo. Cristo inicia la reconciliación de este mundo perverso con el Dios de la bondad y la gracia.

ORACIÓN: Señor Jesús, te amamos por haber resucitado a Lázaro. No tuviste miedo de la sombría tumba. Enséñanos a ofrecer nuestros corazones y posesiones para servirte con todo lo que es nuestro. Líbranos de la mezquindad, la hipocresía, el robo y el odio. Llénanos de tu amor y condúcenos al camino del sacrificio con acción de gracias.

PREGUNTA:

  1. ¿Por qué aceptó Jesús la unción de María?

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