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6. La fundación de la Iglesia de Berea (Hechos 17:10-15)
HECHOS 17:10-15
10 Tan pronto como se hizo de noche, los hermanos enviaron a Pablo y a Silas a Berea, quienes al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos. 11 Estos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba. 12 Muchos de los judíos creyeron, y también un buen número de griegos, incluso mujeres distinguidas y no pocos hombres. 13 Cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea estaba Pablo predicando la palabra de Dios, fueron allá para agitar y alborotar a las multitudes. 14 En seguida los hermanos enviaron a Pablo hasta la costa, pero Silas y Timoteo se quedaron en Berea. 15 Los que acompañaban a Pablo lo llevaron hasta Atenas. Luego regresaron con instrucciones de que Silas y Timoteo se reunieran con él tan pronto como les fuera posible.
Pablo iba de una ciudad a otra por Cristo. Su vida era como una cadena de problemas, y cada eslabón de esta cadena era similar al otro salvo en algunas excepciones accidentales. Tenía por costumbre ir a las ciudades orando con sus compañeros, prefiriendo las capitales a las aldeas. Buscó primero una sinagoga de judíos, pues siempre fue su costumbre comenzar por los judíos, hacerles la primera oferta del Evangelio y predicarles con Jesús crucificado y vivo. Ellos, por su parte, examinaron su nueva doctrina a la luz de las Escrituras y los Profetas. Algunos de ellos creyeron, particularmente los gentiles instruidos que aceptaron con entusiasmo el poder de la nueva doctrina, y continuaron en la reconciliación de Cristo. Los judíos se enfadaron porque no les agradaba la idea del manso Cordero de Dios, sino que querían un Cristo político dominante que construyera su reino sobre la ley. Así que estalló el fuego de la discordia, el odio, la persecución, la tortura permanente, las amenazas de muerte dolorosa, la expulsión y la huida sin fin. Lo que quedó en la ciudad del servicio del apóstol fue una pequeña iglesia cristiana viva que reconocía y creía que Cristo era Jesús de Nazaret que ponía en sus seguidores la vida de Dios a través del Espíritu Santo. Estas nuevas iglesias sufrieron con frecuencia la expulsión de Pablo a través de violentas persecuciones, como expresa el texto de la Epístola a los Tesalonicenses (1 Tesalonicenses 2:14; 3:1-4; 2 Tesalonicenses 1:4). Los hermanos de Tesalónica acompañaron a Pablo a una pequeña ciudad llamada Berea, a unos 70 kilómetros al oeste de Tesalónica, suponiendo que allí estaría más seguro que en las grandes ciudades con sus centros de comunicaciones generales. Pero Pablo no se preocupaba por su propia seguridad. Su corazón ardía por Jesús, pues había visto su verdadera gloria. Su amor por los gentiles le impulsaba a predicar la salvación para que muchos se convirtieran.
Los judíos de Berea estaban preparados para escuchar sobre el nuevo pensamiento. Indagaron en los libros antiguos, y obtuvieron a través de esta profunda penetración la vida eterna con los que vivían en su entorno anhelando el mensaje, que reconfortó los corazones. Esta es una manera típica de predicar, pero no es el único método para llegar a Jesús. El que voluntariamente de adentra profundamente en la Palabra de Dios experimenta que esta crea en sí mismo purificación, justificación, amor, santificación, poder testificador y expectación de la venida de Cristo. Querido hermano, vence tu cansancio y tu pereza, rompe la oposición que hay en ti contra la Palabra de Dios, y llena tu corazón con las palabras de Cristo y te convertirás en un hombre feliz, que parecerá una fuente del amor de Dios en tu entorno, porque el pensamiento y el espíritu que hay en ti fluirán también fuera de ti.
La predicación de Pablo dio lugar a iglesias mixtas de cristianos judíos y gentiles en las que prevalecían las divisiones entre los pueblos y las culturas, entre el oeste y el este. Como el amor de Cristo es el poder triunfante en todos los creyentes, y como este triunfo espiritual, y el suave crecimiento son una espina injuriosa en el ojo de Satanás, éste hizo todo lo posible por destruir las iglesias desde dentro y desde fuera. Los judíos fanáticos llegaron de Tesalónica encendidos de ira, y sacudieron con sus mentiras a los jóvenes convertidos tratando de hacer estallar la comunión de amor para poder perseguir violentamente a Pablo.
Entonces apareció en aquellos hombres el espíritu apacible y pacífico. Antes de la colisión, acompañaron a Pablo hasta el mar, a una distancia de 40 kilómetros, y lo introdujeron rápidamente en un barco para que los males de los odiosos no lo golpearan. Pablo llegó solo a Berea, dejando su grupo en Tesalónica para fortalecer a la iglesia. Ahora, sale solo de Berea camino de Atenas, el centro intelectual más famoso del mundo, y la cita de filósofos y eruditos que se entregaban tanto al orgullo como a la superficialidad de la vida, pues los atenienses creían que podían sondear todos los misterios del mundo con sus mentes. Pero no conocían el Espíritu Santo del Señor que resucitó de entre los muertos.
Pablo no se avergonzó ni tuvo miedo de mostrar allí su rostro entre los filósofos. Sentía que entraba ahora en una larga lucha que conmovería a la Iglesia continuamente en su historia durante mil años, pues la filosofía sin Dios y el mensaje del Evangelio es como la luz y las tinieblas, el cielo y el infierno, la inspiración divina y la insinuación diabólica. Pablo no quería entrar solo en esta guerra de principios con los espíritus, pues sabía con certeza que no era un genio, sino un miembro del cuerpo de Cristo. Pidió a Silas y a Timoteo, sus colaboradores, que vinieran inmediatamente de Tesalónica a Atenas. Así pues, Pablo solicitó la ayuda de sus compañeros para luchar contra los espíritus inmundos, como Jesús pidió a sus discípulos en Getsemaní que velaran y oraran con él. Pero, así como el Señor Jesús tuvo que practicar solo esta lucha y beber solo el cáliz de la ira de Dios, así Pablo tuvo que viajar solo a Atenas y soportar las burlas de los pensadores, el desprecio de la gente y su sabiduría humana.
ORACIÓN: Te damos gracias, Señor nuestro, porque animaste una y otra vez a Pablo a no preocuparse de persecuciones y sufrimientos, sino de glorificar tu santo nombre. Purifícanos, Señor, para el servicio, y llénanos de la motivación de tu amor para que no temamos a ningún cuerpo, ni a ningún espíritu, ni a ninguna doctrina, sino para predicar tu salvación a todos los que te anhelan.
PREGUNTA:
- ¿Cuál era la costumbre de Pablo al predicar cuando entraba a una ciudad?