Home -- Spanish -- John - 104 (Jesus intercedes for the church's unity)
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4. Jesús intercede por la unidad de la iglesia (Juán 17:20-26)
JUÁN 17:20-21
20 "No ruego solo por estos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, 21 para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado."
Cristo cimentó a sus discípulos en el amor de Dios y en el poder del Espíritu, pidiendo a su Padre que los guardara del Maligno y los santificara con el Evangelio antes de ser entregado para ser crucificado. Después de estar seguro de que la oración en favor de sus apóstoles y de la Iglesia fue atendida, miró hacia el futuro y vio surgir multitudes de creyentes por medio del mensaje de sus apóstoles. La imagen del Vencedor crucificado sobre Satanás y el pecado los atrajo. Por su confianza en Cristo vivo, el Espíritu descendería a sus corazones para que participaran en la gracia de la vida divina. Por la fe se unieron al Padre y al Hijo en una unidad eterna.
Cristo oró por aquellos creyentes que creerían a través de los apóstoles. Sorprendentemente, cuando oró aún no se encontraban. Sus palabras demuestran la fiabilidad básica del mensaje de los apóstoles. Entonces, ¿cuál es la esencia de su petición por nosotros? ¿Pidió por nuestra salud, nuestra prosperidad, nuestro éxito futuro? No. Pidió a su Padre que nos conceda humildad y amor para que seamos uno con todos los cristianos sinceros. No debemos pensar que somos mejores que los demás, ni considerar insoportable sus conductas.
La unidad de los creyentes es el objetivo de Cristo; la Iglesia dividida contradice su plan para ella. Sin embargo, esta unidad que Cristo pidió no puede construirse sobre arreglos eclesiásticos, sino que es una unión espiritual en la oración y el Espíritu por encima de todo. Como Dios en esencia es uno, así Cristo pidió a su Padre que trajera a todos los creyentes a la comunión del Espíritu Santo para que todos estuvieran seguros en Él. Sin embargo, Cristo no rogó: "Que sean uno en mí o en ti", sino "en nosotros". Así, da a entender que esta unidad perfecta propia del Padre y del Hijo en el Espíritu es el modelo. Desea elevarlos a su nivel porque fuera de la comunión trinitaria no hay más que el infierno.
El objetivo de estar establecidos en la unidad de Dios no es complacernos espiritualmente, sino que demos testimonio ante los demás que viven alejados de Dios. Es de esperar que se den cuenta de que están muertos en el pecado, que son malvados en su orgullo y esclavos de sus pasiones y así se arrepientan y se vuelvan al Salvador. Tú, que te aferras al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, recibirás fuerza para ser humilde y amoroso en libertad espiritual para amar a todos los que creen y regocijarte en su presencia y con ellos convertirte en un costoso testimonio del amor de Cristo. Todos somos prueba de la deidad del Hombre Jesús. Si todos los cristianos fueran sinceros, no quedaría ningún no-cristiano en el mundo. Su amor y su paz atraerían a todos y los transformarían. Prestemos atención a la demanda de Jesús y unámonos. ¿Pretendes ser causa de incredulidad en una Iglesia dividida, como si el cuerpo de Cristo estuviera en pedazos?
JUÁN 17:22-23
22 "Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: 23 yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí."
¿Qué es la gloria de Jesús? ¿Es su resplandor o la luz de su majestad? No, su gloria se esconde detrás de su humildad, paciencia y mansedumbre. Cada virtud de los dones del Espíritu es un rayo de su gloria. Así lo vio Juan, al testificar: "Hemos contemplado su gloria". No se refería sólo a la transfiguración o a su resurrección, sino también al mezquino pesebre y a su cruel cruz. En ellos apareció claramente la gloria del amor divino, donde el Hijo se despojó de la gloria evidente y representó la esencia de su majestad en forma de hombre. Esta gloria nos la ha concedido Jesús. El Espíritu del Padre y del Hijo descendió sobre nosotros.
El propósito de esta distinción que se nos ha dado no es para la exhibición y la autopromoción, sino para que nos sometamos en unidad para el servicio, nos reunamos para servir juntos y nos propongamos honrar a los demás. Con estos principios espirituales, Jesús pidió a su Padre la misma unidad y comunión que caracteriza a la Santísima Trinidad, para que nos colme de estos rasgos. El amor de Dios es la medida para evaluar a la Iglesia. Él es quien nos moldea a su imagen eterna.
En verdad, Dios en su plenitud habita en la Iglesia (Efesios 1:23; Colosenses 2:9). ¿O no tienes el valor de pronunciar las palabras que vienen en el mismo pasaje: " Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en él (…) ustedes han recibido esa plenitud"? Este testimonio apostólico es la prueba de que las oraciones de Jesús antes de su muerte fueron atendidas. Adoramos y alabamos al Señor porque no nos desprecia naufragados y culpables como somos, sino que nos ha limpiado y santificado y se ha unido a nosotros para que vivamos su vida divina.
Jesús confiaba de antemano en que podríamos ser perfectos en amor y humildad. Amémonos y honrémonos unos a otros. No la perfección en la riqueza, las habilidades, la sabiduría, sino en la misericordia, el amor y la bondad, es lo que él desea en nosotros. La compasión y la tolerancia fueron su objetivo principal cuando dijo: "Sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto". Este mandamiento resume su actitud de amar a los enemigos. Pero en su oración de intercesión pretendía un grado superior de perfección, una unidad espiritual en la Iglesia y con Dios. El Espíritu no conduce a la introversión o al aislamiento, sino a la comunión de los santos. La unidad trinitaria es nuestro modelo. Y no representamos a Dios en el mundo, si no somos uno. Así como los individuos llevaban la imagen de Dios en el Antiguo Testamento, más aún debe la Iglesia con sus miembros mostrar la imagen de la Santísima Trinidad.
La armonía dentro de la Iglesia impresiona a los mundanos para que vean que venimos de Dios. Empiezan a ver que Dios es amor. No son las meras palabras o las largas explicaciones las que crean la fe en sí mismas. Es la alegría en las asambleas de los hijos de Dios la que habla más fuerte y mejor que los largos sermones. Así fue como el Espíritu Santo unió a la Iglesia primitiva de Jerusalén en una auténtica unidad espiritual.
ORACIÓN: Gracias, Señor Jesús, por llevarnos, a los indignos, a la fe en ti. Nos has hecho tus siervos por el testimonio de tu amor. Te adoramos porque nos has limpiado y equipado para ser miembros de tu cuerpo espiritual. Enfócanos en el amor de la Santísima Trinidad. Te magnificamos y alabamos y te suplicamos que nos des poder para vivir en nuestras iglesias en una unidad práctica y viva.
PREGUNTA:
- ¿Qué pidió Jesús a su Padre para nuestro beneficio?