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HECHOS - En La Procesión Triunfal De Cristo
Estudios sobre los Hechos de los Apóstoles
PARTE 2 - Informes Sobre La Predicación Entre Los Gentiles Y La Fundación De Iglesias Desde Antioquía Hasta Roma - A Través Del Ministerio De Pablo, El Apóstol Comisionado Por El Espíritu Santo (Hechos 13 - 28)
D - El Tercer Viaje Misionero (Hechos 18:23 - 21:14)

4. El motín de los plateros en Éfeso (Hechos 19:23-41)


HECHOS 19:23-34
23 Por aquellos días se produjo un gran disturbio a propósito del Camino. 24 Un platero llamado Demetrio, que hacía figuras en plata del templo de Artemisa, proporcionaba a los artesanos no poca ganancia. 25 Los reunió con otros obreros del ramo, y les dijo: —Compañeros, ustedes saben que obtenemos buenos ingresos de este oficio. 26 Les consta además que el tal Pablo ha logrado persuadir a mucha gente no solo en Éfeso, sino en casi toda la provincia de Asia. Él sostiene que no son dioses los que se hacen con las manos. 27 Ahora bien, no solo hay el peligro de que se desprestigie nuestro oficio, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea menospreciado, y que la diosa misma, a quien adoran toda la provincia de Asia y el mundo entero, sea despojada de su divina majestad. 28 Al oír esto, se enfurecieron y comenzaron a gritar: —¡Grande es Artemisa de los efesios! 29 En seguida toda la ciudad se alborotó. La turba en masa se precipitó en el teatro, arrastrando a Gayo y a Aristarco, compañeros de viaje de Pablo, que eran de Macedonia. 30 Pablo quiso presentarse ante la multitud, pero los discípulos no se lo permitieron. 31 Incluso algunas autoridades de la provincia, que eran amigos de Pablo, le enviaron un recado, rogándole que no se arriesgara a entrar en el teatro. 32 Había confusión en la asamblea. Cada uno gritaba una cosa distinta, y la mayoría ni siquiera sabía para qué se habían reunido. 33 Los judíos empujaron a un tal Alejandro hacia adelante, y algunos de entre la multitud lo sacaron para que tomara la palabra. Él agitó la mano para pedir silencio y presentar su defensa ante el pueblo. 34 Pero, cuando se dieron cuenta de que era judío, todos se pusieron a gritar al unísono como por dos horas: —¡Grande es Artemisa de los efesios!

Pablo estaba decidido a ir a Jerusalén, pero aflojó el paso y se quedó en Asia. El Señor quiso darle una dura lección de lucha contra los espíritus y examinar su fe.

En Éfeso había un famoso templo de la diosa Artemisa, que se apoyaba en 160 pilares de mármol y medía 19 metros de longitud. La estatua de la diosa era de madera negra y resistente. Durante los dos años que permaneció en Éfeso, Pablo enseñó a los efesios que todos los dioses son vanidades y que los templos están vacíos y carecen de sentido. Por eso, los que creían en Cristo se abstenían de participar en los ritos de Artemisa, y sacudían la cabeza compadeciéndose de los que confiaban en ídolos de piedra y madera dorada.

Este alejamiento de la creencia en los ídolos pétreos pronto fue advertido por los vendedores de trabajos artesanales e imágenes iconográficas, así como por los plateros que fabricaban santuarios de plata en miniatura que contenían reproducciones del gran templo de Artemisa, y los vendían a los peregrinos visitantes obteniendo con ellos grandes beneficios. En nuestros días se descubrieron algunos de estos modelos portátiles de plata de la estatua de Artemisa en el valle del Nilo y en la India. Algunos turistas los compraron y se los llevaron a sus países como amuletos contra el peligro. Pero desde que Pablo declaró que Cristo es el Señor de señores, la subsistencia de esos plateros se desvaneció, porque todo converso sabía que todos los dijes, amuletos, rosarios y todo lo que se cree que da protección o resguardo no son más que engaños, mentiras y concepciones carentes de poder.

Entonces Demetrio, cierto platero, que era también funcionario del templo, reunió a todos sus colegas artesanos y les aclaró el peligro que amenazaba sus oficios y el hambre que les esperaba, pues Pablo había sacado a la gente, tanto de su ciudad como de toda Asia, de sus tradiciones y de la fe de sus padres, diciendo que todos los ídolos e imágenes no eran más que vanidades.

Demetrio, el líder de los plateros, comprendió que no sólo los modelos portátiles del templo eran vanidades para Pablo, sino también el templo entero, hecho que traería el peligro sobre toda la ciudad, eliminando su liderazgo religioso y corrompiendo su economía. Por eso consideraba a Pablo como el mayor enemigo de Éfeso, la capital.

Los fabricantes de artículos de plata se enojaron con locura, y empezaron a salir manifestándose públicamente, exigiendo apoyo para sus creencias, y gritando: "¡Grande es Artemisa de los efesios!". Y cuando los furiosos manifestantes encontraron a los dos macedonios que viajaban con Pablo, los agarraron, pero no resultaron heridos, pues la mano del Señor los protegió en medio de la conmoción. Pablo no era un cobarde. Quería apoyar a sus compañeros de la obra, y se dirigió rápidamente hacia ellos, pero los discípulos que estaban reunidos para orar lo agarraron y lo detuvieron, sabiendo que no tenía sentido hablar o testificar ante una multitud, que estaba ebria por la arrogancia y vencida por el orgullo que fluía como un gran río aterrador en medio de las calles. En tal ruido, y clamor, y furia popular el individuo pierde su identidad y sus verdades más sagradas por algún tiempo durante el cual todos cohesionan con un mismo acuerdo. No estaban de acuerdo para el bien, sino para la corrupción. Era una unidad maligna conforme el espíritu que habitaba en ellos.

Es probable que el valiente Pablo, a pesar de las presiones de sus compañeros, estuviera decidido a entrar en el teatro, donde el pueblo solía reunirse en el dolor y en la alegría. En este teatro había 25.000 personas. De repente, los funcionarios del templo de la capital y de toda Asia Menor enviaron un mensaje a Pablo advirtiéndole que su presencia en el estadio, que estaba lleno de gente enfurecida, no sólo sería inútil, sino también perjudicial. Insistieron a Pablo para que se mantuviera lejos de ellos. La gente en el lugar gritaba, mientras Demetrio, que había dado origen a esta agitación desapareció, pues la manifestación no contaba con el permiso de las autoridades provinciales, y toda forma de agitación pública estaba prohibida por los gobernadores romanos y según el régimen de la ciudad. Demetrio temió el castigo, y el enloquecido público se agitó sin líder alguno en el amplio estadio.

Entonces los judíos, que odiaban a Pablo, empezaron a empujar al frente a otro judío que muy probablemente era cristiano, para que defendiera a Pablo y a la Iglesia. La multitud tomó a este joven Alejandro como una ofrenda aceptable, y lo subieron a la plataforma en medio de ellos. Trató de hablar en nombre de la iglesia, pero la multitud pronto reconoció que el orador no era el propio Pablo, sino otro judío. Entonces estallaron, y descargaron su ira sobre los judíos en la persona de Alejandro, gritando juntos su fe y su creencia durante dos horas completas: "¡Grande es Artemisa de los Efesios!"

Hoy en día, nadie conoce a esta diosa Artemisa. Demetrio el platero tenía razón cuando dijo que su fama desaparecería por la difusión del Evangelio. Sin embargo, en esa posición decenas de miles estaban dispuestos a despedazar a Alejandro por su causa. La iglesia, junto con Pablo, oró por este hombre atribulado y por sus dos compañeros, y el Señor extendió su brazo sobre sus testigos de modo que las manos de los maliciosos no pudieron tocar ni uno de sus cabellos. Salvo el aire, que fue sacudido por los gritos de las multitudes que se comportaban como bestias enfrentadas a un espíritu maligno.

ORACIÓN: Oh Señor Jesucristo, te damos gracias porque el ejército de tu reino es más fuerte que las huestes del diablo. Ninguno de tus hijos cayó en medio de las agitadas multitudes de Éfeso. Enséñanos a confiar en ti para que no temamos a ningún hombre ni a ningún espíritu, pues tú nos has comprado para Dios con tu preciosa sangre.

PREGUNTA:

  1. ¿Por qué se enfadó Demetrio con Pablo?

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