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e) La red echada al mar de los pueblos (Mateo 13:47-53)
MATEO 13:47-50
47 »También se parece el reino de los cielos a una red echada al lago, que atrapa peces de toda clase. 48 Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan y recogen en canastas los peces buenos y desechan los malos. 49 Así será al fin del mundo. Vendrán los ángeles y apartarán de los justos a los malvados. 50 Luego los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y crujir de dientes». (Mateo 22:9-10; 25:32)
Algunos de los discípulos eran pescadores y comprendieron perfectamente lo que su Maestro les quería decir cuando les explicó su nuevo trabajo utilizando una parábola de pesca. Debían echar la red de su palabra en el mar de su nación y en todas las naciones para atraer a muchos a Cristo. La iglesia está compuesta por aquellos que han sido llamados de todas las generaciones, razas y épocas.
Se acerca el momento en que el evangelio habrá cumplido aquello para lo que fue enviado, y estamos seguros de que no regresará vacío (Isaías 55:11). La red se está llenando ahora. A veces se llena más rápido que en otras ocasiones, pero sigue llenándose y será llevada a la orilla cuando “se cumplirá el misterio de Dios” (Apocalipsis 10:7).
Cuando la red esté llena y se acerque a la orilla, habrá una separación entre los buenos y los malos que fueron recogidos en ella. Entonces se apartarán los hipócritas de los verdaderos cristianos. Los buenos serán recogidos en recipientes valiosos, que se guardarán con cuidado, pero los malos serán desechados como viles e inútiles. Mientras la red está en el mar, no se sabe qué hay en ella; ni siquiera los pescadores pueden distinguirlo. Sin embargo, la arrastran cuidadosamente a la orilla por el bien que hay en ella. Así es el cuidado de Dios por la iglesia visible, y así también debe ser la preocupación de los ministros por aquellos a su cargo, aunque habrá tanto buenos como malos.
Jesús quería que no trabajaran solos, sino que se ayudaran unos a otros a sacar la red. Nadie puede sacar solo los muchos peces del mar de las naciones. Ahora, Cristo te invita a que, junto con nosotros y con todos los miembros de tu iglesia, eches la red de la palabra de Dios en tu entorno, para que puedas atraer a Jesús a muchos de tus conciudadanos. Ora por ellos, háblales del Salvador, invítalos a tus reuniones, distribuye publicaciones espirituales, y trabajemos juntos en el servicio del Señor. ¿Oras por aquellos que leen el evangelio y no lo entienden? Únete a ellos a través de tus oraciones para que encuentren en el evangelio al verdadero Cristo y la vida eterna.
El Señor te llama a ganar almas, no a juzgarlas. Por tanto, acepta a los respetuosos y a los educados, y no rechaces a los pobres ni a los agitadores, pues el juicio le corresponde a Cristo, el justo Juez. Debes saber que tu servicio te pondrá frente a frente con diferentes tipos de personas: justos y malvados, conservadores y progresistas, ancianos y jóvenes, inteligentes e ingenuos, pobres y ricos, civilizados e incivilizados, ciudadanos y extranjeros, enfermos y sanos. Ofréceles a todos la palabra de Dios sin distinción y proclama el evangelio de la salvación a quienes te rodean. No seas perezoso; trabaja con energía mientras haya luz del día. No decidas en tu servicio quién es el malvado o el bueno. Los ángeles del Señor expulsarán a los hipócritas, y luego llevarán al cielo a muchos pecadores arrepentidos porque se aferran a Cristo con fe.
Había una vez un joven que no creía en el infierno. Sin embargo, durante la guerra, se tiró al suelo cuando lanzaron bombas y rechinó los dientes mientras las llamas destruían todo a su alrededor. De repente, reconoció la posibilidad de un infierno de llamas eternas. ¿Amas a los que están perdidos a tu alrededor y anhelas salvarlos para que no sean consumidos en el juicio final? Si no es así, no tienes amor y mereces el infierno.
ORACIÓN: Jesús, tú nos has llamado a ser bendición para los demás, pero no sabemos cómo servirles, porque a menudo somos tímidos cuando queremos predicar y proclamar la salvación a las personas. Perdónanos, Señor, nuestra lentitud, y guíanos junto a aquellos que te obedecen para servir a los que tú has amado y deseado llevar hacia ti. Inspíranos a ofrecerles tu llamado para que se arrepientan, se vuelvan a ti, entren en el reino del amor y reciban la vida eterna antes de morir.
PREGUNTA:
- ¿Quiénes son los que Cristo quiere que ganes para su reino?