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a) Las Bienaventuranzas (Mateo 5:1-12)
MATEO 5:4
4 Dichosos los que sufren, porque serán consolados. (Salmo 126:5; Apocalipsis 7:17)
El segundo llamado del amor de Dios se dirige a aquellos que están afligidos. Con compasión, Cristo es como les dijera: ‘No lloren, porque ha comenzado una nueva era. He vencido con mi muerte sacrificial todas las razones de angustia y tristeza. El Espíritu de Dios vendrá sobre ti y te consolará. Este Espíritu Santo será tu paz y tu esperanza’ (Efesios 1:14). La tristeza en tu corazón, por grande que sea, será superada por la alegría y el consuelo que provienen del cielo. Cristo ofrece una esperanza segura a nuestro mundo afligido; por lo tanto, regocíjate, da gracias y alégrate por su gran salvación. Nuestros cánticos e himnos de gratitud y alabanza superarán la tristeza más profunda. Aguarda la venida del Señor, pues en ese momento Él cumplirá nuestra gloriosa esperanza. Dios enjugará todas las lágrimas de nuestros ojos (Apocalipsis 7:17; 21:4; Isaías 25:8).
La verdadera felicidad en el cielo consiste en ser consolado de manera perfecta y eterna. El gozo del Señor es una plenitud de “alegría (…) y de dicha eterna" (Salmo 16:11). Será aún más dulce para aquellos que han sido preparados para ella mediante una "tristeza que es según Dios". El cielo será realmente un paraíso para aquellos que sufren en la tierra. Será una cosecha de alegría, el fruto de una "siembra con lágrimas" (Salmo 126:5-6); una montaña de gozo, hacia la cual nuestro camino atraviesa un valle de lágrimas (Salmo 30:5).
MATEO 5:5
5 Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia. (Mateo 11:29; Salmo 37:29)
Los humildes descansan en paz. Se rinden y se someten a Dios, a su palabra y a su vara; siguen sus indicaciones y cumplen sus designios. Son gentiles con los demás y soportan la provocación sin dejarse llevar por ella. Prefieren guardar silencio o responder con amabilidad; y pueden mostrar su desagrado cuando es necesario, sin recurrir a ningún comportamiento inapropiado. Pueden mantener la calma cuando otros se exaltan y, con paciencia, conservan el control de sus propias almas, aun cuando apenas puedan mantener el control de cualquier otra cosa. Son los mansos, que rara vez y con dificultad se ven provocados, pero se calman rápida y fácilmente. Prefieren perdonar veinte injurias que vengar una, manteniendo el dominio sobre sus propios espíritus.
Estos mansos son realmente dichosos, incluso en este mundo. Son felices, porque siguen a Jesús, quien dice: "Aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón" (Mateo 11:29). Imitan a Cristo, quien es Señor de su ira, y en quien no hay furor. Son bienaventurados y felices, porque disfrutan de su Señor de la manera más cómoda e imperturbable. Son aptos para cualquier relación, cualquier condición y cualquier compañía, aptos para vivir y aptos para morir.
Pero los poderosos, líderes, ricos y orgullosos se lamentarán cuando Cristo vuelva. Se desesperarán porque no reconocen los principios básicos de la ley de Dios y los quebrantan. Serán sometidos a severos castigos y pérdidas. El manso Cristo heredará la tierra junto con todos aquellos que lo han aceptado y han cambiado su naturaleza de violencia a mansedumbre.
PREGUNTA:
- ¿Por qué los humildes y no los poderosos heredarán la tierra?