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5. Saulo se bautiza de la mano de Ananías (Hechos 9:6-19a)
HECHOS 9:6-19a
6 Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer. 7 Los hombres que viajaban con Saulo se detuvieron atónitos, porque oían la voz, pero no veían a nadie. 8 Saulo se levantó del suelo, pero cuando abrió los ojos no podía ver, así que lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. 9 Estuvo ciego tres días, sin comer ni beber nada. 10 Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor llamó en una visión. —¡Ananías! —Aquí estoy, Señor. 11 —Anda, ve a la casa de Judas, en la calle llamada Derecha, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, 12 y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista. 13 Entonces Ananías respondió: —Señor, he oído hablar mucho de ese hombre y de todo el mal que ha causado a tus santos en Jerusalén. 14 Y ahora lo tenemos aquí, autorizado por los jefes de los sacerdotes, para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre. 15 —¡Ve! —insistió el Señor—, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel. 16 Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre. 17 Ananías se fue y, cuando llegó a la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo». 18 Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado; (19 a) y, habiendo comido, recobró las fuerzas.
Saulo no sólo estaba asustado, sino que estaba a punto de morir, pues todo lo importante en su vida de fe, dignidad, rectitud, celo y voluntad se despedazó de golpe cuando se le apareció el que había resucitado de entre los muertos. Saulo comprendió: "Estoy en falta. Soy enemigo de Dios y agente de Satanás. Toda mi educación y piedad no me han servido de nada. Soy rebelde, ingrato y réprobo". No hay caída más grande que la de aquel que pretende ser piadoso en sí mismo, al saber que todo hombre es enemigo de Dios por naturaleza.
Sin embargo, Jesús no destruyó al perseguidor de su iglesia, sino que le dio la oportunidad de arrepentirse. Saulo balbuceó: "Señor, ¿qué quieres que haga?" Después de eso Saulo no fue libre. Prescindió de su libertad y se convirtió en siervo de Jesús. Encontró a su Señor, y se sometió a él incondicionalmente para siempre. Su Señor lo curó de su ceguera espiritual, y de su creencia inactiva en el monoteísmo. Saulo se dio cuenta de que Jesús es el Señor vivo, y el único Dios verdadero con el Padre y el Espíritu Santo.
El Señor examinó inmediatamente la fe de aquel que fue quebrantado, y le ordenó que fuera a Damasco. Hacía sólo unos minutos que Saulo estaba decidido a entrar a las puertas de la capital a lomos de su caballo, como un reformador fuerte y celoso. Sin embargo, ahora se tambaleó, conducido por sus temibles compañeros a las puertas de Damasco. Se detuvo en la casa de unos amigos que estaban asombrados por la noticia de la gloriosa luz que brilló a su alrededor en el desierto.
Saúl no habló con nadie, sino que se aisló, oró y ayunó. Se separó de todos los vivos y se acercó a Dios. Sólo anhelaba la sumisión al Altísimo, la paz con Dios y la obediencia implícita a él. Saulo supo que el Señor Jesús vive, y que no lo rechazó. Oró pidiendo su perdón, y su salvación de la ira de Dios. Profundizó en los significados de la resurrección de los muertos, y en los misterios de la cruz, y se edificó sobre las verdades del Nuevo Testamento.
Jesús responde a todas las oraciones de arrepentimiento franco. Inmediatamente encargó a un creyente llamado Ananías que fuera a ver a Saulo y le ayudara a entrar en la vida. El Señor no encomendó a un gran mensajero, ni a un ángel glorioso, sino a un hombre apenas conocido y apoyado por Dios. El Señor reveló al mismo tiempo al Saulo que oraba, que Ananías vendría a él y le impondría las manos en la cabeza en el nombre de Jesús, para que no rechazara su llegada a él.
Ananías no se alegró de este encargo del Señor, pues temía a Saulo y temía por su autoridad. Todos los creyentes sabían que el joven Saulo, conocedor de la Biblia, era un demonio rebelde y perverso, y un perseguidor de los santos en Jerusalén. Así que parecía imposible que Ananías impusiera sus manos sobre el transgresor para que el Espíritu Santo habitara en él, que no había conocido a Jesús de verdad ni se había arrepentido sinceramente. Pero el Señor rompió la palabra del perturbado Ananías, y le ordenó tajantemente: “¡Ve!” Cuando Jesús te llame y te ordene hacer algo, ve, habla, haz y ora. Cumple completamente la orden del Señor de inmediato. Tu Rey no esperará mucho tiempo. Espera de ti una obediencia inmediata.
Jesús no comentó a Ananías el relato de su aparición a Saulo y la razón del cambio de Saulo, pero le dijo al humilde orante el propósito de su encargo a Saulo y su envío. Dios lo había escogido como un vaso de gracia lleno del poder del Espíritu Santo. ¿Entendiste la palabra gracia? Dios hizo de su enemigo un apóstol, y del que le guardaba rencor un amante. Salvó al que estaba ahogado en la ceguera de la intolerancia y el engreimiento, e hizo que abriera los ojos de millones de personas espiritualmente. El Espíritu Santo habitó en el endemoniado arrepentido, lo liberó de toda su dependencia de los fundamentos terrenales y lo confirmó en la gracia y la esperanza vivas en Cristo. Así, Saulo llevaba el nombre de Jesús en lo más íntimo de su ser. Lo confesó con sus labios, con su corazón y con su mente, y su vida se llenó del nombre de Jesús. Saúl se hizo responsable de este nombre único. ¿Sabes quién es un verdadero cristiano?
Es aquel en el que Cristo aparece en palabra y en comportamiento, abstinencia, verdad, rectitud y poder. ¿Cristo brilla claramente en tu vida?
Pablo tuvo que dar testimonio de Cristo ante reyes, príncipes y gobernantes, atado como su Señor y llevado por guardias. Su Señor también lo envió a los judíos helenos. Pablo estaba dividido en su amor entre los gentiles y los hijos de su nación. Su corazón sufría por la ignorancia de los primeros y por la rabia de los segundos. Quien lee sus epístolas sabe cuánto sufrió Pablo por el nombre de Jesús. A pesar de ello no se vanagloriaba de sus sufrimientos, pues sabía que no tenía más recompensa ni mérito que la gracia y nada más. Ananías escuchó con asombro la revelación del Señor sobre el futuro de Saúl. Entonces creyó y fue. Probablemente se informó de lo que le había sucedido a Saulo en el camino, pues le habló al ciego en nombre del Señor, que se le había aparecido en el camino. Este Señor Jesús hizo de su enemigo Ananías su hermano. La gracia de Cristo cambia completamente a las personas. Hace la paz entre los adversarios y los convierte en hermanos en la familia del amor de Dios.
El orante Ananías sólo sabía que el Señor Jesús no lo envió a Saulo sólo para abrirle los ojos físicamente, mediante el poder de imponerle las manos en la cabeza, sino que también sabía que el fin de este tratamiento ceremonial era la llenura del Espíritu Santo, la morada del perdón, la realización de la paz con Dios, el encargo al servicio y el fortalecimiento del amor en el poder de la humildad. Pablo no podía producir estas virtudes por sí mismo, ni por su cultura, ni por el racismo de su pueblo, pero Cristo le envió a un simple hermano que estaba lleno del Espíritu Santo para que nadie se jactara.
Entonces el inculto Ananías puso sus manos sobre la cabeza del experto en leyes, e inmediatamente el que estaba ciego recobró la vista, el perseguidor de Dios se llenó del Espíritu del Señor. Nadie pudo explicar este momento en la vida de Pablo, excepto Lucas, el médico que escribió que algo áspero como las escamas cayó de los ojos de Saulo, y entonces se dio cuenta de que el Juez eterno es su Padre celestial, que el que fue crucificado y despreciado es el manso Cordero de Dios, que el Espíritu Santo es el amor de Dios mismo, y que el Cristo resucitado es la esperada esperanza de gloria que viene pronto. En ese momento, la salvación de Cristo se hizo realidad en el penitente, y su corazón se iluminó como una lámpara eléctrica encendida en un túnel oscuro.
Después de su bautismo del Espíritu Santo, Saulo también practicó el bautismo de agua, pues estaba dispuesto a obedecer todas las palabras de Cristo. Testificó ante los miembros de la iglesia y el mundo entero que había dejado la vieja vida y la doctrina sin vida, entró en la vida eterna y se confirmó en el Nuevo Testamento. Saulo consideró su pasado como enterrado, y un nuevo hombre se levantó llamado pequeño Pablo.
Después de eso leemos algo agradable, que el que fue redimido no comenzó con alabanzas inspiradoras, ni estalló con un torrente de hablar en lenguas, sino que pidió comida, y comió bien porque había ayunado durante tres días y tres noches. Sin embargo, cuando se reconcilió con Dios, su cuerpo y su alma se recuperaron en la presencia del Espíritu Santo, y se convirtió en un hombre normal. Pablo no continuó su camino en el ascetismo, sino que comió, y bebió, y vivió para su Señor viviente.
ORACIÓN: Oh Señor Jesús, te damos gracias porque enviaste a Ananías a llenar con el Espíritu Santo a Saulo, mediante la imposición de las manos. Condúcenos al verdadero arrepentimiento y a volvernos sinceramente a ti para que tu bondadoso Espíritu nos llene y seamos responsables llenos de tu nombre y de tus virtudes.
PREGUNTA:
- ¿Qué significa la llenura del Espíritu Santo de Saulo?