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HECHOS - En La Procesión Triunfal De Cristo
Estudios sobre los Hechos de los Apóstoles
PARTE 1 - La Fundación De La Iglesia De Jesucristo En Jerusalén, Judea, Samaria Y Siria - Bajo el patronato de Pedro, guiado por el Espíritu Santo (Hechos 1 - 12)
B - La Extensión Del Evangelio De La Salvación A Samaria Y Siria, Y El Comienzo De La Conversión De Los Gentiles (Hechos 8 - 12)

4. La aparición de Cristo a Saulo cerca de Damasco (Hechos 9:1-5)


HECHOS 9:1-5
1 Mientras tanto, Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote 2 y le pidió cartas de extradición para las sinagogas de Damasco. Tenía la intención de encontrar y llevarse presos a Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres. 3 En el viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor. 4 Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 —¿Quién eres, Señor? —preguntó. —Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz—.

Saulo había estudiado la Ley en Jerusalén a los pies de Gamaliel, el sabio erudito. Creía que Dios es uno, y estaba excesivamente entusiasmado por su fe, y lleno de celo en su lucha por la unicidad de Dios, también por hacer cumplir la ley en su nación. A quien se apartaba de la fe de los padres, o se negaba a someterse a ella, Saúl lo obligaba por la fuerza a someterse a ella, o lo mataba rencorosamente. El joven Saulo se enfureció por los sermones de Esteban durante su defensa, y por su declaración sobre ver a Cristo. Así que atormentó a los creyentes de esta doctrina para que renunciaran a su creencia, y blasfemaran contra Cristo. El alto consejo estaba complacido con el activo y audaz Saulo, y le proporcionaron el poder y los documentos necesarios cuando solicitó una comisión para ir a Damasco, el extenso oasis en medio del desierto, para que pudiera reformar la comunidad judía allí, aniquilar las herejías de Jesús y confirmar la fe de los padres.

El orgulloso Saulo cabalgó hacia la capital siria a través del desierto para destruir a los que tenían el Espíritu de Cristo, que oraban por su enemigo, lo amaban y conocían sus intenciones. La nueva fe llegó a Damasco a través de comerciantes, refugiados y viajeros, y no a través de apóstoles o diáconos.

Cuando Saúl vio de lejos las torres y las cúpulas de la ciudad, se preparó para entrar en ella con jactancia. Entonces, de repente, la gloria del Señor brilló alrededor de este hombre celoso que pensaba que estaba sirviendo a Dios, y en realidad era un siervo de Satanás, y Saúl cayó de su caballo al suelo. No leemos que Saúl montara a caballo en ningún momento posterior de su vida. Solía caminar a pie de forma quebrantada y humilde.

El joven oyó una voz que le punzó el corazón y le heló la mente: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" El interlocutor conocía su nombre, su carácter, su pasado y sus planes. Dios le había puesto de manifiesto y revelado toda su vida y sus delitos. Fue desvelado ante el Juez eterno.

Saúl tembló cuando la voz le dijo: "Me persigues". Jesús no dijo: "Persigues a la iglesia", sino "Me persigues a mí personalmente", porque Jesús y su iglesia son una unidad completa. El Señor es la cabeza y nosotros somos los miembros de su cuerpo espiritual. Lo que le ocurre al más pequeño de sus seguidores le ocurre a él personalmente. El Señor sufre con su iglesia toda injusticia contra ella. En esta pequeña declaración, Jesús declaró el misterio de su iglesia y el fin de sus designios. Él está divinamente unido a sus seguidores por el Espíritu Santo en el amor.

Jesús no le dijo al que fue quebrantado: "Me persigues", sino "¿por qué me persigues?". Porque a Dios le resulta doloroso y difícil cuando la gente no entiende la verdad de la Santísima Trinidad. No hay razón, ni derecho a que ningún hombre se niegue a someterse a Jesús. La principal falta es que la gente no acepta el amor excepcional del Creador que se revela en Cristo. Este es el principal pecado: no creer en el perdón de los pecados por medio de aquel que fue crucificado. Esto va en contra del pensamiento de Dios que condena a todo hombre obstinado diciendo: "¿Por qué me persigues y contradices el amor de la Santísima Trinidad?"

Saúl sintió de alguna manera que el Señor de la gloria no lo destruiría de inmediato, aunque era su enemigo, y que el Viviente de la gloria no lo estrangularía, aunque Saúl había matado a sus seguidores. Sintió en sí mismo que el Señor que le hablaba era amoroso y no vengativo, y que su esencia era la gracia y no el juicio. Saulo no tenía ninguna obra buena que presentar para agradar a Dios que no fuera asesinar y perseguir a los santos. Pero Saulo recibió la gracia divina gratuitamente, y sin méritos, aunque estaba calificado para la muerte y el infierno. El perturbado Saulo balbuceó la frase: "¿Quién eres, Señor?". No lo llamó en el texto griego "Maestro", o "gran Ángel", sino que sabía que el interlocutor era Dios mismo, y lo llamó "Señor". La palabra de Saulo significaba una oración temblorosa, y una modesta oración por la revelación del nombre de Dios para poder saber quién era el que hablaba en la luz. Saúl sintió la gracia excesiva en medio del juicio destructivo, y se atrevió temerosamente a hablar a Dios con fe.

El Señor respondió a su enemigo. No lo mató, sino que respondió a su oración y lo bendijo. Las palabras de Cristo a Saulo significaron que el Señor se apiadó del malvado. Tuvo la gracia de decirle con palabras comprensibles su voluntad. Estas palabras purificaron y justificaron a Saulo, y fueron el fundamento de su futuro.

Jesús reveló su esencia con la única palabra "Yo soy". Así que: "¡Pobre Saulo! Pequeño, endemoniado y deslumbrado, yo estoy presente. He resucitado de entre los muertos. Estoy vivo. Yo soy Jesús. No soy un fantasma, ni una mentira. No estoy putrefacto en la tumba, sino que soy el Señor de la gloria, de pie personalmente ante ti, y conociendo tu buena intención. Sin embargo, tu mente está abrumada a causa de tu odio religioso. No puedes percibirme a causa de tu abominable fanatismo. Pero me persigues a mí, que he vencido a la muerte y he prevalecido sobre el infierno, pensando que sirves a Dios.” Esta es la verdad, incluso hoy, que todos los que persiguen a Jesucristo son adoradores de Satanás, porque Jesús vivo está sentado a la derecha de Dios Padre, y se le ha dado toda la autoridad en el cielo y en la tierra.

Sin duda, Cristo, con su aparición y sus palabras al jactancioso Saulo, despedazó su confianza en sí mismo y en su propia justicia como fariseo. Le declaró que el que fue crucificado vive y es el centro del universo, que no destruye a sus enemigos, sino que les da gracia sobre gracia, y que es una unidad completa junto con su iglesia que está llena del Espíritu Santo. Estos tres principios declarados a Saulo en un momento siguen siendo los pilares de nuestra fe en el Nuevo Testamento: La resurrección de Cristo, su gracia en la cruz y su iglesia viva llena del Espíritu Santo. ¿Estás en plena armonía con estos tres pilares, o te opones al Espíritu y a la verdad de Cristo? Entonces el Señor te dice: "¿Qué sacas con darte cabezazos contra la pared? Sufrirás mucho porque contradices la verdad y la vida".

ORACIÓN: Te adoramos, Señor glorioso y misericordioso, porque no destruiste a Saúl, sino que fuiste misericordioso con él. Tú estás vivo y presente. Por favor, revélate a todos los que te buscan, y salva a todos los celosos religiosos que persiguen a tu iglesia con buena intención, sin saber su culpabilidad. Magnificamos tu nombre, pues eres uno con tu amada iglesia.

PREGUNTA:

  1. ¿Qué significó para Saulo la aparición de Cristo en gloria?

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