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HECHOS - En La Procesión Triunfal De Cristo
Estudios sobre los Hechos de los Apóstoles
PARTE 1 - La Fundación De La Iglesia De Jesucristo En Jerusalén, Judea, Samaria Y Siria - Bajo el patronato de Pedro, guiado por el Espíritu Santo (Hechos 1 - 12)
A - El Crecimiento Y Desarrollo De La Iglesia Primitiva En Jerusalén (Hechos 1 - 7)
21. La defensa de Esteban (Hechos 7:1-53)

d) La queja contra el pueblo obstinado (Hechos 7:51-53)


HECHOS 7:51-53
51 »¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo! 52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron sus antepasados? Ellos mataron a los que de antemano anunciaron la venida del Justo, y ahora a este lo han traicionado y asesinado 53 ustedes, que recibieron la ley promulgada por medio de ángeles y no la han obedecido».

Esteban confesó su verdadera fe con sabias palabras, y demostró su fidelidad a la tradición judía como judío helenista que no había sido educado en las escuelas de expertos en la ley. Para él, el gran Dios era el Dios del pacto, y el Dios de los respetados padres; y Abraham, Moisés y David eran personas santas. Consideraba la ley y el tabernáculo de los testigos como cosas sublimes. Pero a pesar de su recta confesión, Esteban sintió durante su sermón un odio mortal en sus oyentes, pues trató de aclarar en su testimonio basado en la Ley la terquedad de su pueblo, y su estado de no estar preparado para arrepentirse. Al final, el Espíritu Santo le guió a atacar, para quitar del rostro de los rabinos profesantes y de los estrictos maestros de la ley los velos de su hipocresía. El joven, que no estaba educado en ciencias jurídicas ni en jurisprudencia, les aclaró la verdad de sus corazones.

Así, Esteban mostró a sus jueces la verdad de sus conciencias: que, a pesar de su circuncisión física, no estaban circuncidados en sus mentes y corazones. Con esta declaración, rompió uno de los símbolos de la presencia de Dios con ellos en el pacto, pues la circuncisión era considerada por los judíos como una relación constante con Dios, y cualquiera que dijera una sola palabra contra la circuncisión era considerado como si hubiera criticado a Dios mismo.

Esteban les dijo francamente a los hijos de su nación que se resistían a la voz del Espíritu Santo y no querían escuchar a Dios. En ese momento ya no podían escucharlo porque la naturaleza de sus corazones era perversa e inquebrantable. Se consideraban buenos y justos, bien educados y aceptables ante Dios. Despreciaban todo llamado al arrepentimiento y sonreían ante la idea de la autonegación. Se sintieron muy heridos cuando escucharon la severa palabra de castigo que fue anunciada por Moisés, Isaías, Jeremías, Juan el Bautista y Jesús para sacudir los duros corazones y hacer que las ovejas dispersas volvieran a su pastor (Éxodo 32:9, 33:3; Isaías 63:10; Jeremías 9:25; 6:10). Sin embargo, ni entendieron, ni sus duros corazones se ablandaron, sino que se enfadaron mucho.

¿Has entendido esta palabra de castigo? El corazón del hombre es malo desde su niñez. Sólo unos pocos se convierten y se someten a la guía de Dios. El hombre es rebelde y rencoroso por naturaleza. Aspira a ser un célebre dios menor para odiar a su Creador y nunca escuchar su palabra.

Por causa de este espíritu tan maligno los judíos persiguieron a todos los buenos profetas, y atormentaron a los que les predicaban la conocida voluntad de Dios: "Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo". Los verdaderos profetas escucharon con espanto la voz del Espíritu Santo, se pusieron en consonancia con sus profecías, y anunciaron la venida del Salvador del mundo, el Justo, el Rey divino, que puede cambiar todos los corazones perversos, y establece el reino de los cielos en nuestra pobre tierra.

Sin embargo, cuando vino Cristo, los hipócritas profesantes no se sometieron a él, y los escribas educados no lo entendieron. Por eso Esteban llamó a todos los judíos traidores a Cristo, pues habían errado el designio de la historia de Dios en su nación, y mataron injusta e ilegalmente al Hijo del Altísimo. Con este testimonio, el Espíritu Santo habló una vez más con toda franqueza, y aguijoneó a los jefes de los sacerdotes y a los dirigentes de la nación hasta el corazón, para que se quebrantaran y se arrepintieran por completo. El consejo judío no había asesinado injustamente a un joven poco distinguido de Nazaret, sino que había matado al Mesías prometido, la estrella de los elegidos de Dios desde el principio. Este hecho fue la cima de la desobediencia, y la dominación de los demonios sobre la tierra.

Esteban no se contentó con acusar a todos los miembros del alto consejo de asesinato y crimen, como los apóstoles habían declarado repetidamente, sino que además desafió la integridad más íntima de los fariseos, y les dijo: "No recibieron la ley directamente de Dios, sino que a través de los ángeles recibieron juicios secundarios y detalles sin valor. No son capaces de distinguir entre lo que es auténtico y lo que no tiene importancia. Y más que esta cuestionable ley judía, no guardaron ningún principio ni sección de la ley, pues no están capacitados para obedecer los mandatos, y no son justos, sino culpables y malditos, ya que el que desobedece en una ordenanza, quebranta toda la ley."

Con estas palabras decisivas, el predicador Esteban sacudió los fundamentos de la justicia del Antiguo Testamento, pues los judíos creían que el templo, la circuncisión, la ley y el sábado eran los pilares y los misterios del pacto con la que Dios se vinculaba al pueblo de Israel. Sin embargo, ahora Esteban les testifica públicamente que el templo está vacío, que sus corazones son incircuncisos, que su ley no es genuina y que no guardaron verdaderamente la ley. Esas acusaciones son comparables a las de alguien que se sienta en una silla y otro arrastra la silla debajo de él, y es grande la caída. La mayoría de los oyentes se sintieron sobrecogidos por el miedo, y algunos otros rechinaron los dientes con rencor, como si el infierno hubiera ardido en sus mentes.

ORACIÓN: Oh Dios santo, sondea mi mente, guárdame de toda traición, enséñame a obedecer al Espíritu Santo, perdona mis ofensas, apártame de los pensamientos desobedientes contra ti y los hombres, circuncida mi corazón, conviérteme, dame oídos para oír y sálvame de mí mismo para que no te odie, sino que te ame y me entregue en tus manos por siempre.

PREGUNTA:

  1. ¿Cuáles son las declaraciones importantes con las que Esteban acusó al alto consejo?

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