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4. La defensa de Pablo ante sus compatriotas (Hechos 22:1-29)
HECHOS 22:17-21
17 »Cuando volví a Jerusalén, mientras oraba en el templo tuve una visión 18 y vi al Señor que me hablaba: “¡Date prisa! Sal inmediatamente de Jerusalén, porque no aceptarán tu testimonio acerca de mí”. 19 “Señor —le respondí—, ellos saben que yo andaba de sinagoga en sinagoga encarcelando y azotando a los que creen en ti; 20 y, cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, ahí estaba yo, dando mi aprobación y cuidando la ropa de quienes lo mataban”. 21 Pero el Señor me replicó: “Vete; yo te enviaré lejos, a los gentiles”».
Pablo no creó el Evangelio de la gracia, ni el símbolo del bautismo, pero Jesús le ordenó que diera testimonio de su glorioso ser como único camino a Dios para los que creyeran en él. Pablo testificó ante la gran multitud silenciosa en el patio del templo otra aparición de Cristo a él. Lo vio una vez más en medio del templo, durante su primer viaje a Jerusalén, lo que significa la realización de un milagro maravilloso, que fue considerado por los judíos como una blasfemia atroz: Jesús, que fue crucificado y rechazado por la nación, apareció en medio de la morada del Dios santo. Esta afirmación apuñaló el corazón de cada judío, pues indicaba primero que Jesús es Dios verdadero, uno con el Santo que moraba en el templo, y que vivía en armonía con él desde la eternidad hasta la eternidad; y segundo, que los judíos son sus asesinos. Condenó a todos los judíos a la destrucción, todos a la vez, por matar al Hijo de Dios y no reconocer su gloria. Ninguno de los que estaban presentes en el templo vio a Jesús, excepto Pablo.
Su Señor no se encontró con él personalmente como lo hizo cerca de Damasco, sino en un trance. Esta segunda revelación del que había resucitado de entre los muertos también era verdadera. Pablo asentó su testimonio sobre la gloria de la persona de Jesús como testimonio de la verdad ante sus oyentes. No discutió con ellos en absoluto las cuestiones de la ley, sino que dio testimonio de la persona de Jesús viviente.
Jesús no se manifestó a su siervo para su propio disfrute espiritual, sino para edificar al Dios de la Iglesia en todo el mundo. Él le ordenó, diciendo: "¡Date prisa! ¡Corre! ¡Vete! ¡Anda! ¡Muévete! No te quedes sentado, sal de Jerusalén y de la comunión de los santos. No prediques al fanático. Aléjate de los seguidores de la ley, porque no oyen". ¡Qué asombroso! Pablo era testarudo. No quería ir lejos, sino que prefería quedarse cerca de la morada de Dios, donde se le apareció Jesús. Insistió en testificar a los judíos que Jesús vive, y esperaba que creyeran su testimonio, pues él fue el testigo de honor cuando apedrearon a Esteban, y era conocido como el asesino de los cristianos. El cuerpo y la voluntad de Pablo eran lentos e inactivos. No creía en la predicación de los gentiles, ni estaba dispuesto a atraer a los idólatras al pacto con Dios, pero su Señor vivo le ordenó claramente que fuera a los gentiles, habiéndole enviado a una distancia lejana, pues el Nuevo Testamento es para todos los hombres, y no sólo para los judíos. El mismo Señor Jesús derribó las fronteras del Antiguo Testamento, y abrió la puerta que conduce a Dios para todos los seres humanos. La era de los gentiles ha comenzado y la gracia se derrama sobre todos los fieles que buscan a Dios.
HECHOS 22:22-29
22 La multitud estuvo escuchando a Pablo hasta que pronunció esas palabras. Entonces levantaron la voz y gritaron: «¡Bórralo de la tierra! ¡Ese tipo no merece vivir!» 23 Como seguían gritando, tirando sus mantos y arrojando polvo al aire, 24 el comandante ordenó que metieran a Pablo en el cuartel. Mandó que lo interrogaran a latigazos con el fin de averiguar por qué gritaban así contra él. 25 Cuando lo estaban sujetando con cadenas para azotarlo, Pablo le dijo al centurión que estaba allí: —¿Permite la ley que ustedes azoten a un ciudadano romano antes de ser juzgado? 26 Al oír esto, el centurión fue y avisó al comandante. —¿Qué va a hacer usted? Resulta que ese hombre es ciudadano romano. 27 El comandante se acercó a Pablo y le dijo: —Dime, ¿eres ciudadano romano? —Sí, lo soy. 28 —A mí me costó una fortuna adquirir mi ciudadanía —le dijo el comandante. —Pues yo la tengo de nacimiento —replicó Pablo. 29 Los que iban a interrogarlo se retiraron en seguida. Al darse cuenta de que Pablo era ciudadano romano, el comandante mismo se asustó de haberlo encadenado.
Los judíos se aferraron a la elección de Abraham y su descendencia, y se atuvieron a lo prometido por Dios en su pacto con Moisés. Les resultaba imposible creer que Dios hubiera admitido de repente a los impuros gentiles en su comunión. Consideraban la ley, la circuncisión, el sábado y el templo como una garantía de la presencia de Dios con ellos, y en consecuencia se encendieron y se negaron a imaginar que todos estos preciosos tesoros eran inútiles, y que los gentiles recibirían la plenitud de la gracia sólo por la fe, sin hacer ningún esfuerzo por guardar la ley. Esta idea estaba más allá del entendimiento de los judíos. Así que estallaron y vieron en Pablo a un pervertidor de la verdad, un blasfemo ingrato y un enemigo de Dios, y pidieron que fuera destruido de inmediato. La cólera creciente de la multitud se convirtió en un ruido infernal que les hizo rasgarse las vestiduras y lanzar polvo al aire, mientras Pablo permanecía preservado en medio del tumulto. Los judíos no reconocieron el último llamado de Cristo al arrepentimiento. Jesús había enviado a Pablo a los pueblos, y Pablo no se envió a sí mismo. Sin embargo, la obstinada mente de los judíos estaba completamente endurecida contra la atracción del Espíritu de Dios.
En el segundo informe, Lucas contó al excelentísimo Teófilo, receptor de su libro, cómo los oficiales romanos se comportaron honestamente con Pablo cuando supieron que era romano, pues habían pretendido arrancarle una confesión mediante la tortura, ya que el comandante no había entendido el discurso de Pablo, que era en lengua hebrea, sino que había visto la salvaje excitación incontrolada como consecuencia de ese discurso.
Aunque Pablo estaba preparado para morir, se esforzó por seguir siendo testigo de Cristo, y utilizó su derecho civil para preservar su libertad. Dijo al oficial que le había preparado para el suplicio el peligro que le esperaba si hubiera azotado a un ciudadano romano, pues quien azotaba a un ciudadano romano era condenado a muerte en el acto. Así que el comandante de 1000 soldados se apresuró espantosamente hacia Pablo, pues había atado con cadenas a un romano libre. Aprendemos de la defensa del apóstol que sus padres se habían convertido muy probablemente en romanos cuando Antonio César visitó Tarso con Cleopatra en su matrimonio, y concedió la ciudadanía romana a todos los naturales de la ciudad. A no ser por este privilegio, los afilados látigos habrían azotado a Pablo y los verdugos habrían arremetido contra su espalda como habían hecho con Jesús.
ORACIÓN: Señor Jesucristo, te damos gracias porque nos elegiste a nosotros, que somos indignos, de entre todos los pueblos, para ser tu pueblo elegido sólo por la gracia y sin guardar la ley. Perdona nuestro insuficiente agradecimiento, y ayúdanos a ser santos y sin culpa ante ti en el amor, y a comunicar tu salvación a todos los hombres, y a no callar, sino a hablar.
PREGUNTA:
- ¿Por qué los judíos estallaron de ira cuando Pablo dijo que Jesús le había enviado a los gentiles?