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8. Las obras maravillosas de Cristo de la mano de Pedro (Hechos 9:31-43)
HECHOS 9:31-35
31 Mientras tanto, la iglesia disfrutaba de paz a la vez que se consolidaba en toda Judea, Galilea y Samaria, pues vivía en el temor del Señor. E iba creciendo en número, fortalecida por el Espíritu Santo. 32 Pedro, que estaba recorriendo toda la región, fue también a visitar a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que llevaba ocho años en cama. 34 «Eneas —le dijo Pedro—, Jesucristo te sana. Levántate y tiende tu cama». Y al instante se levantó. 35 Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor.
El versículo 31 tiene una gran importancia porque Lucas nos escribió en resumen que la iglesia cristiana se extendió a pesar de la persecución en las regiones conocidas como Palestina donde Jesús anduvo. E incluso en Galilea, la región montañosa, se fundaron iglesias cuyo fundador nos es desconocido.
Cuando Saulo se volvió a Jesús el Salvador, la persecución contra los cristianos perdió su impulso, pues los juristas eran teóricos, y se contentaron con la muerte de Esteban como una temible advertencia al público. Como Pablo pasó tres años fuera de Jerusalén, y la persecución cesó durante algún tiempo, el odio era como un fuego apagado oculto bajo la tierra. Sin embargo, no estalló abiertamente, ni persiguió a los creyentes en público.
Las iglesias entre Damasco y Galilea y en la costa del mar respiraban y se edificaban en el amor, el estudio profundo, la paciencia, los sacrificios y la comunión. El temor del Señor permanecía en ellas como principio de la sabiduría. La alegría de los cristianos y su amor a Dios, la Santísima Trinidad, están relacionados con la reverencia ante el Santo. Si llamamos a Dios nuestro Padre con agradecimiento y alabanza, no olvidemos la primera petición de la Oración del Señor: "Santificado sea tu nombre".
Donde las iglesias viven ante Dios en el amor y están llenas del Espíritu Santo, el evangelio se predica automáticamente, pues este avivamiento no necesita de reuniones especiales para promoverlo, ya que todo creyente es una luz en las tinieblas, y todo aquel que está firme en el Señor es como una estrella brillante en la noche profunda y oscura, que guía hacia el camino de la salvación. Donde el Espíritu Santo funde el testimonio de la conducta con el poder de la palabra, su consuelo unge los corazones perturbados que temen el juicio de Dios. Y donde el evangelio de la salvación nos guía hacia aquel que fue crucificado, allí el arrepentimiento es coronado por la justicia de la fe sellada por la morada del Espíritu Santo en el creyente. El propio Espíritu Santo es el motivo de la predicación. Él habla a los individuos a través de los creyentes regenerados que las iglesias se vuelven más activas a través de la actividad de su poder. ¿Y qué pasa con sus iglesias? ¿Se aman los unos a los otros? ¿Están firmes en Cristo, su centro? ¿Se anuncia su testimonio común a todo el pueblo con el poder del Consolador divino?
Como las iglesias tenían ahora un cómodo resplandor de libertad y paz, lejos de la persecución, Pedro dejó Jerusalén, el centro del cristianismo, y visitó todas las iglesias desde el norte hasta el sur, y desde el este hasta el oeste. También bajó a la costa, y llegó a las ciudades cercanas a Jope (actual Jaffa).
Había una comunión de santos en Lida, porque el Señor los había escogido del mundo, y los había tomado para sí. Los purificó por la sangre de Cristo, y fueron llenos del bondadoso Espíritu. Así se convirtieron en santos por la gracia mediante su fe en Cristo, que los había salvado, confirmado, santificado y guardado en su amor.
A pesar de esos privilegios, había enfermedades, tentaciones y problemas entre ellos. Uno de los creyentes llevaba ocho años paralizado. Pedro oyó hablar de él. Buscó su casa, lo visitó como fiel ministro de su congregación y le habló de Cristo. En esta reunión, junto con los hermanos en la Ley, oraron juntos y confesaron sus pecados. Pedro confirmó al paralítico la remisión de sus pecados, y le dijo "Hermano, Jesucristo te sana". Con esta declaración Pedro resumió todo el evangelio, y confesó públicamente que el Jesús Nazareno es el verdadero Cristo a quien le fue dada toda la autoridad en el cielo y en la tierra, de quien fluyen los poderes de salvación y curación a través de un creyente a otro, como dijo Cristo: "De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva."
Eneas, el paralítico, escuchó y creyó. Confiando y obedeciendo al apóstol, se levantó, envolvió su alfombra mojada por las lágrimas y se sentó con los que se reunían con él para la comunidad en la oración, y ellos magnificaron a su Señor. Todos los creyentes de la costa que habían conocido a este hermano fiel en su paciencia se alegraron y se pusieron contentos. Anunciaron la noticia no de que Pedro había hecho un milagro, sino de que Cristo había intervenido para sanar a la iglesia, pues el Señor vivo glorificaba su nombre con muchas señales y prodigios.
ORACIÓN: Oh Señor Jesús, te damos gracias por el crecimiento de tu iglesia. Te magnificamos por tu poder, que obra en tus siervos, y te rogamos por nuestra débil fe. Perdona nuestros pecados. Purifícanos de toda malicia. Sana nuestra tibieza, y permítenos correr en tu camino.
PREGUNTA:
- ¿Cómo curó Cristo a Eneas en Lida?