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3. El Bautista da testimonio de Jesús el Esposo (Juán 3:22–36)
Tras dar un humilde testimonio y expresar su alegría por el crecimiento del movimiento cristiano, el Bautista dio testimonio de la grandeza de Cristo y de su inigualable mensaje, y luego dijo:
JUÁN 3:31
31 El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, es terrenal y de lo terrenal habla. El que viene del cielo está por encima de todos.
Los seres humanos son mundanos y necesitan renacer. Sólo Jesús era celestial y se hizo hombre para acercarse a nosotros y redimirnos. Jesús, el nazareno, supera a todos los profetas, filósofos y dirigentes, pues el cielo es más alto que la tierra. Las invenciones de los hombres son asombrosas, pero provienen de la materia que Dios creó. El Hijo es la vida y la luz y la razón de nuestro ser. No hay comparación entre Él y todo lo demás. El Hijo es engendrado por el Padre antes de los siglos. Es perfecto y supera a todas las criaturas.
JUÁN 3:32–35
32 y da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. 33 El que lo recibe certifica que Dios es veraz. 34 El enviado de Dios comunica el mensaje divino, pues Dios mismo le da su Espíritu sin restricción. 35 El Padre ama al Hijo, y ha puesto todo en sus manos.
Jesús, como humano, es testigo ocular de la verdad celestial. Él realmente vio al Padre y escuchó sus palabras. Conoce sus pensamientos y planes. Él es la Palabra de Dios que brota del seno del Padre. Su revelación es perfecta. La revelación que llegó con los profetas es incompleta. Jesús revela la voluntad de Dios como definitiva y completa. Él es el testigo fiel, que se hizo mártir por ese testimonio. Él glorificó al Padre, tristemente, la mayoría de la gente todavía rechaza su testimonio. No quieren un Dios cercano porque eso requeriría un cambio de vida. Rechazan la filiación y niegan la paternidad de Dios.
Alabado sea Dios porque no todos odian a Dios y a su Espíritu. Hay un grupo selecto que ve al Padre en el Hijo y acepta su sacrificio perfecto. El que cree en su revelación y redención honra a Dios. Dios no puede mentir; el Hijo es la verdad. El Padre no reveló la sustancia de sus pensamientos en una constitución o libro, sino en la persona de Jesús. Quien se abre al Espíritu de sus Palabras se renueva. Cristo te llama no sólo a decir la verdad sino a vivir y hacerla. Su Evangelio se encarna entonces en ti.
Jesús no habló de cosas imaginarias ni de incertidumbres ni de deseos; sus palabras son creativas, poderosas y hasta claras. Dios mismo habló en su Hijo. El Espíritu en Él es ilimitado. El Padre le otorgó toda la sabiduría y la autoridad sin límites.
El Padre amó al Hijo y le entregó todas las cosas. El amor de Dios es un regalo y el Hijo honra a su Padre. La pregunta no es: ¿quién es más grande, el Padre o el Hijo? Esas preguntas provienen de Satanás. Cada Persona de la Santísima Trinidad engrandece a la otra y la honra. Quien ignora este principio, ignora al Señor. El Padre no temía que el Hijo usurpara su soberanía, pues Dios conocía la mansedumbre, la obediencia y la sumisión total del Hijo. Jesús gobierna sobre todo al decir: " Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra."
JUÁN 3:36
36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios».
El evangelista Juan nos enseña la fórmula salvadora: El que confía en el Hijo tiene la vida eterna. Esta breve frase encierra la totalidad del evangelio. Quien se acerca a esta unidad de amor ejemplificada en el Padre y el Hijo, se acerca al amor de Dios revelado en la cruz. Se apoya en el Cordero de Dios sabiendo que el Cordero ha quitado nuestras inmundicias. Con esta relación con Cristo experimentamos la corriente de su misericordia en el amor eterno. Esa fe en el Hijo crucificado nos transfiere su verdadera vida. La vida eterna no comienza después de la muerte, sino ahora mismo. El Espíritu Santo viene sobre los creyentes en el Hijo. Quien rechaza las palabras de Cristo, y rechaza su filiación y su cruz, contrista al Espíritu Santo. No encontrará descanso para su conciencia. El que no se somete a Jesús se opone a Dios mismo y permanece en la muerte espiritual. Todas las religiones que contradicen la doctrina del Hijo y su cruz ofenden la verdad de Dios. Quien rechaza su amor, elige su ira.
También Pablo afirma la posición de Juan: La ira de Dios se revela contra toda impiedad e injusticia. Porque todos han pecado y se han opuesto a la verdad con su iniquidad. Date cuenta de que la ira de Dios que destruye se derrama sobre la humanidad.
Como la serpiente levantada en el desierto, así el Crucificado se ha convertido en el símbolo de nuestra salvación de la ira de Dios. El Hijo ha abierto la dispensación de la gracia. Quien rechaza la gracia de la cruz deliberadamente, permanece en el juicio. Satanás encuentra en él un punto de apoyo. Las personas sin Cristo naufragan. ¿Cuándo comenzarás a orar por los individuos para que crean en el Hijo y se salven? ¿Cuándo hablarás con tus amigos con paciencia, para que reciban la vida de Dios por medio de tu testimonio?
ORACIÓN: Señor Jesús, te alabamos por tu amor y tu verdad. Te adoramos y te pedimos un corazón obediente, que se fija en la fe y que honra al Padre. En nuestra convicción declaramos que tú y el Padre son uno. Ten piedad de los que te rechazan ignorantemente. Concédeles el testimonio de tu Palabra. Ayúdanos a encontrar a los que nos envías y a hablarles de ti y de tu obra en favor nuestro.
PREGUNTA:
- ¿Cómo recibimos la vida eterna?