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17. Todos los apóstoles ante el Alto Consejo (Hechos 5:26-33)
HECHOS 5:26-33
26 Fue entonces el capitán con sus guardias y trajo a los apóstoles sin recurrir a la fuerza, porque temían ser apedreados por la gente. 27 Los condujeron ante el Consejo, y el sumo sacerdote les reclamó: 28 —Terminantemente les hemos prohibido enseñar en ese nombre. Sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas, y se han propuesto echarnos la culpa a nosotros de la muerte de ese hombre. 29 —¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres! —respondieron Pedro y los demás apóstoles—. 30 El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron colgándolo de un madero. 31 Por su poder, Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que diera a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. 32 Nosotros somos testigos de estos acontecimientos, y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha dado a quienes le obedecen. 33 A los que oyeron esto se les subió la sangre a la cabeza y querían matarlos.
Dios ama a sus enemigos y se apiada de los malos más de lo que nuestra mente puede imaginar. La audiencia se convirtió en un llamado al arrepentimiento pronunciado por doce voces apostólicas para que todos los gobernantes de los judíos se volvieran a su Señor, pues los presentes no eran sólo la comisión de investigación, sino todo el consejo.
El capitán del templo fue, y pidió con toda delicadeza a los embajadores de Cristo que fueran con él a reunirse con el consejo, y vinieron con él no como criminales atados, sino como hombres libres respetados. El capitán del templo no se atrevió a arrestarlos porque temía que el pueblo se rebelara en apoyo de los mensajeros de Dios y apedreara a los guardias. Así, los apóstoles siguieron de buena voluntad a los policías.
Los setenta ancianos estaban reunidos en la casa del sumo sacerdote. Éste estaba impaciente e inquieto, con el corazón cargado de odio, rencor y amenaza. Estaba especialmente indignado porque aquellos alborotadores le habían avergonzado ante los representantes del pueblo, por su extraña salida de la cárcel. Así que los regañó groseramente al entrar, preguntándoles: "¿Por qué persistían en enseñar en nombre de Jesús, aunque los habíamos impedido pronunciar el nombre de este hombre? Sin embargo, a pesar de nuestras severas órdenes, llenaron toda la ciudad de Jerusalén con su absurda doctrina. El propósito de ustedes no era sino insultarnos y ofendernos ante el pueblo, y también hacernos parecer como jueces injustos, como si Jesús fuera justo y nosotros criminales. Este joven de Nazaret no era más que un engañador y un blasfemo. Murió, y su cuerpo fue depositado en la tierra, y tuvimos descanso de él. Pero ustedes se han burlado del alto consejo, nos has insultado, y nos has invadido con mentiras, supersticiones y engaños.
Entonces Pedro y todos los demás apóstoles se levantaron juntos, y hablaron con toda valentía al mismo propósito, guiados por el Espíritu Santo, y dijeron: "No seguimos fábulas inventadas, ni tenemos mala intención, sino que hemos recibido la revelación de Dios, y por eso obedecemos al Señor con nuestro testimonio. Es imposible que les obedezcamos, pues Dios es más grande que ustedes y es nuestro Señor. ¡Ay de nosotros si nos retuviéramos la lengua para no hablar de sus verdades! Si así fuere nuestras lenguas se quemarían. Hablamos en base a la revelación directa de Dios a nosotros".
Luego posiblemente los ancianos les preguntaron: "¿Y cuál es el contenido de la revelación de Dios a ustedes?" Y uno de los apóstoles respondió: "No tenemos ninguna revelación sino la verdad de la resurrección de Jesús de entre los muertos. No se nos apareció como un fantasma, sino que Dios lo resucitó en la carne, porque Jesús estaba con Dios en todo momento, y Dios con él.”
Uno de los jueces gritó "¿Así que hablas de esa forma, que somos enemigos de Dios?" Y Pedro le respondió con firmeza y seguridad: "Fuiste tú, y nadie más, quien condenó a Jesús el Justo. Ustedes obligaron al gobernador Pilato a crucificarlo. Sí, ustedes son los asesinos y enemigos de Dios. Jesús es santo, y ustedes lo clavaron en la cruz maldita con manos de hombres impuros.
A pesar del crujir de dientes entre los jueces, uno de los apóstoles siguió diciendo: "Pero Dios no sólo lo resucitó de entre los muertos, sino que también lo exaltó a su diestra y lo convirtió en la cabeza de la Iglesia, en el Salvador de todo el mundo. Jesús es el mismo Señor que tiene las mismas características de Dios en sí mismo. Es su Mesías esperado, y vive a la derecha de Dios, como les había dicho: "Después verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Poder, y viniendo en las nubes del cielo".
Cuando los miembros del consejo escucharon esto, algunos de ellos se prepararon para saltar, pero se controlaron, temblando de rabia, y esperando la parte restante de la defensa de los apóstoles. Uno de ellos murmuró: "¿Qué más ha quedado que llamarnos a adorar a vuestro Señor?". Y uno de los discípulos respondió: "En realidad, Jesús no los rechaza. Pero los llama al arrepentimiento, y espera la conversión de todo el pueblo de Israel, porque es AMOR, y todavía está dispuesto a perdonar completamente sus pecados. Acérquense a él, porque su misericordia es mayor que el odio de ustedes. Dios les perdonará si se arrepienten de verdad.”
Es posible que un hombre neutral de entre el público preguntara a los pescadores preguntándose: "¿De dónde han sacado tanta osadía y descaro que encuentran culpables a sus jueces, y al mismo tiempo ofrecen el perdón? ¿Quiénes son y qué se creen que son? ¿Son dioses?" El Espíritu Santo guió a los discípulos para que no cayeran en la trampa de la tentación del orgullo o la blasfemia. Así que dijeron: "No somos más que testigos de la verdad de la resurrección de Jesús, y de su ascensión al cielo. El Espíritu Santo habitó realmente en nosotros, pues somos creyentes de Cristo ascendido. Este Espíritu nos confirma que nuestro conocimiento es verdadero, y que vivimos en armonía con Dios."
Uno de los ancianos se rió y dijo: "¿Qué entienden los analfabetos acerca del Espíritu Santo?" Y de inmediato se encontró con la cándida respuesta: "Dios sólo da su Espíritu a quien obedece su palabra y recibe la revelación de Cristo. Pero el que no cree perecerá, porque desobedece al Espíritu Santo en su testimonio. Todos los pecados serán perdonados al hombre, pero el pecado contra el Espíritu Santo nunca será perdonado.”
Cada una de las afirmaciones que dijeron los apóstoles disparó a los setenta ancianos como una flecha de la verdad divina en sus corazones. La mayoría de aquellos honorables miembros, cuya dignidad fue herida, se enfurecieron ante el insulto y saltaron para acabar a quienes consideraban blasfemos, gentuza y fanfarrones. La atmósfera se volvió cada vez más oscura, y el infierno se preparó para atacar a carcajadas a los líderes de la iglesia cristiana para matarlos a través de lapidación.
ORACIÓN: Oh Señor Jesucristo, tú estás vivo. Te adoramos y alabamos por el poder y la valentía concedidos a tus apóstoles. En esa posición crítica no te negaron, sino que dieron testimonio de tu verdad. Ayúdame a que en la hora de la tentación te siga siendo fiel hasta la muerte. Amén.
PREGUNTA:
- ¿Qué puntos de la defensa de los apóstoles contra los jueces te han gustado?