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6. La declaración de la traición venidera (Mateo 26:20-25)
MATEO 26:20-25
20 Al anochecer, Jesús estaba sentado a la mesa con los doce. 21 Mientras comían, dijo: —Les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar. 22 Ellos se entristecieron mucho y uno por uno comenzaron a preguntarle: —¿Acaso seré yo, Señor? 23 —El que mete la mano conmigo en el plato es el que me va a traicionar —respondió Jesús—. 24 El Hijo del hombre se irá, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Más le valdría a ese hombre no haber nacido. 25 —¿Acaso seré yo, Rabí? —dijo Judas, el que lo iba a traicionar. —Tú lo has dicho —contestó Jesús. (Lucas 17:1-2)
Cristo siempre vivió en íntima comunión con sus discípulos. Dios estaba entre ellos. Su presencia llenaba el ambiente de su fraternidad. Se amaban en santidad y hermandad. A pesar de la persecución y las dificultades, el gozo y la paz prevalecían entre ellos.
Jesús comenzó a revelar a su traidor durante la Cena del Señor sin mencionar su nombre abiertamente, evitando hacerlo un ejemplo público rechazado. La declaración de la traición venidera cayó como una bomba en medio de la reunión. Este anuncio fue una preparación divina para limpiar a los apóstoles de sus faltas y escrúpulos, para que fueran dignos de recibir la Cena del Señor.
Lo aterrador es que ninguno de los discípulos estaba seguro de su propia fidelidad. Cada uno sintió en su corazón la posibilidad de traicionar a su Señor. Quizás pensaron en huir para escapar de la ira de la nación. Cada uno de ellos se sintió expuesto ante el Señor y se quebrantó con vergüenza. Todos confesaron su debilidad en público, sin fingir ni jactarse de su fidelidad.
Cristo comenzó a intentar convencer a Judas para que se arrepintiera y confesara sus pecados. Le recordó el privilegio de la comunión, el amor y el poder que había experimentado en su relación con el Señor a lo largo de los años. Al mismo tiempo, le advirtió del terrible juicio en el infierno que sin duda le aguardaba, ya que había experimentado la gracia de Dios y ahora la rechazaba.
Sin embargo, Judas estaba lleno del espíritu del diablo, «el padre de la mentira». Miró a Jesús a los ojos, fingiendo arrepentimiento, y dijo: «Si Dios lo permite, no seré un traidor». Judas no llamó a Cristo «Señor», como los demás discípulos, sino «Rabí», «maestro» o «maestro mío». Su alejamiento de Cristo quedó patente en esta hipócrita malicia. Entonces Cristo le hirió profundamente el corazón y le reveló la maldad que había en su alma. Le dijo: «Lo has dicho. Tú eres el traidor».
¿Vas a arrepentirte antes de que Cristo quite tu vida y te juzgue? ¿Te mostrarás como un siervo fiel del Señor? ¿O el mal sigue dominando tu conciencia? ¿Te has quebrantado verdaderamente? ¿O eres un hipócrita que no sigue la guía del Espíritu Santo?
ORACIÓN: Padre celestial, ten misericordia de mí, pecador. Arranca de mi alma toda semilla de pecado. Perdona mi maldad y el mal que habita en mí. Crea en mí un corazón nuevo y renueva mis pensamientos. Ciertamente pereceré sin la sangre de tu Hijo. Líbrame de mis deseos y santifícame para que pueda seguir fielmente a tu Hijo junto con todos los arrepentidos en la tierra. Concede el espíritu de arrepentimiento y penitencia a todas las iglesias para que tú puedas habitar en ellas a través de tu Espíritu Santo. Señor, ¡sálvanos de nosotros mismos!
PREGUNTA:
- ¿Qué sucedió poco antes de la ordenanza de la Cena del Señor?