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g) De la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mateo 12:22-37)
MATEO 12:22-24
22 Después de eso llevaron ante Jesús un endemoniado que estaba ciego y mudo, entonces él lo sanó y pudo ver y hablar. 23 Toda la gente quedó asombrada y decía: «¿No será este el Hijo de David?». 24 Pero al oírlo los fariseos, dijeron: «Este no expulsa a los demonios sino por medio de Beelzebú, príncipe de los demonios». (Marcos 3:22-37, Lucas 11:14-23, Juan 7:42)
Cristo reveló gradualmente su autoridad. El caso del hombre que le trajeron no fue casual. Estaba poseído por demonios y, sin embargo, tan pronto como fue llevado al Cristo Todopoderoso, fue curado por una palabra de Jesús llena de amor y compasión. Hay muchos demonios que buscan debilitar y destruir al hombre. Esto puede suceder como resultado de una falsa piedad. Los fariseos estaban tan envueltos en sus prácticas religiosas externas que buscaban satisfacer a Dios a través de sus ofrendas y su estricta adherencia a las leyes y tradiciones religiosas. Perdieron su compasión por los débiles y los pobres y se abrieron al orgullo espiritual, que es del mismo Satanás. Porque quien se cree más justo que los demás, en realidad está ciego y no es consciente de su propia malicia. Pero quien obtiene de Jesús la perspicacia espiritual se contrista, se arrepiente y se libera del orgullo.
Los fariseos pretendían tener más conocimiento de la ley divina y más celo por ella que otras personas; sin embargo, eran los enemigos más persistentes de Cristo y de su enseñanza. Estaban orgullosos de la reputación que tenían entre el pueblo. Esta reputación alimentaba su orgullo, sostenía su poder y llenaba sus bolsillos. Cuando oyeron a la gente decir: "¿ No será este el Hijo de David?", se enfadaron, más por eso que por el milagro en sí. Estaban celosos de Cristo y temían que, a medida que aumentaba su interés por la estima del pueblo, disminuyera la estima del pueblo hacia ellos. Le envidiaban, como Saúl envidiaba a David por lo que las mujeres cantaban de él (1 Samuel 18:7-8).
La gente modesta y humilde sentía que Jesús era el Hijo de David, el Mesías prometido. Pero los fariseos no estaban contentos con la curación del ciego y mudo. Maldijeron a Cristo, sugiriendo que había un arreglo entre él y el príncipe de los demonios. Practicando su justicia propia, se volvieron duros de corazón. Pensaban que servían a Dios, pero en realidad se oponían a su Espíritu Santo. Trataban de guardar la ley, pero al hacerlo carecían de amor y misericordia. Toda su adoración se volvió satánica, porque Satanás mismo se transforma en un ángel de luz, mientras que él mismo es el príncipe de las tinieblas.
ORACIÓN: Padre celestial, te damos gracias de todo corazón porque tu Hijo Jesús sanó a todos los enfermos, mudos, ciegos y endemoniados que acudieron a él. ¡Qué grande es el poder de tu amor! Por favor, perdónanos por no preocuparnos realmente por los demás en sus problemas y penas. Que no nos alegremos cuando están enfadados o molestos. Llénanos de amor y paciencia para que podamos sentir las necesidades de nuestros amigos, y recibir de ti poder y ayuda para ellos. Ten piedad de los que son espiritualmente mudos y ciegos, porque pueden estar poseídos por espíritus inmundos. Solo unos pocos de ellos se preocupan por su estado espiritual. Ayúdanos a asistir y animar a todos los que anhelan la salvación.
PREGUNTA:
- ¿Por qué los líderes de los judíos acusaron a Jesús de expulsar demonios por el príncipe de los demonios?