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¿Lo sabes? ¡La salvación de Dios está a tu alcance!
Un folleto clave para ti

4. Confiesa tus pecados a Dios y ¡no mientas!


Un día dos hombres subieron al templo a orar. Uno de ellos parecía muy piadoso, pero el otro parecía un ladrón malvado y despreciado. El hombre religioso se puso de pie ante el altar y oró con orgullo ante la gente: "Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo". (Lucas 18:11-12)

Pero el otro hombre, que era un ladrón, se quedó apartado en un rincón. Se avergonzaba de sí mismo. Persuadido por sus pecados, no quería levantar los ojos al cielo. Inclinó la cabeza y tartamudeó:

¡Oh DIOS, ten compasión de mí, que SOY PECADOR!
Lucas 18:13

Jesús dejó en claro que aquel hombre que era religioso por fuera era en realidad un hipócrita egoísta. Su oración no fue escuchada. Pero el ladrón se fue a casa justificado y con paz en su corazón, porque había confesado abiertamente sus pecados y se había arrepentido en su corazón.

Querido lector: Te aconsejamos que confieses tus pecados ante tu Señor. Si crees que no has cometido ningún pecado, pídele al Dios santo con espíritu humilde y sumiso:

"Dios, por favor, revélame todas mis injusticias y todos mis demás pecados. Que tu luz revele la crueldad de mi corazón y me muestre el odio de mis pensamientos. Hazme recordar las malas palabras que he pronunciado y todas las malas acciones que he cometido. Amén."

Ten el valor de pedir a Dios que te quite el velo que tiene tu conciencia. Deja que rompa la máscara que cubre los secretos de tu alma. Entonces reconocerás la enormidad de tus pecados. No hay ser humano que no peque. Sólo Dios es infalible. Busca el conocimiento vivo del Dios misericordioso. Date cuenta de la verdad sobre ti mismo. Entonces, Dios te enseñará sus Diez Mandamientos. Son el espejo divino para tu alma pecadora. A través de la LEY DE DIOS, aprenderás que no eres mejor que nadie.

-- El Señor nos muestra a través de sus mandamientos que no lo amamos con todo nuestro corazón, ni con toda nuestra alma, ni con toda nuestra mente. Hemos estado corriendo detrás del dinero, maravillándonos de nuestra belleza y adorando diferentes cosas en vez de a Dios.
-- ¿No has pronunciado muchas veces el nombre de Dios en vano, inconscientemente y sin querer, o has maldecido en su nombre sin darte cuenta?
-- ¿Has honrado a tus padres con servicios prácticos, sacrificios silenciosos de amor y paciencia continua, como Dios ha exigido de ti?
-- Nuestro mundo está lleno de odio. Cada uno rechaza al otro. Los corazones están llenos de venganza contra la gente difícil. Pensamientos asesinos corren por nuestras venas.
-- La inmoralidad sexual es un pecado que mancha profundamente nuestras almas. ¡Cuántas conciencias han sido estranguladas por pensamientos, sueños, palabras y actos sucios! Si sólo pudiéramos vislumbrar el pecado cometido en una noche, en una sola de nuestras ciudades, nos horrorizaríamos y huiríamos espantados ante la realidad del adulterio y la desvergüenza.
-- Además de todo esto, vemos mentiras y engaños entre individuos. ¿Quién puede confiar hoy en el otro? Las traiciones envenenan nuestra sociedad. Ten la certeza de que Dios odia toda mentira, calumnia y desprecio. Él nos ama y quiere que seamos honestos y veraces. Cristo lo dijo claramente:
Los tropiezos son inevitables
pero ¡AY de aquel que los ocasiona!
Más le valdría ser arrojado al mar
con una piedra de molino atada al cuello
que servir de tropiezo
a uno solo de estos pequeños.
Lucas 17:1+2
-- El pecado también crea en nosotros el deseo de ser ricos, orgullosos y fuertes. Los corazones se vuelven duros como piedras a causa de la avaricia y los celos, pero los rostros en su exterior aparentan amables y piadosos.

¿Cuántas veces hemos ignorado a una persona enferma o débil? ¿Has atendido alguna vez a un refugiado? ¿Y cuántas veces incluso nos ha aborrecido la existencia de personas pobres e incultas? La misericordia no habita en nuestro corazón; está lleno de egoísmo y arrogancia. Por eso, Dios inspiró al apóstol Pablo para describir la realidad de nuestra sociedad:

«No hay UN SOLO justo, ni siquiera uno;
no hay NADIE que entienda,
NADIE que busque a Dios.
TODOS se han descarriado;
juntos se han corrompido.
No hay NADIE que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!».
«Su garganta es un sepulcro abierto;
de su lengua salen engaños».
«¡Veneno de víbora hay en sus labios!».
«Llena está su boca de maldiciones y de amargura».
«Veloces son sus pies para ir a derramar sangre;
dejan ruina y miseria en sus caminos,
y no conocen la senda de la paz».
«NO HAY TEMOR DE DIOS delante de sus ojos».
Romanos 3:10-18

Querido amigo: ¿Todavía puedes afirmar que eres una buena persona o ya has aceptado el juicio de tu conciencia? ¿Has visto el abismo grande y profundo que nos separa del Dios santo? ¿Te has dado cuenta de la enormidad de tus pecados y de la fealdad de tus transgresiones?

Si eres honesto contigo mismo, confesarás todo a Dios y clamarás desde lo más profundo de tu alma:

"Ten piedad de mí, oh Dios, porque mis pecados me separan de ti. Contra ti, sólo contra ti, he pecado, y he hecho todo este mal ante tus ojos. Soy culpable e impuro. Soy una persona malvada. Acepta mi corazón quebrantado y no me rechaces. Límpiame y sáname. Cúbreme con tu salvación. Gracias Señor por escuchar la oración de mi corazón. Amén.”

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