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2. Simón el hechicero, y la obra de Pedro y Juan en Samaria (Hechos 8:9-25)
HECHOS 8:9-13
9 Ya desde antes había en esa ciudad un hombre llamado Simón que, jactándose de ser un gran personaje, practicaba la hechicería y asombraba a la gente de Samaria. 10 Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, le prestaban atención y exclamaban: «¡Este hombre es al que llaman el Gran Poder de Dios!» 11 Lo seguían porque por mucho tiempo los había tenido deslumbrados con sus artes mágicas. 12 Pero, cuando creyeron a Felipe, que les anunciaba las buenas nuevas del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, tanto hombres como mujeres se bautizaron. 13 Simón mismo creyó y, después de bautizarse, seguía a Felipe por todas partes, asombrado de los grandes milagros y señales que veía.
La región de Nablus estaba en ese momento ensombrecida por el espíritu injusto. Además de que los samaritanos se desviaban de la verdad de la Ley, ya que su religión era una mezcla de diferentes religiones, muchos espíritus malignos los poseían, llenaban sus casas y se movían en sus mentes subyugadas, particularmente en Samaria, donde un espíritu maligno dominaba a Simón, el conocido hechicero, y a sus seguidores. Sin embargo, cuando llegó la buena nueva del Evangelio, las ataduras de las tinieblas cayeron sobre muchos, porque la palabra de Cristo libera a los que están atados. La luz del cielo aleja las tinieblas del diablo, porque Cristo es vencedor, incluso hoy.
El hechicero, que había dominado a mucha gente, por medio de sus poderes, afirmaba que era alguien grande, y los que le seguían de cerca le llamaban el poder del gran Dios. De esto se desprende una vez más que la esencia del espíritu de Satanás es el orgullo, la altivez y la dominación. En cambio, Cristo es manso y humilde de corazón. Dio toda la gloria y el honor a su Padre, y murió en forma de criminal en lugar de nosotros.
Cuando Felipe, el apóstol de la humildad en el poder de Cristo, entró en la ciudad entenebrecida, la luz del evangelio iluminó a mucha gente. Los que habían seguido de cerca a Simón el hechicero, corrieron ahora hacia Felipe y creyeron en su palabra. No buscaban primero la salvación de sus pecados, ni se arrepentían con sinceridad, sino que se maravillaban de los milagros realizados en nombre de Cristo, y deseaban participar de su poder y protección. Se bautizaron en masa, pero en realidad su fe en Cristo no era una fe firme, sino una mera creencia y admiración por lo que Felipe había dicho y obrado.
Esta creencia no es la verdadera fe espiritual. Las multitudes corrieron hacia Felipe, el poderoso líder, pero no se convirtieron. Este sentimiento superficial también incluía a Simón el hechicero que sintió el gran poder de Dios en Felipe, se sometió aparentemente al mensajero de Cristo y se bautizó para experimentar la nueva creencia, pero su corazón permaneció duro y su espíritu pétreo, pues estaba poseído por los peores espíritus. Se hizo el hipócrita con la fe. Se aferró a Felipe y no a Jesús, y quiso obtener de este hombre de Dios los misterios de su poder y de su alegría mediante una obediencia continua. Pero se asombraba cada vez más porque veía con sus propios ojos el poder de Cristo que salía de Felipe y nunca lo entendió.
Del avivamiento en Nablus de la mano de Felipe, aprendemos que ni la recepción de la palabra de Dios por parte de la gente en tropel, ni el fluir de los poderes de Dios en abundancia significan un arrepentimiento sincero, una fe verdadera, una conversión y una salvación reales, pues toda la gente natural es generalmente religiosa, que es demasiado propensa a creer en los prodigios espirituales, a aplaudir los discursos inspiradores y a someterse a las buenas noticias que sean atractivas, pero no está comprometida con Cristo resucitado, ni está dispuesta a negarse a sí misma. ¿Estás arraigado en Cristo? ¿O eres un espía dentro de tu iglesia?
ORACIÓN: Oh Señor, te agradecemos porque tu evangelio es el poder de la bendición, que expulsa a los demonios y libera a los que creen. Ayúdanos a no estar inactivos en nuestra ciudad natal, donde nacimos, sino a avanzar en nuestros alrededores y predicar tu nombre para que los espíritus malignos salgan en el nombre de Jesús, y las personas se arrepientan y sean regenerados por tu Espíritu Santo. Amén.
PREGUNTA:
- ¿Cuál era el pecado de Simón? ¿Qué camino le mostró Pedro para superarlo?