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JUÁN - La Luz Resplandece En Las Tinieblas
Estudio en el Evangelio de Cristo según Juán
PARTE 3 - La Luz Resplandece Entre Los Apóstoles (Juán 11:55 - 17:26)
A - Preludio De La Semana Santa (Juán 11:55 - 12:50)

3. Los griegos buscan conocer a Jesús (Juán 12:20-26)


JUÁN 12:20-24
20 Entre los que habían subido a adorar en la fiesta había algunos griegos. 21 Estos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le pidieron: —Señor, queremos ver a Jesús. 22 Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos fueron a decírselo a Jesús. 23 —Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado —les contestó Jesús—. 24 Ciertamente les aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero, si muere, produce mucho fruto.

Los griegos convertidos al judaísmo se habían reunido en Jerusalén. Habían venido para la Pascua desde el mundo helenístico. Cuando la multitud recibió a Jesús con vítores como Rey, también los griegos quedaron impresionados. Así que decidieron conocerlo mejor. El deseo de las naciones quedó plasmado en esta petición. Al comprobar que Felipe hablaba griego, aceptó hablar con su amigo Andrés en su nombre. Los dos discípulos se acercaron a Jesús, profundamente conmovidos porque veían las primicias de los que vendrían a Jesús de entre los gentiles. Es posible que sintieran que huir a las tierras de los griegos sería una forma de escapar del peligro que les acechaba entre los judíos fanáticos.

Jesús percibió sus pensamientos, al igual que recogió los anhelos de las naciones en la petición de los griegos. Envió una llamada vital que no fue claramente comprendida, pero que es una llamada de victoria y que se convertiría en el lema del evangelio de Juan: "Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado". Había llegado la hora de que fuera engrandecido y se acercaba el momento esperado por el cielo y la tierra.

Sin embargo, la maravilla de las maravillas, las victorias en la guerra, la toma del poder político no fueron las señales de la gloria de Jesús. Juan no registra la transfiguración en un monte alto, pues no la considera una gloria esencial. Sin embargo, menciona la vinculación de la glorificación de Cristo con su muerte. Allí, en la cruz, vemos la esencia de su divinidad, que es el amor.

Jesús se llamó a sí mismo un grano de trigo, la semilla celestial que cae a la tierra, para vaciarse y demostrar la justicia y la gloria. Jesús fue siempre glorioso. Su muerte nos santifica a nosotros, el pueblo corrupto, para que seamos dignos de participar en su majestad. La llegada de los griegos evoca una llamada exultante, pues muestra que llama a personas de todas las naciones. Renovará en ellos su gloria original. Esa gloria sólo penetrará en la creación a través de la cruz.

JUÁN 12:25-26
25 "El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo la conserva para la vida eterna. 26 Quien quiera servirme debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi siervo. A quien me sirva, mi Padre lo honrará."

Jesús nos muestra que su camino de muerte y paso a la gloria se aplica también a sus discípulos. Así como el Hijo dejó su gloria, se despojó de los atributos divinos para salvar a la humanidad, así también nuestro objetivo no es llegar a ser grandes o famosos, sino negarnos constantemente a nosotros mismos. Examínate, ¿te amas o te odias a ti mismo? Cristo dice que, si te olvidas de ti mismo y sirves fielmente a su Reino, ganarás la vida divina. Conservarás tu alma hasta la vida eterna. Con estas palabras Jesús te muestra la carta de la verdadera gloria. No vivas para complacer tus deseos, ni seas indolente u orgulloso, sino vuelve a Dios escuchando sus mandatos, buscando a los pobres miserables y a los depravados para servirles, así como se despojó de la gloria para sentarse a la mesa con los adúlteros y los ladrones. Al compartir con tales pecadores por causa del Evangelio, la gloria de Dios aparecerá en tu vida. No te imagines que eres mejor que los demás. Sólo Jesús puede hacerte transparente con los demás a pesar de tus fallos. Este cambio sólo se produce con la abnegación.

Jesús expuso claramente este principio, cuando explicó que nuestro servicio a él significa seguirle e imitarle y compartir el desprecio que a veces soportó. El camino no es el del esplendor con lujos y jactancias; esto no es lo que deben esperar los seguidores de Cristo. Pueden experimentar el rechazo, la hostilidad, la persecución e incluso la muerte. ¿Estás dispuesto a sufrir por su nombre? Él promete: "Donde yo esté, allí también estará mi siervo." Jesús ha ido delante de ti en el camino de la aflicción, sufre contigo. La gloria evidente no es el tema de los siervos de Cristo en este camino. Nuestra felicidad no está en complacernos a nosotros mismos, sino en servir a los necesitados. El nombre de Cristo es glorificado en el espíritu de sacrificio de sus seguidores. El nombre del Padre es glorificado, a medida que nos asemejamos a su Hijo.

Así como Cristo está sentado hoy en el trono de su Padre, viviendo con él en perfecto compañerismo y unión, así también los perseguidos hoy por su causa vivirán y se unirán a su Padre celestial. Grande es este misterio. ¿Cuál crees que será el honor que el Padre ofrecerá a los siervos de su amado Hijo? Renovará en ellos su imagen como en la creación. Más aún, descenderá sobre ellos en la plenitud de su Espíritu. Se convertirán en hijos como su Hijo, para que sea el primogénito entre muchos hermanos. Para siempre, estarán con su Padre en los cielos (Romanos 8:29; Apocalipsis 21:3-4).

ORACIÓN: Te damos gracias, Señor Jesús, porque no te conformaste con disfrutar de tu gloria, sino que te despojaste de tu grandeza. Te adoramos por esa humildad y te pedimos que nos liberes de nuestra autosatisfacción y orgullo, para que conozcamos la libertad que da tu Espíritu para servirte y conocer tu amor en nuestras vidas.

PREGUNTA:

  1. ¿Por qué se considera la muerte de Cristo como la glorificación de la verdad?

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