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b) El Señor recompensa a los fieles (Mateo 25:19-23)
MATTHEW 25:19-23
19 »Después de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos. 20 El que había recibido las cinco mil monedas llegó con las otras cinco mil. “Señor —dijo—, usted me encargó cinco mil monedas. Mire, he ganado otras cinco mil”. 21 Su señor respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!”. 22 Llegó también el que recibió dos mil monedas. “Señor —informó—, usted me encargó dos mil monedas. Mire, he ganado otras dos mil”. 23 Su señor respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!”. ’ (Mateo 24:45-47)
Dios vive oculto y distante de nosotros debido a nuestra pecaminosidad. No podemos verlo ni conocerlo exactamente, pero nuestros corazones anhelan la fuente de nuestra vida. Todas las religiones expresan este anhelo por el Creador. Los individuos que no lo anhelan están espiritualmente enfermos.
En su amor, Dios nos anhela más profundamente de lo que nosotros lo anhelamos a él. Se ha revelado a nosotros a través de sus siervos, los fieles profetas, su amado Hijo, y, por último, en el poder del Espíritu Santo. La segunda venida de Cristo es inevitable, pues las palabras de su amor garantizan su regreso para juzgar al mundo y salvar a sus seguidores. Esperamos la venida de nuestro Salvador. No le tememos, sino que anhelamos a aquel que murió por nosotros.
Un comerciante, habiendo elegido su oficio, se esfuerza por aprenderlo. Luego invierte todo lo que tiene en avanzar en él, subordina todos los demás asuntos a este objetivo y vive de las ganancias que obtiene. Así actúa un verdadero cristiano en la obra de su fe. No tenemos recursos propios para comerciar, pero trabajamos como siervos con los bienes de nuestro Maestro. Los dones de la mente —razón, ingenio, aprendizaje— deben usarse al servicio de la fe. Las bendiciones del mundo —posesiones, influencia, poder, privilegios— deben emplearse para la gloria de Cristo. La comunión con Dios se fortalece cuando el evangelio, las Biblias, los ministros y los sacramentos se utilizan para su propósito. Los dones y las gracias del Espíritu deben ejercerse. Esto es comerciar con nuestros talentos.
Los siervos fieles de Cristo están listos para encontrarse con su Señor. Se preparan y multiplican los dones del Espíritu Santo a través de sus testimonios, su forma de vida, sus actos de amor y su generosidad. Cada creyente se vuelve muy rico, porque el Espíritu Santo de Dios habita en él. Cada vez que compartes el poder de tu fe en tu Salvador con otros, por medio de tu testimonio, demuestras la vida de tu Padre celestial. Sin embargo, no eres tú quien salva a una persona de sus pecados, sino la Palabra de Dios, que es el poder que está en ti y obra a través de ti. Al presentar gracia a quienes se están desviando, buscas su gloria y honor.
Cristo no te juzgará por tu inteligencia, fuerza física o apariencia. Cristo, el Juez, no evalúa según tus habilidades naturales, sino según tu fidelidad en el servicio. Un hombre sin educación puede ser más fiel que tú, y por eso, en el cielo, puede verse más glorioso que tú, a pesar de tus dones mayores. No seas orgulloso, sino trabaja diligentemente por el reino de Dios, y pregunta a tu Rey, con humildad, antes de que venga de nuevo: "¿Qué quieres que haga?" Entonces el Espíritu Santo te guiará hacia aquellos que anhelan el amor y el evangelio. ¿Eres fiel? Sirve al Señor como su Espíritu te guíe para que puedas compartir y multiplicar sus bendiciones.
Tu fidelidad será recompensada no solo en la tierra, sino también en el cielo, cuando veas a nuestro Padre en toda su gloria. Los santos en el cielo no están inactivos, sino que reciben responsabilidades adicionales de parte de Dios, participando de su sabiduría, gloria y gozo.
Conocemos a una madre pobre y sin educación que no tenía talentos en las artes, pero oraba, cantaba, alababa a Dios y trabajaba arduamente para mantener a su familia. Crió a sus hijos en el temor y amor a Dios, y fue paciente mientras su don espiritual se multiplicaba en ellos. Por su fidelidad con lo que tenía, Dios la honrará personalmente. ¿Te has convertido en una razón de gozo para Dios por tu humildad y fidelidad?
ORACIÓN: Santo Padre, te damos gracias porque nos has otorgado muchos dones y nos has calificado, por la sangre de tu Hijo, para la vida eterna. Te glorificamos, te alabamos y pedimos que tu Espíritu Santo nos impulse a confesar en palabra y obra los dones que nos has dado, para que muchos sean bendecidos y tu bondad sea evidente en nuestro país. Establécenos en fidelidad, sabiduría y humildad, para que te complazcas con nuestro servicio y con el fruto espiritual de tu poder en nosotros.
PREGUNTA:
- ¿Cómo ajustará cuentas el Señor con sus siervos cuando venga de nuevo?