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12. La parábola de las vírgenes prudentes y las insensatas (Mateo 25:1-13)
MATEO 25:8-13
8 Las insensatas dijeron a las prudentes: “Dennos un poco de su aceite porque nuestras lámparas se están apagando”. 9 “No —respondieron estas—, porque así no va a alcanzar ni para nosotras ni para ustedes. Es mejor que vayan a los que venden aceite y compren para ustedes mismas”. 10 Mientras iban a comprar el aceite, llegó el novio. Las jóvenes que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas. Y se cerró la puerta. 11 Después llegaron también las otras. “¡Señor, Señor —decían—, ábrenos!”. 12 “¡Les aseguro que no las conozco!”, respondió él. 13 »Por tanto —agregó Jesús—, manténganse despiertos porque no saben ni el día ni la hora. (Mateo 7:23, 24:42, 44, Lucas 13:25)
Cristo vendrá del cielo en un momento inesperado. Su llegada repentina sacudirá a los creyentes y los despertará de su sueño, ya que ellos saben de antemano lo que significa la venida del Salvador: El fin de este universo se aproxima.
Sin embargo, muchos no creen que la segunda venida de Cristo y el juicio consecuente ocurrirán en esta era. Entre ellos no habrá consuelo, y su temor será grande. En ese momento decisivo, se darán cuenta del peligro de sus corazones faltos de amor, pensamientos impuros y acciones inmorales. Entonces desearán corregir rápidamente estas carencias. Pero las virtudes espirituales de Dios no crecen en nosotros en un abrir y cerrar de ojos. Somos afortunados de que la sangre de Jesucristo las haya adquirido para nosotros y nos haya conseguido el poder del Espíritu Santo. Él es el aceite para nuestras lámparas. Le damos gracias y comprometemos nuestras vidas con él, negándonos a nosotros mismos para que pueda verdaderamente santificarnos.
El apóstol Pablo se entrenó para escuchar su conciencia, que debía ser sensible a la guía del Espíritu Santo. Aunque era un apóstol de Cristo, viviendo en santidad, estaba en un proceso continuo de santificación. Se esforzaba por ser un buen ejemplo para las iglesias en términos de sumisión, búsqueda del gozo, sacrificio y amor. Entrénate para seguir el ejemplo de Cristo, para que vivas como un santo; no por tu propio poder, sino por la morada del Espíritu del Señor. Entonces podrás convertirte en una fuente de bondad, amabilidad y alegría en tu comunidad. ¿Te convertirás en una luz de Cristo en este mundo oscuro?
Un creyente no vive para sí mismo, sino para Dios. La novia no se adorna para sí misma, sino para el novio. De la misma manera, no caminamos en santidad para ganar el paraíso, sino porque amamos a Cristo, quien murió por nosotros y nos dio todas las bendiciones celestiales gratuitamente. Le agradecemos sometiendo nuestros corazones a él. Ponemos nuestras vidas en sus manos y él nos llena de su carácter. Aquellos que agradecen su redención y permanecen en la palabra del Señor son los que Cristo elegirá cuando venga. Ellos llevan su nombre y su imagen en sus cuerpos, y se han convertido en el fruto de su cruz. Su gratitud y alabanza los unen en amor por él. El objetivo de sus vidas es la unidad cristiana con Cristo, quien los purificó con su preciosa sangre.
Sin embargo, aquellos que rechazan el amor, el perdón y el poder divino de Jesús no serán unidos a él cuando regrese. Todos los esfuerzos y diligencias para mejorarse a sí mismos no contarán, porque sus vidas no estuvieron construidas sobre el fundamento de Jesucristo, que trae negación propia y justicia. ¡Qué gran tragedia que las puertas del cielo se cierren para ellos! Cristo no los reconocerá; de hecho, los considerará extraños, personas de las que no sabe nada. El Señor es justo y da oportunidad a todos para que acudan a él a través de su Espíritu. Aquellos que lo rechazan pierden una oportunidad única. ¿Vives, querido amigo, sin el Espíritu de Cristo? ¿O está él obrando y produciendo fruto en ti?
En la parábola, cuando el novio entró, la puerta se cerró para proteger a los que estaban dentro y excluir a los que estaban fuera. Los creyentes, que son pilares en la casa de Dios, no deben salir nunca (Apocalipsis 3:12). Cuando los santos glorificados entren al paraíso celestial, permanecerán allí. El estado de los santos y de los pecadores será entonces irrevocablemente fijo, y aquellos que queden fuera en ese momento permanecerán fuera para siempre. Actualmente, la puerta al cielo está abierta, aunque es estrecha. Después de que venga el Novio, se cerrará y se asegurará con cerrojo, y un gran abismo se establecerá entre el cielo y el infierno. Esta finalización será como el cierre de la puerta del arca cuando Noé entró. Fue salvo por esa decisión, mientras que aquellos que eligieron no entrar perecieron.
ORACIÓN: Padre celestial, te damos gracias por el gozo del cielo al que nos atraes a través de la segunda venida de tu Hijo. Ayúdanos a permanecer en él mediante la fe para que podamos vencer nuestros corazones endurecidos con tu cálido amor, amar a nuestros enemigos y prepararnos para la llegada de Jesús. Santifícanos por completo para que podamos amar a los que se desvían y llamarlos a encontrarse con él para que no perezcan.
PREGUNTA:
- ¿Por qué las vírgenes insensatas no pueden recibir la justicia y santidad de Cristo en el último momento antes de su venida?