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MATEO - ¡Arrepiéntanse, Porque El Reino De Cristo Está Cerca!
Estudios sobre el Evangelio de Cristo según Mateo
PARTE 3 - EL MINISTERIO DE JESÚS EN EL VALLE DEL JORDÁN DURANTE SU VIAJE A JERUSALÉN (MATEO 19:1 - 20:34)

2. El pecado del divorcio (Mateo 19:7-9)


MATEO 19:7-9
7 Ellos replicaron: —¿Por qué, entonces, mandó Moisés que un hombre diera a su esposa un certificado de divorcio y la despidiera? 8 —Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus esposas por lo obstinados que son —respondió Jesús—. Pero no fue así desde el principio. 9 Les digo que, excepto en caso de inmoralidad sexual, el que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio.
(Mateo 5:31-32, Lucas 16:18)

El matrimonio no es un pasatiempo ni una diversión para el ser humano. Es una orden divina y una gran responsabilidad para la preservación de la vida. Cuando la idea de un matrimonio virtuoso se desmorona, se abre la puerta a relaciones ilícitas a través del uso de anticonceptivos, y como resultado, entran la vergüenza y el pecado. Debemos recordar que quien quebranta las normas y leyes del Creador caerá inevitablemente bajo su castigo.

Hoy vemos la vergüenza expuesta y evidente en películas, libros y carteles, como si el sentido moral hubiera muerto en las personas. Hace unos años, la mayoría se avergonzaba de ver imágenes escandalosas y películas pornográficas. Hoy en día, quien no ve tales contenidos es considerado por algunos como atrasado y subdesarrollado, como si el progreso y la prosperidad estuvieran relacionados con actos inmorales y repugnantes. Por eso, muchas personas practican este pecado como si bebieran un vaso de agua fría. ¿Crees que Cristo no ve el nivel al que han caído el carácter y las prácticas de su pueblo?

¿Quién se sorprendería si el matrimonio honorable desapareciera, el honor y los valores familiares se deterioraran, y la infidelidad prevaleciera entre los casados? Los esposos y esposas no se entrenan en el dominio propio, la humildad y el contentamiento, porque la vida moderna los arrastra hacia la inmoralidad, el orgullo y la comodidad. En realidad, donde Cristo no es el centro y el enfoque de la vida matrimonial, prevalece el desorden, y las riñas, las acusaciones impuras, las rebeliones y los sufrimientos dominan. La infidelidad y el desamor se vuelven pronto evidentes, y la vida se transforma en un infierno, encendida por el odio y la enemistad. El divorcio se convierte en una solución para ambas partes, aunque no es una solución para Cristo.

¡Qué amargo es el divorcio! Porque rompe la unión de los corazones y priva a los hijos de su hogar. A menudo, estos niños crecen como pesimistas y pueden llegar a ser criminales, ya que la derrota del amor crea en ellos un resentimiento rencoroso. Los divorciados no solo pecan contra sí mismos, sino también contra sus hijos y la sociedad. No han aprendido a negarse a sí mismos y desconocen que la vida significa servicio, no solo bienestar.

En el Antiguo Testamento, si se descubría que un hombre y una mujer cometían adulterio, debían ser apedreados hasta morir (Deuteronomio 22:20). La parte inocente cuyo cónyuge había cometido adulterio tenía el derecho de casarse de nuevo tras la muerte del adúltero; pues con la muerte de este, el nuevo matrimonio se consideraba lícito.

Pero Moisés, no Dios (Deuteronomio 24:1), hizo una concesión debido a la terquedad del pueblo. Si un hombre encontraba alguna impureza en su esposa, tenía el derecho de divorciarse de ella. A partir de este principio, algunos escribas en tiempos de Jesús exageraron sus interpretaciones y otorgaron al hombre el derecho de repudiar a su esposa por motivos triviales.

Jesús se opuso a esta desviación del orden natural y procuró conservar y proteger el matrimonio de cualquier abuso, prohibiendo el divorcio. Cristo volvió al principio fundamental: el matrimonio es una institución de Dios desde el inicio de la creación, y es bueno y saludable. El amor de Dios es santo y protege el matrimonio. Por lo tanto, cada joven debería entender la esencia de la vida conyugal antes de casarse, porque el matrimonio no es un capricho pasajero, sino un pacto de gracia constante.

Un cristiano no debería divorciarse de su esposa, porque se casó con ella bajo la guía de Dios y debe vivir con ella en el poder del Espíritu Santo. El perdón de Dios crea en él la disposición para perdonar en el matrimonio, ofreciéndole paciencia y resistencia con alegría y gratitud. Alabamos a Dios por haber dado la ley del matrimonio, que santifica a nuestras familias en su Espíritu, para que Él pueda crear en ellas la atmósfera del cielo en medio de un mundo corrupto.

Los científicos de hoy advierten que el aumento de la población lleva a un gran desastre que amenaza a la humanidad. Nuestra respuesta a este temor es que si cada hombre se casara con una sola mujer, y se comprometieran a controlarse en cuanto a la reproducción, criando a sus hijos en el amor de Cristo, todos vivirían en paz y armonía. Sin embargo, si los países de tradición cristiana practican el autocontrol y la limitación de los hijos, mientras que otros países no lo hacen, estos últimos podrían llegar a dominar el mundo debido a la sobrepoblación.

ORACIÓN: Padre celestial, te glorificamos por el compromiso del matrimonio y por tu amor otorgado a los casados. Te pedimos perdón por nuestras transgresiones contra tus normas, de cualquier forma en que hayan ocurrido, y te rogamos que fortalezcas el amor y el respeto mutuos entre esposos y esposas en todo el mundo. Lamentamos la existencia de anuncios impuros y las perversas tentaciones de nuestra vida moderna. Pedimos arrepentimiento para nuestros pueblos, para que aprendan la pureza y la fidelidad en el temor de Dios y la santidad en el Espíritu Santo.

PREGUNTA:

  1. ¿Qué dice Jesús sobre el divorcio?

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