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l) Primera predicción de Jesús sobre su muerte y resurrección (Mateo 16:21-28)
MATEO 16:21-23
21 Desde entonces comenzó Jesús a advertir a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los líderes religiosos, de los jefes de los sacerdotes y de los maestros de la Ley; también que era necesario que lo mataran y que al tercer día resucitara. 22 Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo: —¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás! 23 Jesús se volvió y dijo a Pedro: —¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. (Mateo 12:40, Marcos 8:31-33, Lucas 9:22, Juan 2:19)
Después de la famosa confesión de Pedro, Jesús liberó a sus discípulos de la esperanza oculta en sus corazones de que Él establecería un estado político cristiano y gobernaría sobre todos los reinos del mundo. Les dijo públicamente que su pueblo lo negaría, y que los ancianos de los judíos lo rechazarían y conspirarían contra Él. Jesús sufriría amargamente y moriría de una manera terrible. Su muerte inminente estaba cerca, y las esperanzas y expectativas mundanas de los discípulos debían llegar a su fin.
A partir de ese momento, Cristo comenzó a predecir y a hablar abiertamente de sus sufrimientos. Ya había dado algunos indicios cuando dijo: “Destruyan este templo” (Juan 2:19), y cuando habló de que el Hijo del hombre será “levantado” (Juan 3:14). Pero ahora comenzó a explicarlo de manera clara y explícita. Antes no lo había mencionado porque los discípulos eran débiles y no podían soportar el anuncio de algo tan extraño y doloroso. Ahora, al estar más maduros en conocimiento y más fuertes en fe, comenzó a revelarles la realidad. Cristo revela su voluntad gradualmente a su pueblo, dejando entrar la luz a medida que pueden soportarla y están listos para recibirla.
Esta revelación fue como una bomba en una boda. Después de la confesión de Pedro, cuando declaró que Jesús es el Hijo de Dios, y Jesús aceptó sin dudar ese título, los discípulos esperaban un triunfo político sobre los romanos, liderado por Cristo. Sin embargo, quedaron conmocionados al escuchar la revelación de los sufrimientos y la muerte que Jesús les declaraba.
Jesús continuó su profecía y les mostró el secreto de su poder y la grandeza de su victoria. No moriría como cualquier hombre, sino que resucitaría de entre los muertos y se manifestaría corporalmente, de manera que sus enseñanzas sobre la realidad de su reino fueran claramente visibles.
La gloria de Cristo estaba oculta, y sus planes espirituales no eran fácilmente comprensibles para las mentes humanas. Pedro no reconoció la necesidad de los sufrimientos de Jesús, porque, al igual que el resto de su nación, no comprendía la inevitable muerte expiatoria de Cristo en favor de los hombres como el único camino hacia Dios. La confesión de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, es la llave del cielo. Cristo estaba revelando que la cruz es la puerta a través de la cual esa llave debe pasar para llegar al cielo.
Pedro llevó a Jesús aparte, molesto y perturbado. A pesar de haber llamado a Jesús “Señor”, comenzó a reprenderlo diciéndole que no debía pensar en la muerte. Pedro creía que Jesús triunfaría sobre el mundo, entonces, ¿cómo podía hablar de derrota y destrucción? Tal vez no escuchó con atención la parte en que Jesús habló de su resurrección. Pedro solo vio el abismo de la muerte como una tumba que destruía toda esperanza, y trató de influir en Jesús para que evitara la cruz.
Satanás ya había tentado a Jesús tres veces en el desierto. Esta vez, Satanás utilizó a Pedro, el portavoz de los discípulos, quien se había llenado de orgullo tras la bendición de su Señor. El diablo intentaba usar a Pedro para apartar a Jesús de la cruz. Pero Jesús reconoció de inmediato la voz del tentador, lo reprendió con severidad y lo apartó diciendo: “¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mateo 16:23).
Cualquier pensamiento que no esté basado en la cruz es vano. Quien no acepta la cruz como el único camino hacia Dios está perdido.
Este juicio contra Pedro nos muestra que la Iglesia no está fundada sobre su persona ni sobre su carácter, sino sobre el Espíritu de Dios obrando a través de su testimonio audaz. Jesús quería purificar y profundizar el conocimiento de los apóstoles para que comprendieran que el Hijo de Dios había venido para morir. Fue a través de su muerte por nosotros que construiría su reino con pecadores redimidos, porque sin la sangre de Jesucristo no hay camino hacia Dios.
ORACIÓN: Te adoramos, santo Cordero de Dios, porque no escogiste el camino cómodo ni fácil, sino que elegiste la muerte en la cruz. No escuchaste ni un segundo la tentadora voz de Satanás a través de Pedro. Líbranos también a nosotros de nuestro pensamiento humano, y abre nuestros ojos para que veamos la salvación solo en tu cruz, y para que confesemos tu muerte como el triunfo de Dios sobre nuestros pecados. Perdona todos nuestros pecados, para que podamos alegrarnos en tu muerte y darte gracias por nuestra justificación. Te glorificamos por la salvación de quienes creen en ti. Acepta nuestras vidas como gratitud por tu amor.
PREGUNTA:
- ¿Qué quiso decir Jesús al llamar a Pedro "¡Satanás!"?