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l) Primera predicción de Jesús sobre su muerte y resurrección (Mateo 16:21-28)
MATEO 16:24
24 Luego Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. (Mateo 10:38-39, Marcos 8:34, Lucas 9:23, 1 Pedro 2:21)
El que niega a alguien actúa como si no lo conociera. No le responde y lo descuida por completo. Cristo pide a todo aquel que desee seguirlo que se niegue a sí mismo. No debe responder a sus deseos y pasiones que van en contra de la voluntad de Dios, sino rechazar su egoísmo, que le es tan natural. Debe renunciar a sus propios deseos y buscar primero la voluntad de Dios y su reino. Dios quiere que nos opongamos a los anuncios atractivos de los medios masivos de comunicación que nos provocan a deseos impuros. Él nos libera para que dejemos de ser egocéntricos, y nos conduce de vuelta a nuestro Padre celestial para servir a los necesitados.
Esta negación pone fin a la ilusión de que el hombre puede salvarse a sí mismo. Nuestras buenas obras no eliminan nuestras malas acciones. Las buenas obras, si no es Cristo obrando a través de nosotros, ante la santidad de Dios se ven como puro egoísmo. El orgullo permanecerá en nosotros a menos que neguemos nuestros derechos imaginarios, nos condenemos a nosotros mismos y confesemos nuestra incapacidad para difundir la hermosa luz de Dios.
Cristo no libró a sus discípulos del impacto después de hablarles de su muerte. Su preocupación aumentó, especialmente cuando oyeron que cada uno debía negarse a sí mismo y tomar su propia cruz (Mateo 16:24).
No es suficiente que los seguidores de Cristo se nieguen a sí mismos. El Señor nos pide que aceptemos nuestra propia cruz con disposición y la llevemos con el poder de Cristo. Jesús no habló de su propia cruz, sino de la cruz de cada uno de sus seguidores. Para los romanos, el castigo de la cruz era una tortura violenta, utilizada comúnmente para los esclavos desobedientes o los ladrones extranjeros. En este mandamiento, Cristo nos pide que admitamos que merecemos la horrible muerte de la cruz, porque nos hemos alejado de Dios, hemos transgredido su ley y nos hemos opuesto a su bondad. ¡Cada persona merece el tormento de la cruz! Esta confesión incluye nuestros pecados y nuestras intenciones. Cristo desea guiarnos a condenarnos a nosotros mismos y a reconocer que Él no merecía la muerte en la cruz, pero nosotros sí. Entonces, el orgullo morirá en nosotros, y seremos capaces de expresar gratitud y alabanza a Aquel que tomó nuestro lugar en la cruz, llevando nuestros pecados sin queja. Pablo dice: "He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gálatas 2:20). Solo aquel que se niega a sí mismo y toma su cruz puede seguir a Jesús y experimentar el poder de su gracia. Quien se cree bueno, fuerte, atractivo y aceptable ante Dios por sus propios méritos no podrá seguir a Jesús. Cuando el poder y la sabiduría del hombre se detienen, el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad. “Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece” (Mateo 5:3).
ORACIÓN: Padre celestial, tu Hijo nos guió a condenarnos a nosotros mismos para que permanezcamos quebrantados ante ti y confesemos que no somos dignos de ser llamados tus hijos. Al mismo tiempo, somos consolados porque tu Hijo tomó nuestro lugar en la cruz para que fuéramos justificados ante ti. Ayúdanos a negarnos a nosotros mismos de manera práctica, a tomar nuestra cruz voluntariamente, a seguir a Jesús donde Él quiera, y a aprender lo que significa estar crucificado con Cristo.
PREGUNTA:
- ¿Qué significa negarse a sí mismo y tomar cada uno su propia cruz?