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c) Ánimo en medio de los problemas (Mateo 10:26-33)
MATEO 10:26-27
26 »Así que no les tengan miedo, porque no hay nada encubierto que no llegue a revelarse, como tampoco hay nada escondido que no llegue a conocerse. 27 Lo que digo en la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz; lo que se susurra al oído, proclámenlo desde las azoteas. (Marcos 4:22; Lucas 8:17, 12:2-9)
El reino de Dios no son palabras sin poder. No tenemos secretos que esconder o guardar. Ofrecemos el poder del Espíritu Santo a través de nuestro testimonio a todo aquel que esté dispuesto. El poder de Cristo ha entrado en nuestros corazones guiándonos correctamente. Su santo amor no ha permanecido oculto en nosotros, sino que se ha manifestado en nuestros servicios. No puedes ocultar tu fe si Cristo permanece contigo, porque quien ama a su Señor no miente ni roba, ni se envanece, sino que agrada a sus padres y honra a sus prójimos. No hace trampas en los exámenes de la escuela ni en su trabajo, y no participa en revoluciones ni en golpes de estado. Su comunión en Cristo se muestra a través del testimonio de su vida en público. No luchamos por la fe con nuestras propias fuerzas; es el Señor quien nos fortalece día y noche, en la luz y en la oscuridad, en los días buenos y en los malos. No estamos solos. Debemos comunicar a los demás, sin miedo, todo lo que oímos del evangelio sobre nuestra propia salvación. La proclamación divina nos lleva a testificar. Puesto que el Espíritu Santo testifica con tu espíritu que te has convertido en hijo de Dios por la sangre de Cristo, tienes el privilegio de dar testimonio de esta gracia. Dile a la sociedad, si es posible, lo que oye tu corazón, pues la palabra del Señor es la base de la salvación de los hombres.
Una vez, un siervo del Señor ciego y paralítico pidió a sus amigos que le compraran un micrófono. Se sorprendieron de su petición y algunos se burlaron de él. Cuando le preguntaron la razón, les dijo que lo llevaran al tejado plano de su casa para que pudiera dirigir sus palabras con voz clara a cada persona que pasara por delante de su casa, pidiéndoles que volvieran la cara hacia el cielo y no hacia el infierno. Si este ciego medio paralítico puede dar su testimonio, ¿cuánto más nosotros, que estamos bien dotados de vista y estamos llamados a abrir la boca, deberíamos ayudar a los que se alejan hacia el fuego del infierno y liberarlos mediante el evangelio de salvación?
Continúa con tu trabajo, proclamando el evangelio al mundo. Ese es tu llamado, ¡tenlo en cuenta! El designio del enemigo no es simplemente destruirte, sino suprimir tu testimonio. Por lo tanto, cualesquiera que sean las consecuencias, proclama el evangelio tanto como sea posible. “Lo que digo en la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz; (…) proclámenlo desde las azoteas”.
ORACIÓN: Oh Señor Jesús, tú sufriste por nosotros, y nosotros tenemos miedo de la maldad de los hombres. Te glorificamos por habernos salvado. Por favor, enséñanos a seguirte fielmente y danos el aliento de tu Espíritu, para que podamos dar testimonio a los demás de lo que tú nos proclamas en el evangelio, a fin de que tu reino llegue a nuestros hogares y a nuestro entorno.
PREGUNTA:
- ¿Qué implica seguir fielmente a Cristo?