Previous Lesson -- Next Lesson
b) La regla de oro (Mateo 7:12)
MATEO 7:12
12 Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la Ley y los Profetas. (Mateo 22:36-40; Romanos 13:810; Gálatas 5:14)
¿Sabías que Dios te ama, atiende tus oraciones, te libera de tus celos, te protege de los efectos de tus preocupaciones y te rescata de tu insensibilidad excesiva para conducirte a una vida saludable de paz, servicio y pureza? En respuesta a este inmenso amor, no te centres únicamente en ti. Transforma tu pensamiento y observa detenidamente la situación de los demás. Al igual que te amas a ti mismo, dedica tu tiempo y tu dinero como un sacrificio por los demás. Observa a Cristo, quien se entregó por completo por los pecadores. Con Su ejemplo, cambia el principio fundamental de la vida. No esperes recibir servicios, sino brinda ayuda amablemente a las personas necesitadas. Hazles favores sin demora, pues seguir a Cristo transforma a sus seguidores en verdaderos servidores a imagen de su Señor.
Cristo vino a enseñarnos, no solo lo que debemos saber y creer, sino también lo que debemos hacer, no solo hacia Dios, sino también hacia los demás, no solo hacia nuestros familiares y aquellos de nuestro partido y persuasión, sino también hacia la humanidad en general. La regla dorada de la equidad es tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Ya sea en un sentido positivo o negativo, todo se reduce a lo mismo. No debemos hacer a los demás el daño que nos han hecho o el daño que nos harían si estuviera en su poder. Debemos tratarles solo como nos gustaría que nos trataran. Esto se basa en ese gran mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Así como debemos tener con nuestro prójimo el mismo afecto que tendríamos hacia nosotros mismos, también debemos hacer los mismos actos de bondad. Podemos, en nuestro trato con los demás, suponer que estamos en la misma situación particular y en las mismas circunstancias que aquellos con quienes tenemos que tratar, y actuar en consecuencia. Si yo estuviera en una situación similar, lidiando con tal enfermedad y aflicción, ¿cómo desearía y esperaría ser tratado? Y esta es una suposición justa, porque no sabemos cuán pronto nuestra situación puede ser realmente la de ellos. Al menos podemos temer que Dios, con sus juicios, nos haga lo que hemos hecho a otros, si no hemos hecho lo que quisiéramos que nos hicieran a nosotros.
ORACIÓN: Oh Padre Celestial, eres digno de la adoración de todos. Con frecuencia, las personas te ofenden al caminar indiferentes ante Ti. En Tu paciencia, no los destruiste, sino que diste a Tu único Hijo por ellos para acercarlos a Ti y transformarlos a Tu semejanza. Por favor, perdónanos por ignorar Tu generosidad, bondad y poder. Cámbianos fundamentalmente para que podamos servirte y servir a todos con alabanza y gratitud a Cristo, nuestro ideal y ejemplo.
PREGUNTA:
- ¿Cuál es el secreto de la regla de oro?