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ROMANOS - El Señor es nuestra Justicia
Estudios en la Epístola de Pablo a los Romanos
PARTE 1 - La justicia de Dios condena a todo pecador, y justifica y santifica a todo creyente en Cristo (Romanos 1:18 - 8:39)
D - El poder de Dios nos libra del poder del pecado (Romanos 6:1 - 8:27)

3. La liberación de la Ley nos libera para poder servir a Cristo (Romanos 7:1-6)


ROMANOS 7:1-6
1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 3 Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. 4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la lay mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5 Porque mientras estábamos en la carne las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte, 6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Pablo deseaba que sus hermanos creyentes de origen judío en Roma aceptasen su enseñanza con respecto a su muerte legal y su resurrección en Cristo como creyentes. No obstante, Pablo también sabía que les tenía que dar una enseñanza clara respecto a su posición en cuanto a la Ley, porque la consideraban divinamente inspirada por Dios, la revelación por encima de todas las revelaciones y la plena expresión de la voluntad divina, transmitida a Moisés.

Pablo les dijo: Vosotros que conocéis y amáis la Ley, estéis sujetos a ella de la misma manera que una pareja está sujeta por los lazos matrimoniales. De la misma manera que los lazos matrimoniales se disuelven con la muerte de un conyugue, habéis sido librados de la ley, porque moristeis en la muerte de Cristo. Su cuerpo enterrado es considerado como el tuyo, de modo que la muerte ya no tiene dominio sobre vosotros.

Además Cristo resucitó de entre los muertos, por lo tanto, ahora vosotros que estáis libres escoged al Príncipe de vida y haced un nuevo pacto con el Hijo de Dios. El pacto viejo fue un pacto de muerte que condujo al juicio final de la ley. Ahora que habéis entrado en comunión con el Príncipe de la vida, los frutos de su Espíritu se evidencian en abundancia en vosotros: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza, además de todas las características de Jesús: agradecimiento, honestidad, pureza y contentamiento.

Dios espera ver los frutos de su Hijo en tu vida, porque Cristo murió, resucitó y derramó su Espíritu en los hombres para que muchos pudiesen producir la plenitud de sus frutos. Como espera el fruto el labrador que trabaja incansablemente, así mismo a Dios le corresponde ver fruto en vosotros.

Antes de venir Cristo, el hombre era esclavo de la ley, y lo fue hasta el punto en que todos los deseos carnales crecían y daban fruto en su cuerpo, porque las prohibiciones de la ley le incitaban a hacer lo malo. La ley nos condujo a producir aún más frutos de la muerte. No solamente nos lleva a cometer pecado, también nos condena sin misericordia.

No obstante, en Cristo morimos a todos los requisitos de la ley, puesto que Cristo cumplió la ley a la perfección por su vida y por su muerte. Puesto que hemos muerto a nosotros mismos por medio de nuestra fe en el Crucificado, nos consideramos muertos y libres de la vieja letra de la ley, la vieja revelación de la voluntad de Dios.

Al mismo tiempo, el Hijo de Dios nos ha llamado a un nuevo pacto fundado sobre una revelación superior para que no tropecemos con la letra de la ley, sino que sirvamos a Dios en el poder de su Espíritu. Nuestra vida no está rodeada de prohibiciones temibles, porque hemos sido renovados por la invitación de amor a una vida de gozo en el poder de la paz divina. El Espíritu del nuevo pacto no se envejece, ni se cansa, porque Él es Dios mismo y su plenitud no se agota. Tiene capacidades sin fin de sabiduría, bondad, simpatía y esperanza. Por lo tanto, ríndete totalmente a la dirección del Espíritu de Dios en su evangelio para que puedas alcanzar riquezas espirituales y poder divino, y para que crezcas en la humildad y mansedumbre de Cristo, puesto que has muerto y Él vive en ti.

ORACIÓN: Oh Dios santo, gracias te damos porque nos has llamado de la esclavitud de la ley, por medio de la muerte de Cristo, quien es el cumplimiento del amor y la verdad en su vida y en su cruz. Te glorificamos porque nos llevas al nuevo pacto y moras por tu Espíritu consolador en nuestros corazones para que podamos producir sus frutos por el poder de tu gracia.

PREGUNTA:

  1. ¿Por qué están todos los creyentes librados de los requisitos del viejo pacto?

Pero creemos que
por la gracia del Señor Jesús
seremos salvos, de
igual modo que ellos.

(Hechos 15:11)

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