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8. La fundación de la Iglesia de Corinto (Hechos 18:1-17)
HECHOS 18:1-4
1 Después de esto, Pablo se marchó de Atenas y se fue a Corinto. 2 Allí se encontró con un judío llamado Aquila, natural del Ponto, y con su esposa Priscila. Hacía poco habían llegado de Italia, porque Claudio había mandado que todos los judíos fueran expulsados de Roma. Pablo fue a verlos 3 y, como hacía tiendas de campaña al igual que ellos, se quedó para que trabajaran juntos. 4 Todos los sábados discutía en la sinagoga, tratando de persuadir a judíos y a griegos.
El sabio sistema de predicación que parte de la religiosidad del pueblo para predicar a Cristo no le sirvió de mucho a Pablo en Atenas, pues los filósofos griegos se burlaban de la resurrección de Cristo con el mismo espíritu con que el alto consejo de los judíos se había burlado de Cristo y de su salvación. Así que Pablo abandonó esta orgullosa ciudad, de acuerdo con las instrucciones de su Señor (Mateo 10:14), pues los maestros de la ley y los filósofos estaban enfermos en el mismo hospital: Los primeros querían cumplir la ley mediante sus propias fuerzas, y los segundos pretendían conocer a Dios mediante sus propias nociones. Ambas cosas son imposibles. Los expertos de la ley no querían la salvación gratuitamente, y los filósofos no querían someter sus mentes a la revelación inspirada. Eran egoístas y orgullosos que se habían apartado voluntariamente de la misericordia de Dios. El hombre normal no reconoce al verdadero Dios a menos que sea iluminado por su Espíritu, y no puede cumplir la ley si no es amando a este Espíritu. El legalista permanece duro en sí mismo, mientras que el filósofo es necio e ignorante a pesar de sus pensamientos errantes. Pablo que fue consecuente dejó la ciudad de los ídolos y pensadores, profundamente afectado, habiendo sentido de antemano que las olas de espíritus ateos causarían gran daño y corrupción en la historia de la iglesia, pues los espíritus no se someterían a Dios.
Pablo encontró el bien cuando el Señor viviente le guió hasta una pareja judía que no hablaba mucho, pero oraba, creía y trabajaba con sus propias manos. Lo más probable es que se hubieran hecho cristianos en Roma, y cuando comenzó en aquella capital una persecución oficial contra los judíos en tiempos de Claudio César (41-54 d.C.) aquellos fabricantes de tiendas huyeron a Corinto, un próspero puerto comercial famoso por sus riquezas y notorio por su inmoralidad, formado por gentes de todas partes del mundo. Pablo encontró trabajo con aquella pareja de fieles, pues no aceptaba donativos, sino que trabajaba con sus manos para mantenerse él y sus compañeros.
Así, Pablo trabajaba en Corinto como fabricante de tiendas durante el día, y predicaba después del trabajo. No descansaba por las tardes, ni en días festivos, ni en sábados, sino que sacrificaba su tiempo y sus fuerzas para el Señor. En los primeros días que pasó allí, Pablo restringió su servicio de enseñanza a la sinagoga de los judíos. Su amarga experiencia en Atenas pudo haberle impulsado a la oración y a la meditación para que reconsiderara todos sus sistemas y fundamentos de predicación, como leemos en su Primera Epístola a los Corintios (1:18-2:16). Si lees atentamente estos versículos, percibirás el estado en que se encontraba Pablo en aquel momento.
HECHOS 18:5-8
5 Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó exclusivamente a la predicación, testificándoles a los judíos que Jesús era el Mesías. 6 Pero, cuando los judíos se opusieron a Pablo y lo insultaron, este se sacudió la ropa en señal de protesta y les dijo: «¡Caiga la sangre de ustedes sobre su propia cabeza! Estoy libre de responsabilidad. De ahora en adelante me dirigiré a los gentiles». 7 Entonces Pablo salió de la sinagoga y se fue a la casa de un tal Ticio Justo, que adoraba a Dios y que vivía al lado de la sinagoga. 8 Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia. También creyeron y fueron bautizados muchos de los corintios que oyeron a Pablo.
Cuando Silas y Timoteo se acercaron a Pablo, éste se sintió más apremiado de espíritu que antes, y la comunión de los hermanos le hizo más apremiante que nunca en su predicación. Como uno de los dos hermanos trajo un generoso donativo de las iglesias de Macedonia (2 Corintios 11:9), el apóstol tuvo tiempo de sobra para predicar. Demostró en la sinagoga de los judíos a partir de la Ley que Jesús de Nazaret crucificado era el verdadero Cristo rechazado por los judíos. Y entonces sucedió lo que era habitual en todos los tiempos: se hizo más y más odiado por la mayoría de los judíos que rechazaban a Pablo y blasfemaban contra su evangelio, de modo que Pablo tuvo que separarse de ellos, diciéndoles: "La sangre de ustedes caiga sobre sus cabezas; yo estoy limpio, porque les he dicho toda la palabra de salvación". Esta afirmación significa que los que rechazan al que fue crucificado comparecerán en el Juicio Final como suicidas, pues han rechazado voluntariamente la bendición de la salvación. No hay otra expiación para ellos, y por lo tanto se han condenado a sí mismos a la destrucción.
A partir de este acontecimiento vemos a Pablo dirigiendo su servicio a los gentiles en Corinto. Sin embargo, no se alejó de la sinagoga de los judíos, sino que alquiló una habitación en casa, que estaba al lado de la sinagoga, con un hombre piadoso llamado Justo. Pablo no tenía miedo de ser para Cristo un pescador de hombres. Arrancaba a los frecuentadores de la puerta de la sinagoga de los judíos y los llevaba a las reuniones que celebraba en su habitación. Sus reuniones continuaban también durante los días de la semana. Honraba al jefe de la sinagoga de los judíos con visitas y charlas, y lo iluminaba con la verdad y el amor hasta que se convertía en creyente. Esto fue un milagro para los corintios, pues la persona más madura de los miembros del Antiguo Testamento se hizo cristiano. Aceptó el bautismo para él, su mujer, sus hijos y sus criados de la mano de Pablo, y entró en la vastedad de Cristo (1 Corintios 1:14). Tras su conversión al cristianismo muchos le siguieron, y la iglesia floreció y creció vigorosamente en Corinto.
HECHOS 18:9-17
9 Una noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: «No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, 10 pues estoy contigo. Aunque te ataquen, no voy a dejar que nadie te haga daño, porque tengo mucha gente en esta ciudad». 11 Así que Pablo se quedó allí un año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios. 12 Mientras Galión era gobernador de Acaya, los judíos a una atacaron a Pablo y lo condujeron al tribunal. 13 —Este hombre —denunciaron ellos— anda persuadiendo a la gente a adorar a Dios de una manera que va en contra de nuestra ley. 14 Pablo ya iba a hablar cuando Galión les dijo: —Si ustedes los judíos estuvieran entablando una demanda sobre algún delito o algún crimen grave, sería razonable que los escuchara. 15 Pero, como se trata de cuestiones de palabras, de nombres y de su propia ley, arréglense entre ustedes. No quiero ser juez de tales cosas. 16 Así que mandó que los expulsaran del tribunal. 17 Entonces se abalanzaron todos sobre Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon delante del tribunal. Pero Galión no le dio ninguna importancia al asunto.
Pablo sabía que los judíos se enfurecerían por la conversión del jefe de la sinagoga. Entonces, ¿debía quedarse en Corinto o huir? ¿Qué era mejor para la iglesia naciente? Le preguntó a su Señor orando, y su Señor le respondió y renovó su comisión y encargo de predicar el evangelio clara y cumplidamente y con valentía. Le sugerimos que guarde estas palabras celestiales en las que se cristalizó claramente la voluntad de Dios.
Cristo te previene de toda forma de temor, pues no hay temor en el amor divino. Cristo está cerca de ti, así que fortalécete y no guardes silencio. Habla y da testimonio de la verdad del que resucitó de entre los muertos. Nuestra fe no es una religión o una filosofía, sino una persona a la que estamos unidos. Cristo resucitó de entre los muertos. Resucitó de verdad, y el Señor mismo confirma a todos sus siervos su aparición todos los días, incluso hasta el fin de los tiempos. Este es el gran consuelo para sus apóstoles, siervos y seguidores. No se nos deja de lado, ni se nos aísla, ni se nos olvida. Tu Señor, que te ha justificado, te acompaña, te santifica y nunca te abandona. Él continúa en ti incluso en el momento de la muerte. Nada te sucede sino lo que Cristo ha querido en su torrente de amor. Él mismo es tu guía. Todos los complots del diablo no te alcanzan porque tu Señor te protege.
La comunión de Dios contigo tiene como objetivo ganar a las muchas personas que te rodean. Él las ha elegido para la salvación y las llama a través de ti. Escuchan su palabra en tu voz, vienen a Él y se renuevan por la fe. Se unen con el amor del Espíritu Santo en una Iglesia, admitidos en la comunión de Dios, en la pertenencia a su pueblo santo que invoca las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Sin duda, el Señor conoce todos los corazones de tu ciudad que le buscan o le alaban. Por tanto, no te desesperes, cree sólo que el triunfo de Cristo se realiza hoy, y los que confían en Él le acompañarán en su procesión triunfal.
El Señor Jesús confirmó particularmente a Pablo que nadie podría hacerle daño en Corinto, al contrario de lo que le había sucedido en Antioquía, Iconio, Listra, Filipos, Tesalónica y Berea, y que quien intentara hacerle daño caería en manos del Señor. Así pues, el apóstol permaneció durante año y medio en esta malvada ciudad, predicando el Evangelio sin perturbaciones junto a la sinagoga de los judíos en la comunión de los redimidos.
En el año 53 d.C. Galión fue nombrado procónsul de la provincia de Acaya, cuya capital era Corinto. Cuando Galión fue nombrado gobernador romano de toda Acaya, los judíos instigaron un motín en un intento de inflamar la persecución contra los cristianos. No se quejaban contra Pablo por ser enemigo del César, propagando al Rey divino, sino por propagar una nueva religión contraria al judaísmo y, por tanto, contraria a la ley romana, ya que ésta había reconocido el judaísmo como religión legítima. Sin embargo, el gobernador Galión estaba, en principio, en contra de los judíos. Era del partido de Claudio César, que expulsó de Roma al pueblo del Antiguo Testamento. El gobernador rechazó violentamente la denuncia y no permitió que Pablo se defendiera. Sin embargo, Cristo protegió a su siervo de modo que Pablo no tuvo necesidad de decir palabra alguna para defenderse.
El nuevo gobernante de la sinagoga de los judíos que elevó la queja contra Pablo al gobernador no tuvo éxito. Los maestros de la sinagoga de los judíos lo sacaron y lo golpearon violentamente ante el gobernador, pues este nuevo gobernante judío difamó a su comunidad ante el nuevo gobernador. Este rabino intentó apartar la mano de Cristo de la protección de Pablo, pero cayó pesadamente sobre él. Nadie puede detener la fundación del Dios de la iglesia, mientras el Señor proteja a sus elegidos. Así que cree y no guardes silencio. Habla y da gracias a tu Señor en la comunión de tus hermanos noche y día.
ORACIÓN: Señor Cristo, te damos gracias porque protegiste a tu siervo Pablo en Corinto, lo fortaleciste y le aseguraste tu presencia junto a él. Fortalece nuestra fe, haz que abunde nuestro amor y consérvanos en la esperanza viva, para que podamos testificar con valentía ante los descarriados que tú los has salvado verdaderamente.
PREGUNTA:
- ¿Cuál fue la promesa particular de Cristo que Pablo recibió en Corinto?