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HECHOS - En La Procesión Triunfal De Cristo
Estudios sobre los Hechos de los Apóstoles
PARTE 1 - La Fundación De La Iglesia De Jesucristo En Jerusalén, Judea, Samaria Y Siria - Bajo el patronato de Pedro, guiado por el Espíritu Santo (Hechos 1 - 12)
B - La Extensión Del Evangelio De La Salvación A Samaria Y Siria, Y El Comienzo De La Conversión De Los Gentiles (Hechos 8 - 12)

9. El comienzo de la predicación entre los gentiles mediante la conversión de Cornelio, el centurión (Hechos 10:1 - 11:18)


HECHOS 11:1-18
1 Los apóstoles y los hermanos de toda Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. 2 Así que cuando Pedro subió a Jerusalén, los defensores de la circuncisión lo criticaron 3 diciendo: —Entraste en casa de hombres incircuncisos y comiste con ellos. 4 Entonces Pedro comenzó a explicarles paso a paso lo que había sucedido: 5 —Yo estaba orando en la ciudad de Jope y tuve en éxtasis una visión. Vi que del cielo descendía algo parecido a una gran sábana que, suspendida por las cuatro puntas, bajaba hasta donde yo estaba. 6 Me fijé en lo que había en ella, y vi cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves. 7 Luego oí una voz que me decía: “Levántate, Pedro; mata y come”. 8 Repliqué: “¡De ninguna manera, Señor! Jamás ha entrado en mi boca nada impuro o inmundo”. 9 Por segunda vez insistió la voz del cielo: “Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro”. 10 Esto sucedió tres veces, y luego todo volvió a ser llevado al cielo. 11 »En aquel momento se presentaron en la casa donde yo estaba tres hombres que desde Cesarea habían sido enviados a verme. 12 El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. También fueron conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre. 13 Él nos contó cómo en su casa se le había aparecido un ángel que le dijo: “Manda a alguien a Jope para hacer venir a Simón, apodado Pedro. 14 Él te traerá un mensaje mediante el cual serán salvos tú y toda tu familia”. 15 »Cuando comencé a hablarles, el Espíritu Santo descendió sobre ellos tal como al principio descendió sobre nosotros. 16 Entonces recordé lo que había dicho el Señor: “Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”. 17 Por tanto, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros al creer en el Señor Jesucristo, ¿quién soy yo para pretender estorbar a Dios?» 18 Al oír esto, se apaciguaron y alabaron a Dios diciendo: —¡Así que también a los gentiles les ha concedido Dios el arrepentimiento para vida!

El Espíritu de Dios obró notables milagros en Pedro, el primero de los cuales fue la curación del cojo en Lida, y el segundo la resurrección de la muchacha muerta en Jope. ¿Hubo alguno más? Sí. Hubo la salvación de los gentiles despreciados sólo por gracia, que fue la cima del creciente flujo del poder de Dios. Dios, en su gracia, abrió la puerta a los gentiles, mediante el milagro de Cesarea, para que fueran admitidos en el reino de Dios sin circuncisión, lecciones de ley, relación con la serie de tribus o sujeción a los ritos del templo. El Espíritu de Cristo salvó a las personas con toda libertad, y realizó en ellas la salvación de la cruz públicamente. Este acontecimiento en Cesarea fue ceremonialmente el comienzo de la predicación del mundo, y la separación pública entre las historias del Antiguo y del Nuevo Testamento.

Por eso muchos cristianos de origen judío se estremecieron. Se les endureció el corazón y se enfurecieron pensando que Pedro se había apresurado a vender el privilegio de Israel a los miembros de la fuerza de ocupación. ¿Dónde está la circuncisión, el símbolo de nuestra alianza con Dios? ¿Dónde está la limitación de elegir sólo a la descendencia de las doce tribus? ¿Dónde están las diversas exigencias de la ley para con Dios? Si los sumos sacerdotes y los fariseos se enteraran de que habíamos admitido a idólatras sin ley en el pacto del pueblo de Dios y la comunión con Dios, nos maldecirían y perseguirían una vez más. Así que los hermanos de la Iglesia primitiva de Jerusalén se estremecieron y se encolerizaron.

Cuando Pedro regresó a Jerusalén, estalló un violento desacuerdo entre los creyentes. Estaban divididos en dos grupos: El primero, los que observaban las leyes, que insistían en la interpretación literal de la ley; y el segundo, Pedro y los seis testigos que le acompañaban desde Jope hasta Cesarea. Los tradicionales no se quejaban de que Pedro hubiera predicado a los gentiles, ni se sentían molestos por haberlos admitido en la iglesia mediante el símbolo del bautismo, pero se quejaban de que no hubiera circuncidado ni judaizado a los regenerados, sino que comía con los incircuncisos y se asociaba con ellos, como si fueran circuncisos elegidos que vivían bajo el mismo pacto con Dios.

Pedro no luchó contra sus hermanos fanáticos, pues ya había sido duro y terco como ellos al oponerse al mandato de Dios en la visión diciendo: "¡De ninguna manera, Señor! Jamás ha entrado en mi boca nada impuro o inmundo". Pero la orden, que se repitió tres veces: "Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro" rompió el entendimiento de Pedro sobre la ley, y aplastó su altanera oposición. Por fin, Pedro vio cómo todos aquellos animales inmundos eran llevados al cielo, y no eran arrojados a la tierra o al mar, como muestra de que Dios consideraba a los inmundos como limpios para Cristo, a quien admitía en el cielo en tropel. Pedro experimentó los significados de esta visión a través de su encuentro con Cornelio. Los comprendió claramente, y testificó a sus hermanos que Dios eligió, salvó y santificó a todos los hombres, y no sólo a los miembros del Antiguo Testamento. El Santo limpió a todo hombre por la sangre de Cristo. Su gracia es más grande que nuestras mentes, más amplia que nuestra ley, y más misericordiosa que nuestros corazones.

Pedro respondió a todos los que le pedían aclaraciones, como muestra de que no era la autoridad absoluta ni que tenía supremacía sobre la iglesia para hacer lo que quisiera. Brindó explicaciones a los celosos con humildad, y les mostró cómo el Espíritu Santo le insistió para que fuera junto a Cornelio, y que el ángel del Señor ordenó al centurión que mandara llamar a Pedro, el apóstol de la salvación, para que fuera a su casa.

Pedro no hizo nada que no le fuera ordenado, sino que se limitó a hablar y a predicar a los oyentes. Entonces sucedió lo maravilloso: el Espíritu Santo se derramó sobre los gentiles que escuchaban, como ya lo había hecho sobre los judíos que oraban y esperaban. En su defensa, Pedro subrayó que el don de Dios se daba por la fe en Cristo, como en Cesarea, y como los propios apóstoles ya habían experimentado. Por lo tanto, las obras de la ley y la circuncisión no valen nada, pues la recepción del Espíritu Santo es sólo por gracia y nada más.

Pedro confirmó su ministerio de forma más contundente al decir que no podía resistir a Dios si daba su Espíritu a los que creían en Cristo. Si Pedro hubiera querido desvirtuar los designios de Dios, eso habría sido imposible. Así, la confirmación de Pedro fue una especie de burla a los fanáticos de la ley. Pero el más adelantado de los apóstoles también había intentado salvarlos, y lo consiguió con su sermón a ellos, pues los que se quejaban se callaron ante el gran amor de Dios durante un buen tiempo.

Entonces la mayoría de los apóstoles comenzaron a alabar a Dios, y los ancianos dieron gracias por este nuevo desarrollo, ya que la gente podía salvarse sin las condiciones de la ley judía, sino sólo por la fe en el Salvador, y podían recibir el Espíritu Santo sólo escuchando el evangelio. La magnificación de Dios fue grande, pues el Señor mismo abrió la puerta para predicar al mundo a través de Pedro, el más valiente de los apóstoles.

ORACIÓN:' Oh Señor Jesucristo, te agradecemos tu intervención en el curso de la historia de la Iglesia a través de tus gloriosas revelaciones a Esteban, Pablo y Pedro. Tu gracia ha preparado el camino de la predicación a los gentiles y lo ha llevado a cabo. Tú completarás tu gloriosa obra. Llamarás a innumerables personas de todas las naciones, las santificarás y las guardarás hasta el día de tu venida. Ven, Señor Jesús, y enséñanos a predicar hasta ese momento guiados y capacitados por tu Espíritu Santo, con prudencia y diligencia, para glorificar tu santo nombre. Amén.

PREGUNTA:

  1. ¿Por qué los cristianos que aún observaban la ley disputaron con Pedro?

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