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9. El comienzo de la predicación entre los gentiles mediante la conversión de Cornelio, el centurión (Hechos 10:1 - 11:18)
HECHOS 10:44-48
44 Mientras Pedro estaba todavía hablando, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje. 45 Los defensores de la circuncisión que habían llegado con Pedro se quedaron asombrados de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los gentiles, 46 pues los oían hablar en lenguas y alabar a Dios. Entonces Pedro respondió: 47 —¿Acaso puede alguien negar el agua para que sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? 48 Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedara con ellos algunos días.
Dios confirmó el sencillo sermón de Pedro sobre las verdades de la vida de Cristo y su salvación, mediante el derramamiento del Espíritu Santo sobre todos los que escucharon estas palabras. Este acontecimiento rompe con todas las palabras complicadas y pomposas, y evita todo lenguaje elocuente o muy coloreado, pues Dios rechaza a todo aquel que muestra una superioridad arrogante sobre los demás. Le desagrada el espíritu orgulloso, y bendice el sermón objetivo sobre la vida, la crucifixión y la resurrección de su Hijo mediante el derramamiento del Espíritu Santo. ¿Deseas la iluminación y la salvación de tus amigos? Entonces estudia el sermón de Pedro en la casa de Cornelio para que veas cómo Dios está de acuerdo al testimonio sencillo sobre Cristo, e inspira al orador con poder celestial.
La fe abrió los corazones de los oyentes, y el Espíritu de Dios pudo entrar en ellos sin impedimento. El Señor viviente confirmó a los judíos, mediante este derramamiento, que la circuncisión, el conocimiento de la ley y el cumplimiento de los mandamientos no son necesarios para recibir el don de Dios, sino que sólo la fe justifica. Nadie tiene derecho o mérito alguno ante Dios. Pero el que recibe a Cristo y se somete a la justicia de su sangre es aceptable para el Altísimo.
Desde el día de Pentecostés, el Espíritu Santo sigue andando por el mundo como vastos ríos para los que creen en Jesús. Sin la fe en Cristo, el Espíritu Santo no entra en el corazón, porque el Espíritu glorifica al Hijo. Pero cuando el que busca a Dios se abre al evangelio de Cristo, el Espíritu de bendición lo ilumina y establece su confianza en el Hijo del Hombre, y entonces el Hijo de Dios lo reconoce para que la vida de Cristo habite en el creyente. El Espíritu Santo consuma la fe en Cristo a través de su morada en nuestros corazones. El Espíritu de Dios no es un pensamiento imaginario, un sentimiento pasajero o un producto de nuestro subconsciente, sino que es la esencia divina que habita en el creyente.
Entonces el amor de Dios fluye de aquel que fue egoísta. Los que antes no conocían a Dios lo llaman alegremente su Padre. Los cantos de alabanza y los testimonios de triunfo ascienden a la unidad de la Santísima Trinidad, porque el Espíritu del Señor es Espíritu de agradecimiento, poder de vida y alegría de paz. Nuestro Dios no tiene problemas, sino alegría, complacencia y misericordia. ¿Conoces la vida en el Espíritu Santo? Cree en el Señor Jesús y en su redención, con todo tu corazón, para que puedas estar lleno de la vida de Cristo hoy.
Los judíos tuvieron miedo, y Pedro probablemente también, al ver cómo el Espíritu Santo era derramado sobre los que creían sin bautismo, y sin confesión de pecados, e incluso sin ningún paso realizado por parte de los oyentes. Se salvaban sólo por la fe, y no por las obras, las oraciones o el ayuno. No había necesidad de circuncisión, ni de ningún rito ceremonial de postración en el culto, pues los que permanecían incluso sentados estaban llenos del evidente amor y luz de Dios.
Entonces Pedro decidió con audacia que el símbolo externo para recibir al creyente en la iglesia cristiana, que es el bautismo, no debe ser retenido a los que fueron recibidos por Dios mediante el derramamiento de su Espíritu y los admitió en su familia. El Espíritu Santo que habitó en Pedro y en los creyentes de origen judío es el mismo Espíritu del amor de Dios que entró en los gentiles que creyeron en Cristo. Pedro y sus compañeros estaban perplejos ante la regeneración de los gentiles y la efusión del Espíritu Santo sobre ellos. Así que los bautizaron obedeciendo la guía del Señor, y los confirmaron en el nombre de Jesús. El número de los regenerados era grande, pues Cornelio había llenado su casa con sus parientes y amigos. De este modo, se fundó de pronto una iglesia en Cesarea, el principal centro romano de Palestina.
Los nuevos creyentes insistieron en que Pedro y sus amigos se quedaran con ellos, y participaran con ellos de la alegría, las experiencias y el conocimiento en la plenitud de la salvación de Dios. Abundantes alabanzas, glorificaciones y agradecimientos al Padre y al Hijo ascendieron en aquellos días porque había abierto la puerta de par en par a los gentiles, y planeó el curso de la iglesia pública y enteramente, no a través de Pablo, sino de Pedro, el más adelantado entre los apóstoles. A partir de entonces el evangelio es llevado a ti también. Puedes recibir el Espíritu Santo a través de tu fe en Cristo Jesús.
ORACIÓN: Oh Señor Jesús, damos gracias porque te hiciste hombre por nosotros. Has muerto y has cargado con nuestros pecados. Nos reconciliaste con Dios, y resucitaste de entre los muertos para justificarnos. Te damos gracias por tu Espíritu Santo que se nos ofrece, y te pedimos que lo derrames sobre nuestros amigos y nuestros enemigos.
PREGUNTA:
- ¿Cómo habita el Espíritu Santo en el corazón del hombre?