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4. Jesús interrogado por los ancianos de los judíos (Mateo 21:23-27)
MATEO 21:23
23 Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se acercaron los jefes de los sacerdotes y los líderes religiosos del pueblo. —¿Con qué autoridad haces esto? —lo interrogaron—. ¿Quién te dio esa autoridad? (Marcos 11:27-33, Lucas 20:1-8, Juan 2:18, Hechos 4:7)
Los líderes religiosos se confundieron cuando Cristo limpió el templo y discutieron cómo arrestarlo. Sin embargo, Jesús durmió seguro fuera de la ciudad y enseñó públicamente en el templo, incluso en medio de sus enemigos.
Los sumos sacerdotes y los ancianos (es decir, los jueces de dos tribunales distintos) eran los principales adversarios de Jesús. Los sumos sacerdotes formaban el tribunal eclesiástico y se encargaban de todos los asuntos relacionados con la Ley. Los ancianos del pueblo eran jueces de los tribunales civiles, responsables de los asuntos civiles (2 Crónicas 19:5, 7, 11). Estas dos facciones se unieron para atacar a Cristo. ¡Qué triste que los gobernantes, tanto religiosos como civiles, quienes debían ser promotores del reino del Mesías, se convirtieran en sus opositores! Aquí los vemos molestando a Jesús “mientras predicaba”. No solo rechazaban sus enseñanzas, sino que también impedían que otros las recibieran. Una delegación oficial del alto consejo vino a interrogar a Jesús sobre el origen de su autoridad. Habían sentido su extraordinario poder y no podían negar sus maravillosos milagros, pero no comprendían el origen de su autoridad porque no habían nacido del Espíritu de Dios. Cristo los inquietaba profundamente. Lo acusaban de estar poseído por un demonio y cerraban su entendimiento a su llamado. Muchos no comprendían que Cristo era el Hijo de Dios encarnado, quien había recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra.
La mayoría de los judíos no comprendía la esencia de aquel que sana a los enfermos, resucita a los muertos y expulsa demonios. Sus corazones eran duros y poco receptivos. Quien no reconoce la esencia de Cristo permanece ignorante y demuestra que sigue muerto en sus pecados.
La autoridad de Cristo es el mayor poder del mundo. Quien cree en el poder de su amor nace de nuevo. La palabra de Cristo sigue rompiendo las cadenas más duras del pecado y expulsando demonios. ¡Gracias a Dios! Todavía hay esperanza en nuestro mundo. Cristo obra entre nosotros como lo hizo durante su encarnación.
Esta autoridad no está oculta para los creyentes, pues saben que es la fuente del amor divino. Cristo no es un amo duro, ni muestra su grandeza para destruirnos. Es un consolador bondadoso y misericordioso. Hemos visto estas cualidades cuando usó su poder para la salvación de los pobres y necesitados. Abre tu alma y tu mente a la autoridad de Cristo para que puedas ser transformado y dejar atrás tus caminos pecaminosos.
Es bueno que todos los que actúan con autoridad espiritual se hagan esta pregunta: “¿Quién nos dio esa autoridad?” A menos que un hombre tenga clara en su conciencia la fuente de su autoridad, no puede actuar con esperanza de éxito. Aquellos que actúan sin un mandato legítimo (es decir, sin autorización oficial), actúan sin bendición (Jeremías 23:21-22).
ORACIÓN: Cristo todopoderoso, te damos gracias porque tu Padre celestial te ha concedido toda autoridad en el cielo y en la tierra. Tú tienes las llaves del Hades y de la Muerte. Nos regocijamos y nos sentimos seguros porque no hay poder en el mundo más poderoso que el tuyo. Creemos en tu amor y recibimos de ti el Espíritu para orar por la salvación de nuestros prójimos y amigos. Buscamos la salvación incluso de nuestros enemigos, para que sus mentes cambien, sus corazones se renueven y puedan vivir para ti y en ti para siempre. Amén.
PREGUNTA:
- ¿Por qué la delegación de los líderes de la nación interrogó a Jesús sobre su autoridad?