Previous Lesson -- Next Lesson
d) Perdón infinito (Mateo 18:21-22)
MATEO 18:21-22
21 Pedro se acercó a Jesús y preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? 22 —No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete —contestó Jesús—. (Génesis 4:24, Lucas 17:4, Efesios 4:32)
Pedro reconoció la grandeza de la promesa de Cristo sobre la oración de fe en la unión de los creyentes. Al mismo tiempo, tenía miedo porque había experimentado que toda unidad fraterna se ve sacudida por numerosos problemas e intenciones equivocadas. Sin duda, habría desacuerdos entre los seguidores de Cristo. Tal vez se insultarían unos a otros sin querer. Podría haber malentendidos entre ellos. Podrían juzgar demasiado rápido, sin pensar, que los demás los trataron con desprecio.
No está bien visto que contemos las ofensas que nos hacen nuestros hermanos. Hay algo de maldad en llevar la cuenta de las injurias que perdonamos. Dios es el que lleva la cuenta, porque Él es el Juez, y suya es la venganza. Es necesario, para la preservación de la paz, ignorar las injurias sin llevar la cuenta de cuántas veces. Perdonar y olvidar. Dios multiplica su perdón y así debemos hacerlo nosotros. Esto significa que debemos hacer de la práctica del perdón un hábito constante, hasta que se convierta en parte de nuestra vida cotidiana.
Pedro aprendió, a través de la comunión con Cristo, a practicar el perdón. Estaba dispuesto a perdonar a sus hermanos siete veces, el número de la consumación. Pedro sabía que el perdón mutuo es la única manera de preservar la comunión. Por eso, estaba decidido a ser un buen ejemplo para los discípulos, sugiriendo que el perdón se extendiera siete veces. Pero Jesús le mostró la grandeza del amor cristiano. No basta con perdonar siete veces; los creyentes deben perdonar a sus hermanos 490 veces al día. En la práctica, esto significa perdón sin medida, perdón ilimitado. Grande es el amor y el perdón.
Había una vez un joven creyente que estaba enojado con su hermana pequeña porque constantemente le estropeaba los juguetes. Por amor a Jesús, decidió perdonarla hasta 490 veces al día, pero no más. Empezó a contar las faltas de ella y sus perdones cada día, pero ni siquiera alcanzaba las 100 veces. Con el tiempo, se acostumbró a perdonar una y otra vez. Nunca abandonó este hábito celestial de perdonar que se había desarrollado a partir de este ejercicio espiritual. Acostúmbrate siempre a perdonar las ofensas que te hagan, y pide a tu Señor que te permita soportarlo con alegría, porque el perdón mutuo es el camino para preservar la Iglesia.
No pienses que tu hermano o hermana siempre tiene la culpa cuando te sientes agraviado. En todo problema, la ofensa no siempre recae en una de las partes, sino que suele recaer en ambas. Por eso, acostúmbrate a inclinar primero la cabeza y luego perdona al que te ha ofendido como te gustaría que él te perdonara a ti, porque el amor es el cumplimiento de la ley.
ORACIÓN: Te damos gracias, Padre, porque nos invitaste a tu comunión en la unidad del Espíritu Santo. Tu Hijo nos redimió para que podamos amar y cuidar a los hermanos y hermanas equivocados, perdonarlos y orar por ellos con la guía de tu Espíritu Santo, pues la oración en verdadero amor será respondida en tu nombre. Mantennos en armonía mutua para que no nos separemos, sino que nos amemos como tú nos amas.
PREGUNTA:
- ¿Cuántas veces al día debemos perdonar a nuestros amigos y parientes?