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p) La segunda predicción de Jesús sobre su muerte y resurrección (Mateo 17:22-27)
MATEO 17:22-23
22 Estando reunidos en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres. 23 Lo matarán, pero al tercer día resucitará». Y los discípulos se entristecieron mucho. (Mateo 16:21; 20:18-19)
El Hijo del hombre es Dios encarnado, la gloria eterna, la fuente del poder divino y el servidor de todos. Su santidad nos juzga a todos, y su conducta será nuestra medida en el Día del Juicio, porque su vida es la interpretación exacta de los diez mandamientos. Jesús es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. No empleó su poder en su propio beneficio. Por esta genuina humildad, su Padre le ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra.
El Cristo humilde, aunque era el Todopoderoso, no se negó a ponerse en manos de personas malintencionadas. Su mansedumbre es más poderosa que la violencia de los gobernantes. Se sacrificó a sí mismo por muchos.
Esta abnegación venció a todas las fuerzas malignas que trabajan para la destrucción del universo. Con su muerte expiatoria, buscó completar nuestra justificación, santificación y protección. Con decisión, se dirigió a Jerusalén y sufrió por aquellos que lo odiaban, redimiendo a sus enemigos para su reino y amándolos hasta el final.
¡Qué grande es nuestra redención a través de la muerte de Cristo en la cruz! Su amor revela nuestro egoísmo y orgullo, pero la gracia del Cordero de Dios nos transforma y limpia. Su sacrificio salva nuestras almas reprobadas. En aquel tiempo, los discípulos de Jesús no comprendieron la profundidad y el misterio de su salvación, y se llenaron de tristeza cuando Él les habló de su cercana muerte. No podían imaginar su necesidad ni creer en ella.
ORACIÓN: Oh Santo, te glorificamos porque Jesús nació para morir en nuestro lugar, para cargar con el pecado del mundo y sufrir a manos de los injustos. Te damos gracias porque fue manso y se sometió a tu voluntad paternal. Gracias a su muerte, ganamos vida, justicia y santidad, y recibimos el espíritu de bendición por su sacrificio. Ayúdanos a no entristecernos por ninguna circunstancia que pueda ocurrirnos en la vida, ni a rechazar tus bendiciones y favores. Queremos aferrarnos a ti con toda nuestra fuerza y pasión, y alegrarnos para agradecerle a Él y agradecerte a ti, y regocijarnos en tu plan de salvación para todos.
PREGUNTA:
- ¿Por qué los discípulos se entristecieron y no agradecieron a Jesús cuando les habló sobre su muerte?