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p) La segunda predicción de Jesús sobre su muerte y resurrección (Mateo 17:22-27)
MATEO 17:24-27
24 Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Capernaúm, los que cobraban el impuesto del Templo se acercaron a Pedro y preguntaron: —¿Su maestro no paga el impuesto del Templo? 25 —Sí, lo paga —respondió Pedro. Al entrar Pedro en la casa, se adelantó Jesús a preguntarle: —¿Tú qué opinas, Simón? Los reyes de la tierra, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos: a los suyos o a los demás? 26 —A los demás —contestó Pedro. —Entonces los suyos están exentos —dijo Jesús—. 27 Pero para no escandalizar a esta gente, vete al lago y echa el anzuelo. Saca el primer pez que pique; ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y dásela a ellos por mi impuesto y por el tuyo. (Éxodo 30:13, 2 Reyes 12:5-6)
El impuesto exigido no era un pago civil a las autoridades romanas, sino una obligación religiosa. La ofrenda de medio siclo era requerida de cada persona para el servicio del templo, destinada a cubrir los gastos relacionados con el culto allí. A esta ofrenda se le llamaba “rescate del alma” (Éxodo 30:12). En esa época, no se exigía tan estrictamente como en otros tiempos, especialmente en Galilea.
En el caso del impuesto del templo, Cristo no solo se declaró Hijo del Hombre, sino también Hijo de Dios. No estaba obligado a pagar un impuesto por la casa de su Padre celestial, porque todo lo que Dios posee le pertenece también a Él. Sin embargo, su amor por sus enemigos y su compasión por su debilidad lo llevaron a pagar el impuesto de buena voluntad. Se unió a Pedro y a los demás discípulos, y los llamó “hijos libres de Dios”, como se menciona en varias ocasiones en el evangelio de Mateo. ¿Te aferras, querido hermano, a este título y a esta promesa, y permaneces junto a los hijos de Dios, no por tu bondad, sino porque has creído en la palabra de Jesús? Su poderosa palabra te santificará por completo, para que seas aquello que Dios te llama a ser.
La prudencia y la humildad cristianas nos enseñan, en muchos casos, a renunciar a nuestros derechos antes que ofender insistiendo en ellos. Nunca debemos descuidar nuestro deber por temor a ofender, pero a veces es necesario negarnos en lo que se refiere a nuestros intereses mundanos antes que causar ofensa.
ORACIÓN: Oh Padre, te adoramos con amor y alegría, porque tu Hijo unigénito nos hizo, por su muerte, hijos tuyos. Por naturaleza, éramos tus enemigos y estábamos lejos de ti, pero la sangre de Jesús nos acercó a ti. Te glorificamos por tu gracia y nos regocijamos en tu paternidad hacia nosotros. Ayúdanos a servir en tu amor, así como tu Hijo sirvió al mundo, para que tu divinidad se haga realidad en nuestra humanidad.
PREGUNTA:
- ¿Cómo declaró Jesús que era el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios?