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MATEO - ¡Arrepiéntanse, Porque El Reino De Cristo Está Cerca!
Estudios sobre el Evangelio de Cristo según Mateo
PARTE 1 - EL PERIODO PRELIMINAR EN EL MINISTERIO DE CRISTO (MATEO 1:1 - 4:25)
B - JUAN EL BAUTISTA PREPARA EL CAMINO DE CRISTO (MATEO 3:1 - 4:11)

1. El llamado al arrepentimiento (Mateo 3:1-12)


MATEO 3:1-2
1 En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea. 2 Decía: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca».
(Mateo 4:17; Marcos 1:1-8; Lucas 3:1-18)

Juan el Bautista, hijo de Zacarías, dedicó tiempo en contemplación en el desierto, donde Dios le reveló planes emocionantes para el reino de Dios. Dios lo envió a los judíos para preparar sus corazones, cambiar su forma de pensar y preparar el camino para el Cristo que estaba por venir.

Según la ley judía, todo gentil que quisiera convertirse en judío debía bañarse. Sumergirse en el río y salir del agua simbolizaba la muerte y luego una nueva vida de piedad al estar reconciliado con Dios.

Lo interesante del bautismo de Juan es que no lo practicó con los gentiles impuros, sino que lo realizó a los piadosos judíos. Predicó en el desierto, donde se dejaba al macho cabrío que llevaba el pecado (Levítico 16:22), que se consideraba la morada de Satanás. Los judíos piadosos debían guardarse de engañarse a sí mismos, pues "la inclinación del corazón del ser humano es perversa desde su juventud" (Génesis 8:21) y necesita un arrepentimiento sincero. Dios sigue obrando por medio de su palabra y su Espíritu Santo para llevar a toda la humanidad al arrepentimiento y renovar sus mentes a la voluntad de Dios. Esta obra de Dios no anula el deber del hombre con respecto al arrepentimiento. El Señor no desea que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento, pero cada persona debe responder a su llamado.

El llamado de Juan al bautismo en agua contenía más significado que sus exigencias de despojarse del egoísmo y dar buenos frutos. El verdadero arrepentimiento es mucho más que esfuerzos humanos; es un clamor sincero al Señor que da como resultado una limpieza del alma, un cambio radical en lo más profundo del corazón y una renovación de las intenciones egoístas. Quien piensa que las obras de arrepentimiento son todo el plan de Dios para el hombre se equivoca al pensar que el hombre es el único capaz de reformar su propia conducta para gloria de Dios. Juan estaba preparando el camino para la salvación de Dios, que renueva al hombre capacitándolo e impulsándolo a realizar buenas obras que glorifiquen a Dios.

Juan inculcó en las personas la conciencia de su naturaleza pecaminosa. Les instó a confesar sus pecados, a renunciar a ellos y a detestarlos, a abandonar su antiguo estilo de vida y a renunciar a sí mismos. Les enseñó a no depositar su fe en la piedad humana ni a confiar en sus propias acciones para justificarse. Juan va más allá de un simple llamado a la reforma moral; te invita a ser bautizado. Ningún hombre puede albergar esperanza a menos que muera al pecado. Permanece en un estado de corrupción e impureza hasta que se sumerge en el río del amor divino y la santidad, permitiendo que Dios lo purifique y lo renueve.

Durante su aislamiento en el desierto, Juan fue testigo de una revelación divina: el misterio de la inminente llegada del reino de los cielos. Comprendió que Dios estaba a punto de inaugurar una nueva era, una que superaría el pecado y la corrupción. Percibió que el Señor mismo tenía la intención de manifestarse en Cristo para purificar los corazones impuros, a través de la venida del Espíritu Santo en ellos. A partir de esta revelación, comenzó a predicar que el reino de los cielos estaba cercano. Esta anticipada llegada del reino celestial se convirtió en el eje central de su llamado al arrepentimiento.

El mensaje central de Juan no se limita a la exhortación al arrepentimiento. En realidad, es la proclamación de las buenas nuevas sobre la inminente venida de Dios y la instauración de su reino en la tierra. En este contexto, el Bautista insta a todos los hombres a prepararse para acoger al Señor.

ORACIÓN: Señor, reconozco que no soy digno de que entres en mi morada, pues mis pensamientos son impuros, mis palabras a veces engañosas y mis acciones imperfectas. Te ruego que no me excluyas de tu presencia; no retires de mí tu Espíritu Santo. Imploro que generes en mí un arrepentimiento genuino para que pueda contemplar tu gloria y tener la certeza de que camino en tu luz. Tú eres mi referente y, al compararme contigo, me doy cuenta de mi naturaleza pecadora. En tu misericordia deposito mi confianza, y en tu gracia encuentro mi esperanza.

PREGUNTA:

  1. ¿Qué es un arrepentimiento aceptable?

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