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LOS DIEZ MANDAMIENTOS - EL MURO PROTECTOR DE DIOS QUE IMPIDE AL HOMBRE CAER

10 - EL OCTAVO MANDAMIENTO: NO ROBES



ÉXODO 20:15
"No robes."


10.1 - ¿A Quién Pertenece la Propiedad?

En el principio Dios creó los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos. Sólo Él es dueño de los elementos, las plantas, los animales y también de nosotros. Somos propiedad de Dios. No fuimos hechos por accidente, sino que, por la gracia de Dios, sus pensamientos y poderes se han manifestado en cada criatura. Dios es el dueño del universo. Sólo a Él pertenecen todas las cosas, incluso el oro y la plata. Nosotros sólo somos administradores de lo que nos ha confiado. Somos responsables de todo lo que nos ha dado. Nuestro tiempo, nuestra salud, nuestro poder, nuestro dinero y nuestras propiedades no nos pertenecen, sino sólo a Él. ¿Estás de acuerdo?

Hace cien años, las teorías ateas que negaban el reino del espíritu pasaron a primer plano. Sólo afirmaban la materia, que, según decían, evolucionaba por sí misma. Dios era impensable para ellos. Por eso, el comunismo afirma que las personas pueden poseer el mundo, pero no a Dios. El partido gobernante se hizo con el control de todos los bienes y propiedades del pueblo, y la lealtad a ese partido significaba compartir esos bienes. Pero las personas individuales estaban menos convencidas de la filosofía colectivista, por lo que trabajaron menos de lo que podían y saquearon todo lo posible de las finanzas y la propiedad del país. Por eso China y otros países socialistas avanzaron hasta hacer trabajos no sociales, sino más bien privados. La escasa producción económica reveló que el hombre no fue creado para ningún tipo de sistema social colectivista. Fuimos creados para asumir una vida de total responsabilidad desde el principio. El hombre necesita automotivarse, no ser coaccionado. Cuando se desarrolló la perestroika, los sistemas comunistas se desmoronaron.

En Occidente, el capitalismo significa que cada uno es el único dueño de su tiempo y su dinero. Un sistema social democrático intenta asegurar algunas migajas para los pobres del gran pastel que los ricos se reparten entre ellos. ¡Ojalá estos millonarios reconocieran su responsabilidad ante Dios y se arrepintieran ante Él! Entonces reconocerían a los pobres y pensarían en los más pequeños y atenderían sus necesidades.

En realidad, el comunismo y el capitalismo tienen objetivos similares. Ambos quieren controlar toda la propiedad y el poder. Sólo se diferencian en el método con el que obtienen el control de la riqueza. La confiscación de la propiedad en los países socialistas no es más que un robo. Pero la explotación de los pobres en los países capitalistas es una forma inteligente de traición, ayudada por el uso de los medios de comunicación modernos.

Un cristiano, en cambio, debe darse cuenta de que todas las propiedades pertenecen al Creador. No somos dueños ni amos independientes, sino humildes administradores. Nada nos pertenece. Lo que tenemos no es más que una bendición de Dios, y tenemos que dar cuenta de cómo usamos nuestro dinero, tiempo o esfuerzo. ¡Sé consciente de lo que haces y de lo que gastas!


10.2 - Amar a Dios y Codiciar el Dinero

Jesús nos advierte: "Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro...No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas." (Mateo 6:24). Un cristiano no puede actuar como si fuera el dueño de su propio dinero sin ponerlo a disposición de Dios, pues de lo contrario sería un ladrón que roba a su amo. Por esta razón, la forma de manejar nuestro dinero cambia radicalmente cuando nos convertimos en cristianos. Los cristianos ricos no deben planificar y vivir para sí mismos, sino preguntar a Dios qué quiere que hagan con el dinero que les ha confiado.

Los países en vías de desarrollo, que cuentan con poca industria, siguen necesitando primero la iluminación espiritual. La creencia en el Dios trino refuerza la responsabilidad, la diligencia y las actitudes de sacrificio. Sólo una relación con Jesús puede evitar que la gente se corrompa o trabaje sólo para su propia familia, pues entonces ve y siente las necesidades de los demás. Si no cambian sus actitudes, prevalecerán la pereza, el robo y el terrorismo. ¡Cristo es la única esperanza para nuestro mundo!

La Biblia dice claramente: "No robes", afirmando así la propiedad privada. Por lo tanto, no debemos envidiar a alguien sus posesiones, ya que su responsabilidad eterna aumenta con su riqueza. Jesús explicó este mandamiento cuando dijo: "Le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios." (Mateo 19:24). Pero la riqueza de los acaudalados no puede justificar que se les robe, porque todo el que roba se somete al justo juicio de Dios mismo.

En nuestro interior sentimos que no debemos tomar algo que no es nuestro. Nuestra conciencia es muy sensible y nos advierte que no debemos robar nada, ya sea grande o pequeño. Debemos examinarnos cuidadosamente y ver si tenemos algo que no es nuestro. El Señor te ayudará sin duda a reconocer lo que te pertenece y lo que es de otro, si tú se lo pides. También tenemos que pedirle a Jesús que nos dé valor para devolver lo que no es nuestro sin demora. Tenemos que pedir a Dios y a los dueños el perdón y la remisión. Las cosas robadas afectarán a nuestra conciencia y destruirán nuestra relación con Jesús. En una reunión evangelística en África, se animó a la gente a devolver todo lo que habían robado. En ese momento, algunos policías presentes se rieron y se miraron con sarcasmo, pues sabían que cada uno de ellos había robado. Estas cosas suceden en todas partes y es una gracia especial de Dios cuando conocemos nuestro pecado, lo lamentamos y lo odiamos, nos arrepentimos con sinceridad, lo confesamos y hacemos la debida restitución. Acude siempre a Jesús y te ayudará a reparar el daño que hayas causado. ¡Devuelve de inmediato todo lo que no te pertenece!


10.3 - El Robo Moderno

Preguntémonos: "¿Qué es robar hoy en día?". No es sólo llevarse cosas que no nos pertenecen, sino también malversar, dejar las cosas para después y perder el tiempo durante el trabajo. Todas las formas de engaño son robos. Vender artículos defectuosos de forma barata o cara es engañar al comprador. A veces el valor de la mercancía no guarda proporción con su precio. Entregar información errónea a la administración fiscal también es robar. Hay, por supuesto, muchas formas de engañar en el trabajo y en los intercambios económicos. Si no vives en la presencia del Dios santo, estarás en peligro de malversar y pecar contra Él y su pueblo.

Este examen de conciencia también se aplica a los propietarios de tierras, a los jefes de las empresas y a otras personas con altos cargos cuando se aprovechan de sus empleados y les exigen que trabajen duro sin pagarles un salario justo. Es un robo que los bancos y los particulares pidan altos porcentajes de interés. Y es también un pecado que alguien pida un crédito cuando sabe que no puede devolverlo. Hay muchas maneras de robar, tanto en privado como en público, y si no entrenamos nuestra conciencia en la rectitud del Espíritu Santo, estaremos en peligro de perder nuestra integridad y salud por la codicia del dinero y la envidia de los bienes. Pablo afirma claramente: "Ni los ladrones, ni los avaros...heredarán el reino de Dios" (1 Corintios 6:10).

En nuestra sociedad moderna, el robo ha adoptado diversas formas. Algunas personas utilizan el teléfono del trabajo para hacer llamadas personales. Algunos se llevan lo que ven en una tienda o mercado y no lo pagan. Otros consiguen abrir los vehículos y llevárselos. Otros distribuyen drogas gratuitamente para hacer a los consumidores dependientes de ellas y luego les obligan a pagarlas para mantener su adicción. Hacen que los adictos roben o cometan otros delitos para conseguir el dinero. Entrar en computadoras ajenas o copiar programas informáticos no pagados es una forma moderna de robo que infecta la conciencia de muchos.

Si no aceptamos un nuevo corazón que nos da Jesús, nos abrimos a muchas tentaciones. Debemos asegurarnos de no dejar que el dinero se convierta en nuestro objetivo supremo en la vida, pues de lo contrario nos volveremos materialistas y perderemos el gozo del Señor. No olvides que la envidia y la codicia siguen siendo las razones de todo mal. Quien tiene afán de dinero cambia la actitud de su vida. Su corazón se endurece, su amor se enfría, y todo lo que hace es por ansias de dinero. El dinero se convierte en el centro de su vida y Dios deja de ser su centro.

Jesús prefirió vivir como un pobre antes que caer en el peligro de las riquezas. No tenía dónde reclinar la cabeza. Judas, que traicionó a nuestro Señor, era un ladrón encargado del dinero (Juan 12:6) y al final se suicidó.

Pablo trabajó diligentemente con sus propias manos. No quería imponerse a los demás. No sólo se ganaba la vida, sino que también ayudaba a los demás para que se pudiera predicar el Evangelio.


10.4 - El Trabajo y el Sacrificio

Muchos nuevos creyentes necesitan cambiar su actitud hacia el dinero y trabajar honestamente, porque mendigar o esperar la ayuda de otros no es honorable y no asegura un ingreso adecuado. La cuarta petición del Padrenuestro es "Danos hoy nuestro pan de cada día". Esto significa que pedimos con confianza a nuestro Padre celestial que nos dé un trabajo adecuado y nos bendiga con salud y fortaleza para realizarlo, sin importar las dificultades que podamos encontrar.

Si realmente vivimos bajo la guía de Dios y trabajamos con diligencia, no necesitamos robar ni vivir de los demás porque no sólo seremos bendecidos para mantener a nuestras familias, sino que también podremos ayudar a los necesitados y participar con nuestras ofrendas en la obra del Señor. Es más bienaventurado dar que recibir (Hechos 20:35; Efesios 4:28; 1 Tesalonicenses 4:11).

Jesús conoció una vez a un joven rico que era piadoso y guardaba fielmente los Diez Mandamientos. El Señor lo amaba y quería salvarlo de sus ataduras ocultas. Así que le dijo: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo." (Mateo 19:21). El joven se afligió al oír esto, pues era rico. Dejó a Jesús. El dinero era más importante para él que el Hijo de Dios. De vez en cuando tenemos que ponernos a prueba para ver si seguir a Jesús es nuestra primera prioridad o si estamos confiando en nuestras posesiones o en nuestros depósitos en el banco (Marcos 10:19; Lucas 18:10). Jesús quiere liberarnos de la confianza en nuestro dinero. Tenemos que rendirnos a Él y hacer del sacrificio nuestro principal objetivo en la vida. Al igual que nuestro Señor se ofreció a sí mismo como rescate por muchos, tenemos que ayudar a los demás con gusto de muchas maneras prácticas. Dios quiere salvarnos de la dependencia del dinero y reforzar nuestra confianza en Él.

Los hermanos de la iglesia primitiva se amaban unos a otros en comunión espiritual al tiempo que esperaban esperanzados la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Vendían sus propiedades y vivían unidos usando sus ingresos. Servían voluntariamente en amor los unos por los otros. A diferencia del comunismo, nadie estaba obligado a compartir nada. No obstante, la iglesia cristiana primitiva no pudo mantener este sistema social por mucho tiempo. Muchos cristianos se empobrecieron al no venir Cristo tan pronto como se esperaba. Cuando la hambruna arrasó, sufrieron terriblemente. Para entonces, Pablo había reunido ofrendas de notables cantidades de dinero de las iglesias de la actual Grecia y Turquía y las llevó a la iglesia primitiva de Jerusalén.

Pablo cambió el significado y el sentido del trabajo cuando afirmó: "Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo"(Colosenses 3:23). Desde entonces, todo trabajo honrado se considera como una adoración a Dios. Así, si una madre cuida de sus hijos o si un obrero barre las calles o si un pastor predica el domingo, toda buena obra es un servicio directo a Dios. Deberíamos ponernos a prueba y preguntarnos: "¿A quién servimos? ¿Nos servimos a nosotros mismos, a nuestras familias, a los empleadores, al Estado o vivimos para Dios?". La oración y el trabajo constituyen el cuerpo de la vida cristiana.


10.5 - El Islam y La Propiedad

El islam afirma que el Creador posee todo lo que ha hecho. Aprueba la propiedad individual de lo que Dios nos ha confiado. La propiedad es un don de Dios para quien ora regularmente y vive según la ley islámica. El oriental no vive primero como un individuo aislado e independiente, sino como un miembro de su tribu. Las propiedades, los pozos de petróleo y los manantiales de agua están totalmente controlados y son propiedad de la tribu desde hace generaciones. La familia ha sido el refugio seguro al que acudían los ancianos, los enfermos, los lisiados e incluso los delincuentes. Hasta hace poco no había mucha necesidad en Oriente Medio de seguridad social ni de seguros de vida, pero con el auge de la tecnología moderna los trabajadores de las ciudades quedaron aislados y se hicieron necesarias las organizaciones de caridad.

Las mezquitas y las fundaciones islámicas se financian con el impuesto religioso (zakat) y la limosna (sadaqa). Este caudal de dinero se controla y se gasta sin ninguna supervisión por parte del gobierno, ya que se emite en virtud de las normas religiosas, como si preparara el camino para que el musulmán vaya al paraíso. Si alguien construye una mezquita en la tierra, espera obtener un castillo en el paraíso.

Cuando el islam comenzó, la distribución de valiosos botines de guerra a los combatientes musulmanes era una forma segura de ganarse a los animistas que aún no se habían decidido a aceptar el islam. Mahoma siguió este método a propósito, incluso con los enemigos, "para acostumbrar sus corazones al islam". Si un animista no aceptaba el islam, debía ser asesinado o esclavizado. Según el Corán y la ley islámica, los esclavos eran propiedad de los musulmanes, y las esclavas que podían casarse estaban a disposición de sus amos y los padres de las esclavas tenían que estar de acuerdo. El comercio de esclavos floreció durante mucho tiempo en el mundo islámico. En Estados Unidos estalló una guerra civil para poner fin a la trata de esclavos en ese país.


10.6 - Severas Penas en la Sharia para los Ladrones

El islam está obligado a administrar duros castigos a los ladrones: se le corta la mano derecha al ladrón si se le sorprende robando más de una determinada cantidad por primera vez, y se le quita la pierna izquierda a la segunda infracción. Esto redujo en cierta medida el índice de robos en los países islámicos. A pesar de que el miedo es la principal razón para mantener esta ley, siguen siendo frecuentes los robos en Irán, Sudán y otros países islámicos, donde a veces se cortan las manos y los pies públicamente. Jomeiní emitió un decreto para cortar la mano del ladrón sin anestesia. La ley islámica en Sudán se detuvo durante cuatro años. En ese momento, un centenar de personas con la mano amputada fundaron una organización para los lisiados por la ley. Pidieron al gobierno que les pagara una restitución y una pensión, ya que sus manos fueron cortadas en virtud de una ley que ya no existía. Este grupo incluía a unas dos docenas de hombres a los que también se les amputó la pierna izquierda por haber vuelto a robar. En la revista "Sudan Now" había una foto de estos hombres sosteniendo los muñones de las manos amputadas sin piedad.

Las penas severas según la Sharia no mejoran las actitudes del ladrón ni lo cambian, sino que de hecho lo incapacitan para trabajar y lo exponen siempre a la vergüenza pública. Piensa en lo que pasaría en todos los países del mundo si a todo el que robara algo de valor se le cortara la mano derecha. ¿Cuántas personas quedarían con dos manos buenas? La Sharia no es aplicable hoy en día.


10.7 - ¿Cómo Desalentaron Jesús y sus Discípulos el Robo?

Jesús ha proporcionado una manera mejor de combatir el robo. No abolió las penas de la nación por robar. En lugar de eso, llevó sobre sí mismo el castigo eterno para poder expiar a todos los ladrones. Por nuestra gratitud por su sufrimiento y sacrificio, nunca tocaremos nada que no sea nuestro.

El Espíritu de la verdad nos ha hecho libres del ánimo de robar. Él fortalece nuestro corazón renovado para confiar en Dios nuestro Padre, de modo que podemos pedirle que nos dé un trabajo decente para ganarnos el pan de cada día, tal como lo hacemos en el Padrenuestro. No nos sumergimos en la preocupación porque estamos seguros de que nuestro Padre celestial nos cuida personalmente y nunca nos abandona. Así que el siguiente versículo se aplica al creyente: "El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados." (Efesios 4:28)

Jesús ha dado a sus seguidores un nuevo corazón en el que la vida significativa no se ve en términos de dinero y posesiones, sino en la vida espiritual cuyo vínculo es el amor y la gratitud. Nuestro Señor nos ha librado de la tacañería y la envidia. Nos enseña que toda persona adinerada se enfrenta a una grave tentación que intenta controlarla. Por eso, debemos replantearnos todos nuestros gastos y dar cuenta a Dios y a nosotros mismos de cada céntimo que hemos gastado. Somos administradores de lo que nos ha dado.

Un creyente cristiano ve a los pobres con amor y compasión y planea ayudarlos para que sean responsables de sí mismos y trabajen con honestidad y empeño. Tenemos que encontrar formas sabias de ayudar a los necesitados a ayudarse a sí mismos, a menos que estén demasiado incapacitados para trabajar. Cada miembro de la iglesia está llamado a participar en este sentido. "Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace." (Santiago 4:17)

El amor a Dios es la regla suprema en la vida de todo cristiano, no el temor al castigo. Es el gran sacrificio ofrecido en la cruz del Calvario, y no nuestras buenas obras, lo que borrará nuestros pecados. Agradecemos a Jesús por motivarnos a vivir fielmente, satisfechos y de forma diligente. En lugar de imponer leyes sobre la propiedad o exigir impuestos, Jesús cambia los corazones y las mentes de los que le siguen de acuerdo con su principio que cambia las culturas de todas las épocas. "El Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos" (Mateo 20:28).

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