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COLOSENSES - Cristo en vosotros, la esperanza de gloria
Meditaciones acerca de la epístola del apóstol Pablo a la iglesia en Colosas

Parte 4 - El nuevo estilo de vida (Colosenses 3:18 - 4:1)

22. La relación entre esclavos y sus dueños y entre empleados y empleadores (Colosenses 3:22 - 4:1)


COLOSENSES 3:22-25
22 Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. 23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; 24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. 25 Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.

En el imperio romano aún regía la esclavitud. Los prisioneros de muchas guerras se vendían como esclavos, pero cabía la posibilidad de que alguien los liberara, pagando el precio completo por ellos, o entregándolos después de haber pagado, la carta de libertad. En la Sharia Islámica existe hasta hoy un derecho parecido de tener esclavos, pero se realiza solamente en lugares lejanos como en el oeste del Sudán. El mismo Mahoma liberaba a prisioneros de su propio clan, recién cuando los familiares le habían pagado el precio completo por el esclavo.

En el tiempo de los romanos una familia normal tenía como doce esclavos masculinos o femeninos, que debían realizar a la perfección, todas las tareas en la casa, establo o jardín. Familias ricas a veces poseían hasta 40 esclavos, a quienes también tenían que dar vestido y comida. A los esclavos raramente se los trataba como a personas, sino como propiedad que se compraba o vendía. Algunos recibían poca pero suficiente alimentación, para que su rendimiento no disminuyera. Pero otros sufrían bajo la autoridad de amos brutales y mujeres desconsideradas que los trataban con escandaloso desprecio. El que huía, siendo esclavo, se crucificaba como un criminal extranjero. En una sublevación de esclavos en Roma, después de su avasallamiento por legiones romanas, miles de revolucionarios se crucificó, por quebrantar para siempre la voluntad de esclavos recién comprados.

Pablo en sus cartas a las iglesias en el ambiente del la cultura del imperio romano, nunca estimuló a los esclavos a un levantamiento, ni pedía para ellos que fueran tratados según los derechos humanos. Tampoco nunca mencionó una revolución contra el César y su cultura. Pablo iba por el camino contrario y mandó a los esclavos que pertenecían a las iglesias locales, servir a sus amos y a sus señoras, en amor y fidelidad. En el comienzo de la historia eclesiástica en el sector helenista romano había un gran número de esclavos, que habían aceptado a Cristo por la fe. Ellos anhelaban el prometido regreso del Señor Jesús en gloria, para ser recibidos en la vida eterna y vivir en su paz.

A éstos, privados de sus derechos, Pablo les sugerió considerar a sus amos y señoras quienes muchas veces eran muy difíciles y exigentes, que les sirvieran como a Jesús mismo, y servirles de la misma manera como honran y adoran al Hijo de Dios. Tan exagerada exigencia humanamente no se puede cumplir, y solamente por el continuo poder y consuelo del Espíritu Santo era posible vivir y servir de esta manera. Ellos debían servir a sus sanguijuelas sin hipocrecía y en gran fidelidad, como si Dios los hubiera llevado a esta prueba sin salida. Sus servicios para los injustos debían ser efectuados, en el temor al todopoderoso Dios, quien a su tiempo reclamaría sus derechos.

Pablo repetía en esta enseñanza su principio ético laboral: “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:17.23). Este principio es posible para hombres sanos y libres, pero para personas golpeadas y maltratadas nos parece imposible. Sin embargo “la fe rompe acero y piedras si sólo se abraza al Todopoderoso”. Pablo denominaba cualquier forma de trabajo como servicio a Dios, si el obrero pertenecía a aquellos que por su fe participaban de la plenitud de la deidad (Colosenses 2:9.10). A ellos los consideraba no del mundo, sino en el mundo, como extranjeros en un área que sufría bajo el dominio de Satanás (1.Juan 5:19). Su prueba consistía en la realización de la mansedumbre y humildad de Cristo aún bajo circunstancias imposibles. Pero tal carrera sólo es posible siguiendo a Jesús, quien también sufrió bajo la altivez, arrogancia, injusticia e impureza de la gente, sin embargo les servía sin cesar con amor.

Los esclavos amparados en Jesucristo no debían sólo sobrellevar pacientemente las injusticias contra ellos y sufrirlas calladamente, sino por sus servicios ejemplares vencer a sus superiores y juzgarlos sin palabras. Sus benditos hechos serán evaluados como obra hecha para Jesús, quien en el día del juicio les dirá: “Lo que hicísteis a uno de estos imposibles varones o mujeres, a mí lo hicísteis” “Entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:23.34.40).

Pablo habla en este sentido de una recompensa santa, que se les entregará a los esclavos fieles. Este sueldo no los salvaría de sus pecados, como si con sus labores pudieran salvarse, sino al contrario, porque el Señor Jesús ya los había salvado con su sangre derramada y el Espíritu Santo había puesto el amor de Dios en sus corazones, ellos debían comprobar su nueva existencia por sus buenas obras. Por eso recibirán recompensa. A los pobres esclavos sin posesiones, se les promete una gran herencia, no terrenal y corruptible, sino celestial y eterna. Ellos ya tienen el anticipo, el Espíritu Santo (Efesios 1:18-19), que es la señal de nuestra futura gloria. Pablo ya había escrito al comienzo de su carta del misterio, que hoy se cumple tanto en judíos como no judíos: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). El Señor mismo es su recompensa, porque él está en ellos y ellos en él.

Su servicio en el sótano o en el campo, en el establo o en la oficina, en la cocina o en el mercado, todo lo que tienen que hacer se evaluará como servicio a Jesús. Pablo les expedía una calificación tremenda al decirles: “¡A Cristo el Señor servís!” Pablo mismo se denominaba esclavo de Jesucristo (Romanos 1:1), y sufría por una larga lista de aflicciones (2.Corintios 11:23-33). Probablemente fue decapitado como romano por las astutas acusaciones de sus enemigos. Sin embargo él se gloriaba por sus sufrimientos, no por ser arrogante, sino porque Jesús los llevaba y los sufría con él (Romanos 5:3-5).

A los esclavos creyentes en Colosas les escribió que su servicio a Dios no honraba solamente a Jesús, sino también traería un juicio sobre aquellos amos, que sin cuidado actuaran con injusticia con ellos. Si aquellos superiores no se abrían al Espíritu de Jesús, y a pesar de la buena conducta y la intercesión de sus esclavos, no querían escuchar su testimonio, entonces ellos mismos se juzgaban. Delante de Dios, los grandes y famosos por lo general, son insignificantes y culpables, pero si se arrepienten y creen en el Cordero de Dios, serán justificados y santificados. En la eternidad existen otros parámetros que en la tierra. Nos asombraremos, cuando veamos , quienes realmente están cerca de Dios.

Quien pense y medite acerca del „servicio a Dios de los esclavos“ en Colosas, en las luchas laborales, paros de obreros y el estrés en las modernas naciones industriales, reconocerá el espíritu diferente del que no quiere servir, sino que exige su aparente derecho. También encontramos hoy, igual que en el tiempo de los romanos, la dureza e indiferencia entre los ricos, accionistas y directores. Un socialismo auténtico y voluntario, se encuentra muy rara vez. No se debería hablar de injusticia social, mientras se gastan millones de Euros o Dólares para vacaciones.

La persona que trabaja con dedicación, precisión y fidelidad, sin esperar nada de nadie, es un testimonio para su Señor aún sin muchas palabras. El que ora por sus jefes y colegas, quizá cosechará burla y escarnio. Pero el que vive en Cristo, rogará que en su vida diaria todo su pensar y hacer sea dirigido por el Espíritu Santo.

COLOSENSES 4:1
“Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos.”

La iglesia en Colosas se componía de esclavos y libres, de empleados y empleadores. Era difícil decir a los dos grupos la verdad en amor.

Pablo llamaba a los libres “amos”, bendecidos y dotados por Dios. Ellos no sufrían ninguna necesidad. Los negocios en la zona mediterránea eran lucrativos bajo el dominio de los romanos. Por eso les imponía a los pudientes que debían tratar a sus súbditos, según el derecho y la justicia y concederles lo suficiente, lo que necesitaban para su cuerpo y para la vida en general. Esta exigencia no implicaba solamente comida y bebida, sino también vestimenta, alojamiento, cuidado médico y protección en situaciones críticas. Quizá a los esclavos se les debía dar también tiempo de descanso para poder participar en cultos y reuniones de la iglesia local.

Además el apóstol a los gentiles, inspiraba a los empleadores que no planificaran su vida independientemente, como a ellos se les ocurriera, aprovechando su bienestar, ni debían enseñorearse sobre otros, pues ellos también eran responsables ante Dios por cada palabra, que hablaran, y por cada céntimo, que gastaran. Toda injusticia que ellos o sus esposas hicieran a sus esclavos, caería ese mal sobre ellos en el día del juicio. En la práctica significaba que ellos debían tratar humanamente a sus esclavos y no en forma inhumana.

En el caso que los súbditos y sus amos fueran creyentes, se debían entender mutuamente como hermanos en el Señor, honrarse y amarse. Esto era la silenciosa revolución de Pablo: Nadie debía querer cambiar la situación a la fuerza, sino llevar a todos a Jesús, entonces tanto los empleadores como los empleados serían miembros del cuerpo espiritual de Cristo. La auténtica fe en Jesucristo cambia cualquier cultura y orden de vida desde adentro. Como Pablo lo practicaba en su tarea pastoral, podemos leer en la carta a Filemón acerca de Onésimo, el esclavo fugitivo, quien había aceptado a Cristo.

ORACIÓN: Padre celestial te agradecemos por cada uno de tus seguidores a quienes les has dado un lugar de trabajo según sus capacidades. Perdónanos, si nos quejamos por jefes difíciles, duros o injustos, y ayúdanos a ser fieles en las cosas pequeñas y trabajar de forma aplicada y en humildad, para que siempre tengamos en cuenta a tu Hijo y le sirvamos . Amén.

PREGUNTA:

  1. ¿Cómo puede ser todo nuestro hacer y hablar, un servicio para Jesús?

Velad y orad,
para que no entréis en tentación;
el espíritu a la verdad está dispuesto,
pero la carne es débil.

(Mateo 26:41)

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