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COLOSENSES - Cristo en vosotros, la esperanza de gloria
Meditaciones acerca de la epístola del apóstol Pablo a la iglesia en Colosas

PARTE 1 - Los fundamentos de la fe cristiana (Colosenses 1:1-29)

3. La intercesión de Pablo por la iglesia en Colosas (Colosenses 1:9-11)


¿Quién vive digno del Señor?

Después de rechazar la seductora justificación por la ley y la confianza escondida en el propio Yo, el misionero a las naciones exhorta a los renacidos, vivir conscientemente en su nueva vida, “digno del Señor”, agradeciéndole por su gracia. Pablo no les escribió una nueva ley, sino oraba nuevamente por esa iglesia en Anatolia, para que el trino Dios les otorgue una manera de vivir santa y espiritualmente madura.

El apóstol explicaba el privilegio de la santificación para la honra de Dios con varios ejemplos. El animaba a los receptores de su carta: “Vivan siempre de tal manera que le agrade a Dios, vuestro Padre, y que él se goce de vosotros. Eviten toda mentira, impureza, arrogancia, hipersensibilidad y la confianza en dinero y honra, para que crezcan en la humildad y mansedumbre de Cristo, en pureza y sinceridad de sus palabras y en el poder de Dios, y que los frutos del Espíritu Santo maduren en vosotros.” Los seguidores de Cristo deben producir mejores y más numerosas “buenas obras” que los fanáticos legalistas. Pero no las necesitan para su propia salvación y justificación, porque ya son salvos gratuitamente por la gracia. De este modo Pablo cambia, propósito y meta de las “buenas obras” en sentido invertido . Ellas no producen la salvación del pecador, sino son el fruto del Espíritu Santo, un resultado lógico y necesario en la vida de los santificados por gracia.

¡Crezcan en el conocimiento de Dios!

Pablo escribió antes del conocimiento espiritual de la voluntad de Dios, pero ahora lleva a los receptores de su carta al núcleo de este proceso, al conocimiento mismo de Dios. El no enseñaba una nueva teología, sino pedía al Padre celestial revelar a la iglesia en Colosas quién es y qué hace. El no explicaba con sus propias palabras este grandioso complejo del conocimiento de Dios, sino que oraba junto con sus compañeros para que Dios revelara ese misterio a los colosenses. El conocimiento de Dios no es un logro intelectual, sino pura gracia. Jesús oraba: ”Te alabo, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Mateo 11:25-26). Pablo escribe: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7). Pablo declara también ese misterio a la iglesia en Roma: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en el temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:15-16).

El que lee estos textos bíblicos llenos del Espíritu Santo, puede captar que el conocimiento de Dios no significa pensamientos, doctrinas y ciencia, pues es una fuerza transformadora de nuestra existencia. El evangelio de Cristo transforma pecadores en hijos de Dios, porque el que es para siempre, es “nuestro Padre”. Entre los 350 nombres y características de Dios en la Biblia el nombre Padre es la suma de todos. El que quiere indagar por medio de Jesús en profundidad este nombre que Jesús nos ha revelado, debería orar, creer, hacer y experimentar el “Padre nuestro”. De este modo entrará más y más en la riqueza de gloria del Padre y del Hijo, por medio del Espíritu Santo. El Señor Jesús habló 200 veces en sus discursos del Padre, como antes está mencionado. El Espíritu en nosotros clama:

“Abba, Padre”.

Fortalecido con toda paciencia y longanimidad

Pablo termina su oración de agradecimiento e intercesión por la iglesia distante, con un triple “saludo” espiritual. Primero pedía para la iglesia en Colosas un fortalecimiento sobrenatural. En este sentido el misionero a las naciones no se refería a un mayor conocimiento, sino a mayor fuerza celestial. Jesús dijo: ”Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1:8). Su evangelio representa poder de lo alto. Dios mismo es la fuerza primitiva (El). Jesús recibió todo poder en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18). El Espíritu Santo es el poder de Dios. Pablo pide para las iglesias en la zona montañosa de Anatolia por un fortalecimiento con todo poder del trino Dios. La dimensión de esta oración es humanamente incomprensible. Esto significa al mismo tiempo que la divina Trinidad ha tomado habitación o morada en los seguidores de Cristo y que obra en ellos por medio de su fe (Juan 14:23; 20:22.23; Efesios 6:10; 1.Juan 5:4.5 y otros). Como indo-germanos debemos tener un cambio de pensamiento y no buscar continuamente ideas imponentes y palabras impresionantes, sino apreciar el efecto del poder de Dios. Esto es más importante que conocimiento y diplomas.

El apóstol, en su dolorosa y deprimente prisión , no se conforma con pedir toda la fuerza del cielo para la iglesia de Dios, sino que anima a los que son desconocidos para él, que crean en el ilimitado poder del Todopoderoso, para que El llene con su gloriosa autoridad espiritual a esa iglesia solitaria. Pablo estaba seguro que su estadía en la cárcel, estaba predestinado por nuestro todopoderoso Padre celestial y que le servía para aprender paciencia y tener tiempo para orar por todos los que estaban en su corazón y también por las futuras iglesias. Además servía para que pudiera escribir cartas de ánimo y que de este silencio forzado surgiera un “clamor a gritos por Cristo”, que lo escuchara todo el mundo. El creía en el glorioso e ilimitado poder de Cristo, al que había visto en su majestad en el camino a Damasco. El equipo de oración de Pablo rogaba a ese Señor por la realización de su poder y la llenura del divino potencial para la iglesia. En relación con esto, preguntamos ¿cómo debería ser la preparación de los teólogos de nuestras iglesias? Muy elevado conocimiento no implica recepción de poder, sino todo lo contrario, el poder de Dios nos transforma en siervos humildes y sabios, así como nuestro Señor que apareció como un siervo llevando nuestras cargas. (Mateo 20:28).

En este sentido Pablo y los suyos oraban para que el rey del cielo otorgara a los creyentes en Colosas toda paciencia y longanimidad. Si Pablo hubiera escrito sólo de paciencia y longanimidad, bien se podría entender, pero el grupo de oración rogaba, por los principiantes en la fe, toda paciencia y longanimidad de Cristo. Esto habla de la morada del Hijo de Dios en sus corazones, para que por su mansedumbre y humildad también sus seguidores maduren los demás frutos del Espíritu Santo (Mateo 11:29; Efesios 3:14-23).

Paciencia significa como si alguien estuviera portando una carga, y siga teniendo tal fortaleza aún, como si estuviera escalando empinadas montañas ; que un molestoso compañero de trabajo no sea odiado, sino honrado; que a problemáticos miembros de la iglesia con su terquedad, arrogancia y conducta imposible, no se les eche, sino que se ore por ellos, se los soporte y se les bendiga hasta que poco a poco sean tranformados por el poder de Cristo.

El concepto “toda paciencia y longanimidad” señala también hacia el amor, la misericorida y paciencia de Dios, el Padre, con pecadores y creyentes, que viven en abierta rebelión contra El o que en su hipocresía se engañan a sí mismos. Nuestro Dios es paciente. En la parábola de los dos hijos perdidos el padre esperaba años el retorno y regreso a casa de su hijo perdido. Cuando éste se acercó lentamente, el padre corrió para encontrarlo, lo abrazó, lo besó y le puso el manto de su justicia alrededor de sus hombros. Pero el padre no dijo ni una palabra, hasta que el hijo retornado confesara sus pecados. Fue entonces que comenzó la fiesta de alegría, pues su hijo, quien estaba perdido y muerto espiritualmente, ahora había sido encontrado y resucitado por el amor y la paciencia del padre (Lucas 15:11-24). Por esa paciencia de Dios, el Padre, el apóstol y su equipo pedían también por la iglesia en Colosas. Ellos cumplían así el mandato de Jesús: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:36).

ORACIÓN: Querido Padre celestial, te agradecemos por poder decirte Padre, por medio de tu Hijo Jesucristo. Santifícanos en el poder de tu Espíritu, para que nuestra conducta de vida cambie y que como hijos tuyos podamos servirte con paciencia y longanimidad en tu amor y verdad. Amén.

PREGUNTA:

  1. ¿Cómo puedes vivir digno delante de Dios?

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