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COLOSENSES - Cristo en vosotros, la esperanza de gloria
Meditaciones acerca de la epístola del apóstol Pablo a la iglesia en Colosas

PARTE 1 - Los fundamentos de la fe cristiana (Colosenses 1:1-29)

Apéndice 1 - El saludo apostólico


La paz

Después de la garantía de la gracia, gratuitamente regalada por medio de la sangre de Jesucristo para el pecador creyente, el apóstol explica a la iglesia en Colosas los frutos reales que crecen por su conversión. En su carta a los Romanos ,escribe: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; v.2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:1.2) Deberíamos no solamente leer esta promesa sino memorizarla y cambiarla en alabanza y agradecimiento.

Pablo resume los frutos y dones de gracia del Espíritu Santo y en su saludo, los denomina la paz de Dios, que nos ha sido dada por la reconciliación y el nuevo pacto por la muerte de Cristo. La ira de Dios por la rebelión de los hombres contra El, su Creador, Legislador y Señor, ha sido pagada en favor de todos los creyentes, por el sacrificio expiatorio de Cristo. “Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14).

Esto afirma también el Espíritu Santo en la palabra del Señor: “Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, v.17 y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Hebreos 10:14-17). El Hijo de Dios nos reconcilió con su Padre por su sacrificio y nos involucró junto con El en su propia paz. No hace falta sentir un temor subliminal de Dios, porque la sangre de Jesucristo habla por nosotros y nos mantiene en una paz duradera con el santo y trino Dios.

La paz de la que habla Pablo no es política entre pueblos contrarios, sino es paz espiritual con Dios. Jesús no pretende cambiar en primera instancia las situaciones y problemas de nuestro mundo, sino renovar a las personas en su interior, mostrarles su pecado, perdonarles y otorgarles el regreso a su relación pacífica que habían perdido con su Creador. Ellos deben vivir en armonía y amor con El y depender totalmente de El. De este modo, las situaciones difíciles se transformarían . El mundo no cristiano no conoce la paz de Dios, pero la iglesia del Hijo de Dios la ha recibido.

La paz entre las naciones fue quitada de la tierra desde que el segundo sello fue abierto por el Cordero de Dios (Apocalipsis 6:3) y recién podrá ser construída nuevamente cuando aparezca el verdadero Príncipe de Paz en la tierra.

La paz espiritual con Dios no es un logro del creyente arrepentido, sino es un regalo del trino Dios (Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo) para nosotros. Nosotros no hacemos el pacto de paz con El, sino El lo hace con nosotros. No nos queda la obligación de someternos a El y obedecerle. Jesús mismo actuó siempre bajo el mismo yugo con su Padre (Mateo 11:29) y nos invita también a tomar “su yugo” sobre nuestros hombros.

Podemos hacer la comparación imaginándonos que un elefante lleva junto con una hormiga, un yugo. En este caso ¡el elefante llevaría el yugo incluyendo a la hormiga! Deberíamos comprender que no conseguiremos nunca paz duradera con Dios, sin completa sumisión bajo su yugo. Encontraremos descanso para nuestras almas solamente, si nos dejamos transformar a las virtudes de Jesús, que es manso y humilde.

Jesús nos declaró: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27). El Salvador del mundo menciona de esta manera que su paz que posee con Dios y lleva dentro de sí, es el Espíritu Santo. El hijo de María era sin pecado desde su nacimiento, por lo cual el poder y la bendición de Dios podían manifestarse libremente en El. Al aceptar el perdón de sus pecados y la reconciliación con Dios, los seguidores de Jesús están limpiados y santificados, para que el Espíritu de paz pueda hacer morada en ellos. Cuando el Espíritu de Dios llegua al corazón de una persona, comienza allí la verdadera y eterna paz. Jesús la determina como su propia paz, que nos quiere transformar, vencer y consolar. Pero esto no es posible sin nuestra propia negación. Por eso Jesús nos exhorta diciendo: “No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27c).

La paz de Dios nos educa hacia la paz con los demás y nos inspira a amar a nuestros enemigos. Nos impulsa a la confesión de nuestra propia culpa y nos guarda de autojustificarnos y condenar a nuestros adversarios. El Espíritu de paz es Espíritu de amor, porque la paz de Dios nace de su amor (1. Juan 4:16).

Pablo experimentó el poder de este Espíritu de paz y testifica: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7). Con su testimonio,el apóstol supera la autosuficiencia de los pueblos Indo-Germanos con su enaltecido razonamiento y les revela el Espíritu Santo como la paz de Dios.

El Espíritu posee una mayor e incomparable capacidad de pensar y conocer,más que todos los genios y científicos del mundo. El hombre natural siempre quedará prisionero de sus limitaciones. Sin embargo el Espíritu de Dios sondea aún las profundidades de Dios y nos revela la mente de Dios y de su Hijo. Por eso Pablo testificó osadamente: “Nosotros tenemos la mente de Cristo” (1. Corintios 2:14-16).

La paz de la que escribe Pablo en sus cartas no es solamente la paz de Dios, sino también la paz de Cristo y la paz del Espíritu Santo. Esa es una de las características y fuerzas profundas de la Santa Trinidad. En ella no existe inquietud autocrítica por culpa o fracasos, pues Dios siempre sigue siendo justo en sabiduría y amor. El Espíritu de paz no desamparó nunca a Pablo, tampoco en sus largas prisiones. El podía discernir los espíritus y permanecer tranquilo y consolado en plena obediencia a su Señor.

¡Sea con vosotros!

Jesús llamaba bienaventurados a aquellos de sus seguidores, que compartieron a otros la paz que les había sido dada por Dios y su Hijo (Mateo 5:9). Aquel que no sabe cómo puede ocurrir esto, debe humillarse y pedir al Señor que le otorgue su Espíritu de paz, para ser guiado por él y llevar esta paz a las familias, escuelas o iglesias. No somos nosotros los pacificadores, sino el Espíritu Santo nos mueve a testificar la gracia de Dios, para que el Espíritu de paz tome lugar en los nuevos creyentes. ¡Ay de aquellos que solamente guardan para ellos mismos la paz divina y sólo interesados en disfrutar egoístamente de la gracia y paz de Dios! Se parecen al Mar Muerto que sólo recibe el afluente del río y no da salida a esas aguas, como es por ejemplo, el lago de Galilea, cuyas aguas abundan y por ese motivo,hay peces y vida.

Pablo no depositaba su saludo apostólico sobre personas en particular, sino sobre las iglesias en general. Existe un dicho del conde Nicolás de Zinzendorf: “Para mí no existe un cristianismo sin comunidad.” Cuando los santos viven en comunidad, recién allí aflora la calamidad de nuestra herencia pecaminosa. Es increíble, cuánta pelea y arrogancia destruyen el vínculo del amor y de la verdad en las iglesias y comunidades. Ninguno quiere ser el menor y servidor de los demás. Jesús, depués de la confesión de Pedro (Mateo 16:16), puso mucho énfasis sobre el cambio de carácter de sus discípulos y les mandó en su nuevo mandamiento que se amaran unos a otros, como él los ha amado (Juan 13:34). En su oración sacerdotal Jesús pidió a Su Padre la unidad de su iglesia, para que sean uno, como El y su Padre son uno. Pero porque ellos no podían lograr esta unidad en amor por sí solos, El mismo agregó a Su pedido las palabras: “Tú en mí y yo en ellos”' (Juan 17:21-26).

ORACIÓN: Padre celestial te agradecemos que lograste una paz eternamente válida, por el sacrificio de Jesucristo para tus criaturas rebeldes. Ayúdanos para que tu Espíritu Consolador more en nosotros y en muchos otros pecadores arrepentidos. En consecuencia, tu paz y tu gozo podrán extenderse en este mundo lleno de odio, y ser nosotros pacificadores enviados por ti.

PREGUNTA:

  1. ¿Qué es lo especial de la paz de Cristo?

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