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2. Jesús limpia el templo (Mateo 21:10-17)
MATEO 21:10-13
10 Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. —¿Quién es este? —preguntaban. 11 —Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea —contestaba la gente. 12 Jesús entró en el Templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas. 13 «Escrito está —dijo—: “Mi casa será llamada casa de oración”, pero ustedes la han convertido en “cueva de ladrones”». (Marcos 11:15-19, Lucas 19:45-48, Juan 2:13-16, Jeremías 7:11)
Cuando Cristo entró en Jerusalén, no fue al banco, ni al tribunal religioso, ni al alcalde, ni al comandante del ejército romano. Entró en el templo de Dios para orar y adorar a Dios, quien es el centro de toda buena sociedad. Jesús fue al templo porque su reino es espiritual y "no es de este mundo" (Juan 18:36). Si el Señor no gobierna por su Espíritu en oficinas, hogares, industrias y escuelas, prevalecerá el espíritu del tentador con sus mentiras, engaños e impureza.
Muchos de los seguidores de Jesús lo llamaban el profeta nazareno galileo. Aunque no reconocían que Él era el Cristo prometido, el Hijo del Dios vivo, percibían su poder, autoridad y amor. Los discípulos se preguntaban: "¡De Nazaret! ¿Acaso de allí puede salir algo bueno?" (Juan 1:46). Aquella zona montañosa tenía mala fama por sus salteadores de caminos y su población culturalmente mezclada. Los ciudadanos de la ciudad se preguntaban: "¿Quién es este que viene montado en un asno?”
Cristo observó que el templo se había transformado en un mercado donde se vendían bienes y productos. Los corazones de la gente estaban vacíos de celo por Dios. Estaban más interesados en vender animales para sacrificios, cambiar dinero para pagar tributos e impuestos del templo, y comprar ropa de lujo y perfumes. Como resultado, el culto a Dios en espíritu y en verdad desapareció. Los pensamientos de los adoradores estaban centrados en el dinero, los problemas y las preocupaciones. El número de quienes verdaderamente santificaban a Dios en sus corazones disminuyó.
El abuso consistía en comprar, vender y cambiar dinero dentro del templo. Las cosas lícitas, hechas en el lugar y momento equivocados, pueden convertirse en pecado. En este caso, una actividad aceptable en otro lugar y otro momento profanó el santuario y el día de descanso.
Estas prácticas comerciales pretendían tener un propósito espiritual: vendían animales para el sacrificio, ayudando a quienes podían llevar dinero pero no animales, y cambiaban dinero para aquellos que deseaban utilizar el medio siclo como moneda de redención. Aunque estas actividades parecían formar parte del funcionamiento externo de la casa de Dios, Cristo no las permitió.
Gran corrupción y abuso llegan a la iglesia por las acciones de quienes ven la piedad como un medio para obtener ganancias materiales. Estas personas crean una falsa piedad para alcanzar sus objetivos mundanos. Pablo dice: “Apártate de los tales” (1 Timoteo 6:5).
Cuando Cristo entró en el templo, la residencia de Dios, lo limpió inmediatamente. La verdadera reforma solo se logra mediante una fe renovada. No es la economía la que edifica a una nación, sino la fe. Ora al Señor para que reforme tu comunidad. ¿Sabes dónde debe comenzar esta reforma? Debe comenzar contigo.
Citando la profecía bíblica (Isaías 56:7), Cristo explicó el propósito original del templo de Dios: "Mi casa será llamada casa de oración."
La casa de sacrificios debía ser una casa de oración, no solo un lugar de adoración, sino también el medio para esta. Las oraciones hechas en o hacia esa casa tenían una promesa especial de ser aceptadas (2 Crónicas 6:21). Cristo mostró con la Escritura cómo habían abusado del templo y pervertido su propósito: "Pero ustedes la han convertido en “cueva de ladrones”” (Jeremías 7:11), “¿Creen acaso que esta casa que lleva mi Nombre es una cueva de ladrones?” La casa de oración se convirtió en una cueva de ladrones debido a las prácticas deshonestas en la compra y venta. Los mercados dentro del templo robaban a Dios de su honor, algo terrible (Malaquías 3:8). Aunque los sacerdotes vivían bien de las ofrendas llevadas al altar, no estaban satisfechos. Buscaban otras maneras de exprimir dinero al pueblo. Cristo los llamó ladrones porque exigían lo que no les pertenecía.
¿Cuáles son los sentimientos y la adoración de tu corazón? ¿Amas a Cristo con todo tu corazón? ¿Escuchas atentamente la Palabra de Dios? ¿Qué ocupa tus pensamientos durante el día? ¿Es el Padre celestial todo para ti? No permitas que el amor al dinero domine tu corazón. Si lo hace, tu corazón se convertirá en una cueva de ladrones llena de odio, codicia e impureza. ¿Mora en ti el Espíritu de Dios? ¿Eres un templo limpio de Dios?
ORACIÓN: Aleluya, Rey celestial, tú viniste a tu pueblo, pero ellos no te reconocieron. Sin embargo, los mejores te recibieron con alegría y gozo. Limpiaste primero el templo para que todos pudieran adorar al Padre celestial y no a las riquezas. Perdónanos si no te recibimos cuando fuimos tocados por tu Espíritu Santo. Te suplicamos que limpies nuestros corazones de todo pensamiento impuro o amor al dinero, para que nuestros corazones sean para siempre tus santos templos.
PREGUNTA:
- ¿Por qué Cristo limpió el templo de Dios inmediatamente después de entrar en Jerusalén?