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a) El orgullo de los discípulos y la humildad de los niños (Mateo 18:1-14)
MATEO 18:10-14
10 »Miren que no menosprecien a uno de estos pequeños. Porque les digo que en el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial. 11 El Hijo del hombre vino a salvar lo que se había perdido. 12 »¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se extravía una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en las colinas para ir en busca de la extraviada? 13 Y si llega a encontrarla, les aseguro que se pondrá más feliz por esa sola oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron. 14 Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños. (Lucas 15:4-7, Hebreos 1:14)
¿Crees que existen los ángeles? Son servidores de Dios, espíritus luminosos y veloces que cumplen sus órdenes. Jesús nos revela el secreto misericordioso de que Dios ha encomendado a sus ángeles la custodia de los niños. Porque Él es nuestro verdadero Padre, los ha encargado de proteger a sus hijos espirituales que viven bajo el amparo de sus poderosos ángeles. Sin duda, Satanás y su ejército desean destruir a quienes han nacido del Espíritu Santo. Si no fuera por los ángeles de Dios que protegen a sus hijos santos, Satanás causaría su destrucción. Nuestro Padre celestial no desea perder a ninguno de sus hijos.
Satanás pretende contradecir la poderosa voluntad de Dios, pero los planes y decisiones del Padre son mucho más fuertes. De su santo deleite nacieron la creación y la redención, y de su voluntad se realiza la gracia. Para llevar a cabo su plan paternal, Dios envió a su único Hijo a buscar a una oveja perdida hasta encontrarla y liberarla de la esclavitud del pecado. Su amor impulsó al Buen Pastor a dejar el redil de los piadosos en el Antiguo Testamento para buscar a los gentiles perdidos y salvarlos hasta el fin. No fuimos nosotros quienes buscábamos a Dios y a su Hijo, sino que fue Él quien dejó a un lado su gloria, descendió hasta los pecadores, nos liberó de nuestros deseos y mentiras, y nos cargó sobre sus hombros hasta su Padre.
Esta es la voluntad de Dios: que ninguno de sus elegidos perezca. Su plan y propósito fue que su Hijo muriera antes que uno de sus hijos se perdiera en su ira. Todos los hombres son corruptos y perecerán, porque no hay quien haga el bien. Pero quien permite que el Salvador lo encuentre y responde al llamado del Buen Pastor con el clamor de la fe, será salvado. Con estas palabras, Jesús declaró el propósito de su sufrimiento y muerte: vino a salvar a los hijos perdidos de Dios y murió para que vivamos.
Jesús nos enseñó a no despreciar a ninguno de los pequeños, ni en la iglesia ni en la sociedad, sino a aprender de los niños. Así como los padres responsables cuidan de sus hijos día y noche, Dios cuida de los pequeños, los sencillos, los humildes y los mansos.
¿Están tus servicios en la iglesia dirigidos solo a los notables, o también a los pequeños y humildes?
A veces es mejor abrir una clase de escuela dominical y mostrar el amor de Jesús ante la mirada atenta de los niños, que explicar doctrinas complicadas a oyentes desinteresados. Las almas de los niños están abiertas y aún no tienen nada grabado en ellas. Aprovecha la oportunidad para verter en ellos el nombre y el carácter de Jesús de una manera clara. Muéstrales su amor como ejemplo para que se conmuevan con su humildad y pureza. No olvides que el camino del cristiano no es la altivez ni el orgullo, sino el amor y la humildad ante todos.
ORACIÓN: Señor Jesús, tú eres el Hijo de Dios. Fuiste obediente a la voluntad de tu Padre en todo. Nosotros, sin embargo, huimos de su redil, nos aferramos a nuestros hábitos y pecados, y caímos en el pozo de la malicia y el engaño. Perdona nuestros pecados y recibe nuestro agradecimiento, porque dejaste la gloria del cielo, buscaste a los perdidos, viniste a nosotros, nos llamaste de la esclavitud del pecado, nos purificaste completamente, y nos llevaste sobre tus hombros a casa de nuestro Padre. Enséñanos a no ser arrogantes, sino a cuidar de los pequeños, a ser humildes y a servir a los pobres con el poder de tu Espíritu Santo.
PREGUNTA:
- ¿Cuál es la voluntad de nuestro Padre celestial respecto a los pequeños?