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i) Jesús ataca el fanatismo y la superficialidad (Mateo 16:1-12)
MATEO 16:1-4
1 Los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús y, para ponerlo a prueba, pidieron que mostrara una señal del cielo. 2 Él contestó: «Al atardecer, ustedes dicen que hará buen tiempo porque el cielo está rojizo 3 y por la mañana, que habrá tempestad porque el cielo está rojo y nublado. Ustedes saben discernir el aspecto del cielo, pero no las señales de los tiempos. 4 ¡Esta generación malvada y adúltera pide una señal milagrosa! Pero no se le dará más señal que la de Jonás». Entonces Jesús los dejó y se fue. (Mateo 11:4; 12:38-40, Marcos 8:11-12, Lucas 12:54-56)
Aquí se relata la discusión de Cristo con los fariseos y saduceos. Estos hombres, aunque discrepaban entre sí, como se menciona en Hechos 23:7-8, estaban unidos en su oposición a Cristo. Esta unidad se debía a que Jesús desafiaba tanto los errores y herejías de los saduceos, quienes negaban la existencia de los espíritus y la vida después de la muerte, como el orgullo, la tiranía y la hipocresía de los fariseos, que defendían fervorosamente las tradiciones de los ancianos. Cristo y el cristianismo enfrentan oposición desde todos los frentes.
La multitud se acercó a Jesús para tentarlo, exigiéndole un milagro que les hiciera creer que Él era el Cristo y Rey. No estaban conformes con los milagros de sanidad que ya había realizado, como expulsar demonios y resucitar muertos. Deseaban que hiciera descender fuego del cielo sobre los romanos para destruirlos o que detuviera el sol como señal de que había sido enviado por Dios. Generalmente, las personas no quieren una fe basada en el arrepentimiento, sino una que se apoye en pruebas tangibles de naturaleza política y económica, para evitar la necesidad de arrepentirse.
Cristo no se deja manipular ni tentar. Descubrió sus malas intenciones y les dejó claro que, aunque se consideraban astutos, no eran capaces de reconocerlo. No estaban dispuestos a aceptar las realidades espirituales del nuevo pacto y fingían no ver las obras misericordiosas de Cristo, aunque sus acciones estaban llenas del amor de Dios. Además, no buscaban la guía del Espíritu Santo, sino un reino político basado en la fuerza. No deseaban el reino de Dios, que se manifiesta en la bondad, el perdón y la remisión de pecados. Por eso Cristo los llamó: "Generación malvada y adúltera."
Muchos son hábiles en diversos campos, pero carecen de discernimiento espiritual y, por tanto, no aprovechan las oportunidades que tienen ante sí.
Con esta declaración, Jesús explicó la naturaleza de la humanidad. A pesar de la dureza de sus corazones, el Padre celestial, amante de los hombres desobedientes, ofreció una señal única a través de la cual podemos reconocer la gloria de Cristo. Así como el pez grande vomitó a Jonás después de la tormenta para la salvación de muchos, de igual manera la muerte tragó a Jesús después de la tormenta de su sufrimiento en la cruz. Pero Dios forzó a la muerte a liberarlo para que Él pudiera ofrecer vida eterna al pecador justificado. Esta es la señal más grande y la única necesaria en la historia de la humanidad, y será la decisiva en el juicio final.
ORACIÓN: Señor Jesucristo, tú eres la señal de Dios en tu conducta, tus palabras, tus milagros y tu resurrección. Tu resurrección de entre los muertos es la prueba de la infalibilidad de tu vida eterna, de tu gloria imperecedera y de tu victoria sobre la muerte y Satanás. Te agradecemos y nos regocijamos en tu triunfo, y recibimos de ti, por la fe, el derecho y el poder de participar en tu vida eterna.
PREGUNTA:
- ¿Por qué la gran resurrección de Cristo es la prueba más destacada de su divinidad?