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12. ¡Nuestro Salvador viene pronto!
A medida que nos acercamos a Dios y experimentamos su amor, más descubrimos nuestras debilidades, defectos y vanidad. Pero estas debilidades no son una excusa para nosotros y no serán pasadas por alto en el día final. Nuestros errores deben motivarnos a orar más y buscar una fe más fuerte hasta que realmente cambiemos en nuestro carácter. El Espíritu Santo nos enseñará el significado de estas palabras:
Ahora esperamos el regreso de nuestro Señor Jesucristo, quien revelará todo el alcance de su salvación en su segunda venida. Su gloriosa aparición es la meta de nuestra esperanza. Todo creyente maduro espera y aguarda la pronta venida del Señor.
Un zapatero estaba sentado en su taller reparando zapatos cuando pasó por allí un hermano del Señor y le preguntó: "¿Cómo estás? ¿Qué haces?" El zapatero respondió: "Estoy esperando la venida de Cristo y, además, estoy reparando zapatos". No lo dijo al revés, ¡que estaba haciendo su trabajo y esperando la venida del Señor Jesús! Los creyentes fieles anhelan ver a su Salvador lo antes posible. Esta esperanza se ha convertido en el tema central de su vida.
Cuando Jesús venga en gloria, revelará la plenitud de su vida eterna, que ya comenzó en sus seguidores cuando creyeron en él. Nuestra salvación nos ha incorporado a la vida de nuestro Señor Jesucristo, de modo que no moriremos, sino que viviremos. Nuestra fe no nos guía hacia un destino incierto ni a una hora aterradora que tememos. Sabemos con certeza que llegará la resurrección de los creyentes en Cristo hacia la vida de Dios. El amor de Jesús, que se derrama en nuestros corazones, nunca se desvanece. La salvación de nuestro Señor no es temporal, sino eterna. El poder de Dios se manifiesta en nosotros para vencer el pecado, la muerte y la tentación.
Cuando Jesús venga, nuestros cuerpos mortales serán transformados, y llevaremos la gloria de nuestro Señor sobre nuestras debilidades, haciéndonos nuevos y perfectos en Él. Con alegría, todos los seguidores de Cristo estarán unidos en Él. Comer, beber o casarse no es el objetivo de nuestra esperanza. Esperamos ver a Dios personalmente y vivir con Él por toda la eternidad. Entonces reconoceremos muchas maravillas, por su gracia, cuando Él revele su nueva creación.
Todos aquellos que permanecieron en su orgullo y no aceptaron a Jesús y la salvación que Él ha preparado para ellos, gemirán y se lamentarán aterrorizados. Sus pecados serán descubiertos y deberán cargar con su propio castigo. No somos mejores que ellos, pero el juicio de Dios se completó en nosotros cuando confesamos nuestros pecados y aceptamos la muerte del Señor Jesús en nuestro lugar. Él tomó sobre sí los pecados del mundo y cargó con nuestro castigo por completo. Por lo tanto, somos justificados y liberados del día del juicio por su gracia. No hay condenación sobre cada verdadero seguidor de Cristo.
En el día postrero, veremos una gran multitud acercándose al Señor con himnos en sus labios, agradeciendo a su Salvador por su obra redentora en la cruz. Lo alabarán por haber enviado al Espíritu Santo para que more en ellos como garantía de su venida. Pero los demás:
Ninguno de ellos podrá soportar la gloria del Señor que los juzgará. Sus malas acciones serán expuestas a la luz, y sus supuestas buenas obras parecerán trapos sucios. También para ellos estaba preparada la salvación divina, pero la descuidaron y la rechazaron. Despreciaron al único Salvador y por esta razón caerán en la condenación eterna. Su remordimiento no tendrá fin. El día de mayor alegría para los salvados será el amargo y espantoso Día del Juicio Final para los que rechazaron al Hijo de Dios crucificado. No aceptaron su salvación. Por lo tanto, experimentarán la palabra de la Biblia: