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15. Jesús ante el Sanedrín (Mateo 26:57-68)
MATEO 26:57-63
57 Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la Ley y los líderes religiosos. 58 Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los guardias para ver en qué terminaba aquello. 59 Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarlo a muerte. 60 Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos testigos falsos. Por fin se presentaron dos 61 que declararon: —Este hombre dijo: “Puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días”. 62 Poniéndose en pie, el sumo sacerdote dijo a Jesús: —¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra? 63 Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió: —Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios. (Mateo 27:10, Juan 2:19-21, Hechos 6:14)
Los testigos que se presentaron ante el Sanedrín no pudieron probar nada contra Cristo, ya que sus relatos se contradecían entre sí. Los juristas, principales sacerdotes y ancianos no encontraron razón para condenarlo, y él permaneció inocente ante ellos.
No comprendieron lo que Jesús dijo sobre destruir el templo y reconstruirlo en tres días. Él no afirmó que destruiría el templo, sino que ellos destruirían el templo de su cuerpo, el cual estaba lleno de la divinidad, y que él lo restauraría en tres días. Esto, en realidad, anunciaba su muerte y resurrección.
Jesús guardó silencio ante las mentiras y falsas acusaciones. Cuando el juicio parecía estar fracasando, Caifás, el sumo sacerdote de aquel año, se levantó furioso y trató de engañar a Cristo. Quería que Jesús dijera algo que pudiera condenarlo, para así dictar sentencia en su contra. Sin embargo, Jesús no respondió, sino que simplemente lo miró sin pronunciar palabra.
ORACIÓN: Señor Jesús, tú eres la verdad en quien no hay engaño. No respondiste a las falsas acusaciones de tus enemigos, sino que permaneciste en silencio, confiando en tu Padre celestial para que te defendiera. Ayúdanos a aprender a confiar en tu protección y en tu presencia ante cualquier tribunal o interrogador malintencionado, y a no confiar en nuestra propia defensa. Tenemos tu promesa de que el Espíritu Santo estará en nosotros y nos capacitará para hablar como debemos. Ayuda a cada creyente, cuando sea cuestionado, a confiar en ti y a testificar de ti con prudencia, humildad y poder.
PREGUNTA:
- ¿Por qué Jesús guardó silencio durante su interrogatorio ante el Sanedrín?