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d) La búsqueda inevitable de la reconciliación (Mateo 6:14-15)
MATEO 6:14-15
14 »Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. 15 Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre perdonará a ustedes las suyas. (Marcos 11:25)
Es lamentable que Jesús tenga que recordarnos constantemente que solo el amor que perdona es la verdadera esencia de la Ley. Si renuncias intencionalmente al amor de Dios, el Todopoderoso se convertirá en un desconocido para ti, y si cierras tu corazón a Él, te enfrentarás a su juicio.
Por favor, realiza una introspección, estimado amigo. ¿Ha obrado Dios en ti un cambio y te ha colmado de su misericordia? ¿Cómo se manifiesta esta transformación?
Nuestro Padre celestial te ha convocado a esparcir la paz divina en tu entorno, ya que los hijos de Dios son los portadores de la paz. ¿Existe algún hombre o mujer a quien detestes? Esa persona se convertirá en la más relevante en tu vida, ya que Dios la ha enviado para probarte y examinar tu corazón, para determinar si aún albergas ira y venganza. El Espíritu poderoso aspira a erradicar tu odio, superar tu resentimiento y enseñarte tolerancia, perdón, prudencia, paciencia y mansedumbre, para que aceptes a este individuo difícil, lo ames sinceramente, te alegres cada vez que te encuentres con él, lo invites a tu hogar y lo hagas sentir bienvenido. El perdón de Dios se extiende a todos los hombres, y nuestro perdón mutuo es el fundamento de la Nueva Alianza. Donde no se cumpla esta condición, no habrá residencia para el Dios del reino. El amor hacia el enemigo es el fruto de tu fe. Al no perdonar, contradices la obra del Espíritu Santo en ti y a tu alrededor. “Amen a sus enemigos, bendigan a quienes los maldicen, hagan bien a quienes los odian, y oren por quienes los ultrajan y los persiguen”. Cumple este mandamiento misericordioso, y te convertirás o continuarás siendo hijo o hija de Dios y hermano o hermana de Cristo.
Sin embargo, si persistes en endurecer tu corazón, buscando venganza, provocando a tu enemigo y tratándolo con desdén, aspereza y severidad, te encontrarás en conflicto con Dios y estarás renegando de Cristo una vez más. En ese caso, todas tus oraciones y actos de piedad se percibirán como hipocresía y falsedad.
Cuando Pablo y su compañero Silas fueron encarcelados, entonaban himnos a Dios, a pesar de que sus pies estaban tan firmemente sujetos al cepo que la sangre fluía de ellos. No obstante, sentían amor por sus verdugos y el carcelero, y oraban por ellos. La tierra se estremeció, los corazones se transformaron y el carcelero experimentó arrepentimiento. Cuando Esteban fue lapidado, intercedió por sus asesinos, ya que todos los hijos de Dios siguen el clamor del crucificado: “Padre –dijo Jesús–, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34).
El amor de Dios nos ha absuelto de todos nuestros pecados. Aquel que responde a este amor y abre su corazón a los enemigos, ve el cielo abrirse, al igual que Esteban, y experimenta la acción del poder de Dios, como Pablo y Silas, cuya resistencia paciente condujo a muchas personas a la conversión y al reconocimiento de Dios como Padre. Realiza una introspección. ¿Permites que el Espíritu de Dios habite y opere en tu vida?
ORACIÓN: Oh Padre, nos arrepentimos con el dolor de nuestros corazones y con una determinación sincera. Por favor, perdona nuestra arrogancia y enséñanos tu santidad, el perdón y la humildad de tu Hijo. Ayúdanos a perdonar a cada individuo por cada agravio, tal como tú nos has perdonado, ya que nos has llenado de bondad, misericordia y benevolencia. Transforma en nosotros el odio en tu amor y tu compasión.
PREGUNTA:
- ¿Qué es imperativo para nuestra permanencia en comunión con nuestro Padre celestial?