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2. Jesús se aparece a los discípulos en el aposento alto (Juán 20:19-23)

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JUÁN 20:21
21 —¡La paz sea con ustedes! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Cuando Jesús repitió: "¡La paz sea con ustedes!", tenía en mente la expiación de los pecados y la reconciliación, pero deseaba que se convirtieran en pacificadores para ofrecer la salvación plena a una humanidad vil. En la cruz, Dios perdonó a todos los hombres sus pecados. Esta nueva realidad asegura el perdón para los criminales y la promesa de dejar de lado el juicio para los creyentes y la esperanza de no perecer. Jesús envió a sus seguidores al mundo para predicar la paz de Dios a los pecadores.

Todo el que se salva por la gracia de Dios cambia de corazón y perdonará a sus enemigos, como Dios le perdonó a él. Elegirá soportar la injusticia, en lugar de actuar él mismo injustamente. Así esparcirá el aroma del cielo en su propio entorno, como lo expresó Jesús: "Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios". Nuestro objetivo en la evangelización no es cambiar las circunstancias o traer una paz superficial entre las naciones; más bien, oramos para que las mentes sean transformadas y los corazones pétreos cambiados por uno sensible. Mediante esta transformación se producirán cambios políticos.

Jesús elevó el papel del ministerio para sus discípulos a su norma: " Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes." ¿Cómo envió Dios a su Hijo? En primer lugar, como Hijo, en segundo lugar, para proclamar la paternidad de Dios y su santidad de palabra y obra y en la oración. En tercer lugar, Jesús era el poseedor de la palabra de Dios, rebosante de amor eterno. En estos principios encontramos el sentido y los objetivos de la evangelización. Con su muerte, Jesús nos ha hecho hijos de Dios para que vivamos santamente, irreprochables ante él en amor.

Los cristianos son embajadores de Cristo, justificados, santificados para representar la esencia y el amor de su Padre celestial. Esta es la sustancia de su mensaje: que el Padre, por la muerte de Cristo, los ha hecho sus hijos. La cruz es la condición de su nuevo estatus y la fe es el camino de la adopción.

Así como Jesús nació para morir en sacrificio, también sus seguidores viven la importancia del sacrificio. No se jactan, sino que se consideran servidores del Altísimo y de todos los hombres. Su Señor los ha liberado de su yo inferior para amar como él amó.

ORACIÓN: Señor Jesús, te damos gracias porque nos has llamado, a nosotros siendo indignos, para glorificar al Padre y a tu nombre con nuestros pensamientos, palabras y obras. Gracias por perdonar nuestros pecados. Nos santificas para transmitir tu paz a otros corazones para que se iluminen y vivan de verdad. Gracias, oh Cristo, porque nos has hecho hijos de tu amor para que amemos y perdonemos, como tú lo hiciste con misericordia.

PREGUNTA:

125. ¿Qué tiene de extraño el envío de los discípulos?

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