Home
Links
Bible Versions
Contact
About us
Impressum
Site Map


WoL AUDIO
WoL CHILDREN


Bible Treasures
Doctrines of Bible
Key Bible Verses


Afrikaans
አማርኛ
عربي
Azərbaycanca
Bahasa Indones.
Basa Jawa
Basa Sunda
Baoulé
বাংলা
Български
Cebuano
Dagbani
Dan
Dioula
Deutsch
Ελληνικά
English
Ewe
Español
فارسی
Français
Gjuha shqipe
հայերեն
한국어
Hausa/هَوُسَا
עברית
हिन्दी
Igbo
ქართული
Kirundi
Kiswahili
Кыргызча
Lingála
മലയാളം
Mëranaw
မြန်မာဘာသာ
नेपाली
日本語
O‘zbek
Peul
Polski
Português
Русский
Srpski/Српски
Soomaaliga
தமிழ்
తెలుగు
ไทย
Tiếng Việt
Türkçe
Twi
Українська
اردو
Uyghur/ئۇيغۇرچه
Wolof
ייִדיש
Yorùbá
中文


ગુજરાતી
Latina
Magyar
Norsk

Home -- Spanish -- John - 010 (The fullness of God in Christ)

This page in: -- Arabic -- Armenian -- Bengali -- Burmese -- Cebuano -- Chinese -- English -- Dioula -- Farsi? -- French -- Georgian -- Greek -- Hausa -- Hindi -- Igbo -- Indonesian -- Javanese -- Kiswahili -- Kyrgyz -- Malayalam -- Peul -- Portuguese -- Russian -- Serbian -- Somali -- SPANISH -- Tamil -- Telugu -- Thai -- Turkish -- Twi -- Urdu -- Uyghur -- Uzbek -- Vietnamese -- Yiddish -- Yoruba

Previous Lesson -- Next Lesson

JUÁN - La Luz Resplandece En Las Tinieblas
Estudio en el Evangelio de Cristo según Juan
PARTE 1 - El Resplandor De La Luz Divina (Juán 1:1 - 4:54)
A - La Encarnación De La Palabra De Dios En Jesús (Juán 1:1-18)

3. La plenitud de Dios apareció en la encarnación de Cristo (Juán 1:14-18)


JUÁN 1:17-18
17 pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. 18 A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer.

La diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento puede reducirse a la diferencia entre la justicia por la Ley y la justicia por la Gracia. Dios dio a Moisés los Diez Mandamientos, las leyes relativas a los sacrificios que implicaban la sangre y la ley para poner orden en la vida. El que guardaba estos preceptos merecía la vida. Pero quien transgredía uno de ellos merecía la muerte. De este modo, la ley era un juicio hasta la muerte, porque ningún ser humano es perfecto. El mejor de los piadosos se doblegó en forma de arrepentimiento y remordimiento ante la imposible tarea de cumplir todas las exigencias de la Ley. La gente superficial, sin embargo, se consideraba buena, como si su vida complaciera a Dios. Esto les llevó al egoísmo y al legalismo fanático. Se olvidaron del amor y se jactaron de la justicia de sus obras egoístas. Ciertamente, la Ley como tal es santa porque refleja la santidad de Dios. Pero frente a ella todo hombre resulta malvado. De este modo, la Ley nos conduce a la miseria y a la muerte.

En esta atmósfera que tiene un hedor a muerte, el evangelista Juan menciona por primera vez en su Evangelio a Jesucristo como el que rescata de la miseria y el que salva de la ira de Dios. El hombre Jesús de Nazaret es el Mesías prometido y ungido con la plenitud del Espíritu Santo. Es el Rey de reyes, el Verbo de Dios y el Sumo Sacerdote. Él es el resumen de todas las posibilidades de esperanza y salvación.

Cristo no vino a nosotros con un nuevo sistema legal, sino que nos redimió de la maldición de la Ley. Con su amor supremo cumplió todas las exigencias legales en nuestro lugar. Llevó sobre sus hombros nuestros pecados y el juicio contra el mundo, reconciliándonos así con Dios. Dios ya no es nuestro enemigo a causa de nuestros pecados, sino que hemos obtenido la paz con Dios por medio de Jesucristo, nuestro Señor. El hombre Jesús ascendió a su Padre celestial y derramó su Espíritu Santo sobre nosotros. Él escribió la Ley en nuestros corazones, llenando nuestros sentimientos más íntimos con pensamientos puros, verdaderos y honorables. Ya no vivimos bajo la Ley, sino que Él está en nosotros. De este modo, Dios nos ha dado el poder de cumplir las exigencias de su amor.

Con la venida de Cristo, la era de la gracia ha comenzado y nosotros vivimos en ella. Dios no nos pide ofrendas, servicios o sacrificios para reforzar nuestra justicia propia, sino que envió a su Hijo para otorgarnos la justicia divina. El que cree en él está completamente justificado. Por eso le amamos y agradecemos y le ofrecemos nuestro sacrificio vivo, porque Él nos santificó.

Cristo no nos deja huérfanos, sino que permanece con nosotros, y derrama sus dones sobre nosotros. No merecemos el perdón de nuestros pecados, ni la comunión del Espíritu de Dios. Tampoco merecemos ningún otro don o bendición de su parte. Todo es gracia suya. De hecho, no merecemos más que la ira y la perdición. Pero a causa de nuestra unión con Cristo por la fe, nos hemos convertido en hijos de Dios a los que Él concede su gracia. ¿Te has dado cuenta de la diferencia entre los esclavos del pecado y los hijos de la gracia?

Esta gracia no es un mero sentimiento emocional en el corazón del Santísimo Ser. Más bien, es un amor basado en derechos judiciales. Dios no puede perdonar a quien quiera, porque el pecado del pecador requiere su muerte inmediata. Sin embargo, la crucifixión sustitutiva de Cristo en nuestro lugar ha cumplido toda la justicia. Así, la gracia se ha convertido en un derecho real para nosotros y la misericordia de Dios en una realidad inamovible. La gracia en Cristo es la base legal de nuestra vida con Dios.

Tú preguntas: ¿Quién es este Dios, libre de actuar, pero ligado a su justicia? Te respondemos: Muchas religiones han intentado seria y arduamente comprender a Dios. Pero son como escaleras puestas en la tierra que no pueden llegar al cielo. Pero Cristo es como una escalera divina que desciende del cielo y se sujeta a la tierra. Nuestro encuentro con Dios a través de Él no deja a nadie en la desesperanza.

Ningún ser humano ha visto al Creador eterno, porque nuestros pecados nos separan del Santo. Todas las afirmaciones sobre Dios no son más que vagas especulaciones. Pero Cristo era su Hijo, con Dios desde la eternidad, uno de los integrantes de la Trinidad divina. Así, el Hijo sabía quién es el Padre. Toda revelación anterior es inadecuada. Pero Cristo es la Palabra perfecta de Dios, y el resumen de toda la verdad.

¿Cuál es el eje del mensaje de Cristo?

Nos enseñó a dirigirnos a Dios en la oración así: "Padre nuestro que estás en el cielo". Con esta forma de dirigirse a Dios nos declaró que la esencia de Dios es su paternidad. Dios no es un dictador, un conquistador o un destructor. Tampoco es apático e indiferente. Se preocupa por nosotros como un padre piensa en su hijo. Si este hijo se cae en el barro, lo saca, lo limpia y no lo deja perderse en el mundo de la culpa. Desde que hemos conocido que Dios es nuestro Padre, nuestra angustia causada por nuestras preocupaciones y nuestros pecados ha desaparecido. Porque al volver a nuestro Padre hemos obtenido la limpieza y la acogida suyas. Vivimos con Dios para siempre. La revolución religiosa que irrumpió en nuestro mundo en el nombre del Padre es el nuevo enfoque cristiano que trajo Cristo. Este nombre paterno contiene el resumen de las palabras y las obras de Cristo.

Antes de su encarnación, Cristo estaba con su Padre. Esta tierna imagen aclara la relación de amor entre Cristo y Dios. Después de morir y resucitar, el Hijo volvió al Padre. No sólo se sentó a la diestra de Dios, sino que está en el seno del Padre. Esto significa que Él, uno con Él, es Él. Así, todos los que Cristo dijo sobre Dios son verdaderos. En Cristo vemos quién es Dios. Como el Hijo es, así es el Padre, y como el Padre es, así es el Hijo.

ORACIÓN: Padre nuestro que estás en el cielo, te alabamos y te damos gracias porque nos has enviado a Cristo, tu Hijo amado. Nos inclinamos ante ti porque nos has liberado de la pesadilla de la Ley y nos has plantado en tu justicia divina. Te damos gracias por todos los dones espirituales, y te magnificamos por los privilegios que poseemos en tu Nombre paterno.

PREGUNTA:

  1. ¿Qué nuevo enfoque trajo Cristo al mundo?

www.Waters-of-Life.net

Page last modified on May 22, 2022, at 08:21 AM | powered by PmWiki (pmwiki-2.3.3)