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Home -- Spanish -- John - 007 (The Baptist prepares the way of Christ)

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JUÁN - La Luz Resplandece En Las Tinieblas
Estudio en el Evangelio de Cristo según Juan
PARTE 1 - El Resplandor De La Luz Divina (Juán 1:1 - 4:54)
A - La Encarnación De La Palabra De Dios En Jesús (Juán 1:1-18)

2. Juan el Bautista prepara el camino de Cristo (Juán 1:6-13)


JUÁN 1:11-13
11 Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. 12 Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. 13 Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.

El pueblo del Antiguo Testamento pertenecía a Dios porque el Señor se había unido a estos pecadores mediante un pacto después de haberlos purificado. Los guió durante cientos de años. Aró sus corazones con el arado de la ley y los preparó para la siembra del Evangelio. De este modo, la historia de los descendientes de Abraham se orientó hacia la venida de Cristo. Su aparición era la meta y el sentido del Antiguo Testamento.

Es un hecho extraño que aquellos que fueron elegidos para acoger al Señor Jesús lo rechazaron y no recibieron su luz. Prefirieron vivir en las tinieblas de la ley, yendo con ímpetu hacia su juicio. Así que se perdieron por completo la gracia y amaron más sus propias obras que la salvación en Cristo. No se arrepintieron, sino que se endurecieron contra el espíritu de la verdad.

No sólo el pueblo del Antiguo Testamento era propiedad de Dios, sino también toda la humanidad, porque el Todopoderoso creó las piedras, las plantas, los animales e incluso a toda la humanidad. Por esta razón, los pueblos del mundo entero tienen la misma responsabilidad que el pueblo del Antiguo Testamento. Nuestro Creador y Dueño quiere entrar en nuestros corazones y hogares, así que ¿quién le dará la bienvenida? Tú perteneces a Dios. ¿Te has puesto a disposición de tu Señor? Por desgracia, hoy la mayoría de las naciones no están dispuestas a abrirse a la luz de Cristo. No quieren que la amabilidad de sus rayos supere la dureza de sus tinieblas. De esta forma rechazan al Hijo de Dios una vez más en nuestra época.

Cualquiera de los descendientes de Abraham o de la humanidad en general que abra su corazón a Cristo y se entregue en las manos del poderoso Salvador, esa persona experimentará un gran milagro. Porque la Luz celestial le iluminará con la luz divina y vencerá las tinieblas que residen en su corazón. Además, el poder de Dios entrará en su corazón y renovará su ser más íntimo. Cristo le libera de la esclavitud del pecado. Él le trasladará a la libertad de los hijos de Dios. Si tú amas a Cristo, entonces el Espíritu Santo residirá en ti y comenzará su obra de salvación en tu vida.

Ahora bien, el evangelista Juan no dice que seremos o que nos hemos convertido en hijos de Dios, sino que nos convertimos en sus hijos mediante el crecimiento espiritual. Encontramos grandes diferencias en medio de estas palabras, pues el que cree en Cristo entrará en una nueva existencia. Al mismo tiempo estará en un estado de desarrollo y crecimiento hacia la perfección en su vida espiritual. El poder del Señor nos creó como una nueva creación y nos santificará y también nos perfeccionará.

No nos convertimos en hijos de Dios sólo por adopción, sino que nos convertimos en hijos por nacimiento espiritual. El descenso del Espíritu de Cristo en nuestros corazones significa que nos llenamos de la autoridad del Señor. El derramamiento de esta autoridad divina en los creyentes señala que ningún poder en este mundo y en el fin de los tiempos es capaz de impedir que lleguen a estar llenos de los atributos morales divinos. Cristo es el autor de la fe y su perfeccionador.

Los hijos de Dios y los hijos del mundo no se pueden comparar entre sí. Nacimos de dos padres que nos engendraron por sus impulsos naturales o por su plan deliberado. Tal vez oraron juntos, obedeciendo la guía del Espíritu. Pero toda la herencia espiritual, psicológica o física de nuestros padres no tiene relación con nuestro nuevo nacimiento de Dios. Porque la renovación espiritual es santa desde el principio y viene de Dios, de quien todo cristiano nace directamente. Porque Él es nuestro verdadero Padre espiritual.

Ningún niño es capaz de darse a luz a sí mismo. Nace. Así, nuestro nacimiento espiritual es por pura gracia. Cristo pone las semillas de su Evangelio en nuestros corazones. Quien ama estas semillas, las acepta y las conserva. En él crecerá la vida eterna de Dios. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la guardan.

El nacimiento en una familia cristiana y la compañía con cristianos no nos hace hijos de Dios, sino sólo la fe en el nombre de Cristo. Esta fe significa acercarse a Él, sumergirse en sus cualidades, comprender su mansedumbre y crecer en la dependencia de su poder. Este crecimiento se produce hasta que nos encomendamos a sus manos, creyendo que nos puede salvar y transformar a su semejanza. La fe en Cristo es una relación de corazón entre nosotros y Él, y un pacto eterno. El nacimiento espiritual no se realizará en nosotros si no es a través de esta fe, por lo que podemos decir que nacer de nuevo no es mayor ni más difícil que la fe, como la fe no es menor ni más fácil que la renovación. Son lo mismo.

El evangelista Juan no mencionó en su evangelio el nombre de Jesucristo antes de llegar a este pasaje. En cambio, describió su personalidad a los creyentes de todas las naciones, utilizando palabras conocidas a su forma de pensar. ¿Comprendiste los seis significados de estas cualidades de Cristo que el evangelista expuso a su iglesia? ¿Abriste tu corazón al poder de estos atributos y te inclinaste ante ellos? Entonces, ¡te convertirás realmente en un hijo de Dios!

ORACIÓN: Oh Señor Jesucristo, me inclino ante ti y te amo y te abro mi corazón. Vienes a mí a pesar de mis pecados, me limpias de toda mi iniquidad y haces tu morada en mí por medio de tu Espíritu Santo. Señor, te he abierto de par en par las puertas de mi corazón.

PREGUNTA:

  1. ¿Qué pasa con los que aceptan a Cristo?

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