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Previous Lesson -- Next Lesson JUÁN - La Luz Resplandece En Las Tinieblas
Estudio en el Evangelio de Cristo según Juan
PARTE 2 - Jesús Es El Pan De Vida (Juán 5:1 - 11:54)
C - El Último Viaje De Jesús A Jerusalén (Juán 7:1 - 11:54) La Separación De Las Tinieblas Y La Luz
1. Las palabras de Jesús en la fiesta de los tabernáculos (Juán 7:1 – 8:59)
e) El pecado es esclavitud (Juán 8:30-36)JUÁN 8:30-32 El humilde pero impresionante testimonio de Cristo afectó a muchos oyentes. Se inclinaron a creer en él como procedente de Dios. Jesús sintió la confianza de ellos en él y aceptó su disposición a escuchar. Les instó no sólo a creer en su Evangelio, sino a reflexionar sobre sus palabras y a unirse a él para permanecer en él, como el pámpano en la vid, para que su Espíritu fluya en nuestros corazones y pensamientos sin obstáculos y para impulsarnos a cumplir su voluntad en la práctica. Quien cumple así las palabras de Cristo, conoce la verdad. Porque la verdad no es un mero pensamiento, sino una realidad práctica de la que participamos con la conducta de nuestra vida. La verdad de Dios es, en primer lugar, hablar con sinceridad y sabiduría; en segundo lugar, es conocer a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo en la unidad del amor y poder. Al enraizarnos en Cristo, nos damos cuenta de la belleza de la Santísima Trinidad. Conocer a Dios transforma nuestra vida. Conocemos a Dios en la medida en que amamos a los demás. Quien no ama no conoce a Dios. Al conocer a Dios a través de las palabras de Cristo nos liberamos del egoísmo. Hablar de arrepentimiento o de deberes legalistas no nos liberará de la esclavitud del pecado; lo que sí lo hará es conocer el amor de Dios, la aceptación del perdón del Hijo y la venida del Espíritu a nuestras vidas. El amor de Dios es lo que puede romper las cadenas del egoísmo y la egolatría. JUÁN 8:33-36 Los judíos estaban perplejos, sus antepasados habían vivido doscientos años bajo la esclavitud del faraón en Egipto y se consideraban liberados por el poder de Dios, ya que Él los había sacado de esa esclavitud (Éxodo 20:2). Por eso las palabras de Jesús los irritaron cuando negó que estuvieran liberados. Jesús tuvo que desinflar el orgullo de los que habían empezado a creer en él. Les mostró que eran esclavos del pecado y cautivos de Satanás. Si no nos damos cuenta del peso de nuestra esclavitud, no anhelaremos la salvación. El que se sabe incapaz de vencer sus pecados, es el que pedirá a Dios que lo salve. Aquí vemos la razón por la que tantas personas no buscan a Jesús porque piensan que no necesitan su salvación. Jesús declara con fuerza: "Quien peca, se convierte en esclavo del pecado". Muchos jóvenes comienzan su vida con mentiras, pereza y trivialidades. Jugaron con el pecado y se revolcaron en él con la imaginación, finalmente resolvieron ir a por él y planearon su camino con engaños. Probaron algún vicio y lo repitieron hasta que se convirtió en un hábito para ellos. Cuando sintieron la suciedad y la viciosidad y escucharon las reprimendas de sus conciencias, el tiempo había pasado, ahora ya eran esclavos de sus pecados. Se veían empujados a cometer un crimen a regañadientes. En ese momento maldecirían la hora en que habían comenzado a escuchar sus malos pensamientos. Los hombres se han vuelto malvados, aunque oculten la fea verdad tras máscaras de falsa piedad y cortesía. Todo hombre sin Cristo es esclavo de sus lujurias. Satanás juega con sus nervios, como una tormenta lo hace con una hoja seca. Entonces el Hijo de Dios pronuncia su palabra real: "En este momento estoy con ustedes y conozco sus ataduras. Puedo y estoy dispuesto a liberarlos y a borrar sus pecados. No he venido para una reforma superficial del mundo, ni para disciplinarlos con una ley más dura. No, pretendo liberarles del poder del pecado y del poder de la muerte y de los derechos que reclama Satanás. Los recrearé, los reviviré para que el poder de Dios en ustedes sea un antídoto contra el pecado. Sin duda, Satanás les tentará de mil maneras. Tropezarán, pero no como esclavos, sino como hijos que tienen las arras de sus nuevos derechos". "Estás redimido para siempre, pagado con mi sangre, comprado en el mercado del pecado. Eres especial para Dios. Te ha ofrecido la libertad para que seas un hijo libre. Liberado del pecado te llevo a la comunión con Dios para el servicio y la acción de gracias voluntariamente. Soy el único liberador que te rescata de la prisión de la culpa al reino de Dios. Soy el Hijo de Dios que tiene autoridad para liberar a todos los que escuchan mi voz". ORACIÓN: Señor Jesús, te adoramos y alabamos porque eres el Salvador omnipotente, que en la cruz nos has liberado finalmente de la tiranía de Satanás. Has perdonado todas nuestras transgresiones. Nos limpias para no seguir siendo esclavos de la amargura y el odio, sino para servir a Dios como hijos liberados y gozosos. PREGUNTA:
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